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viernes, 23 de junio de 2017

El Macabro Final del Feriante Pepe 'Sonrisas' en Madrigalejo

“Julia estaba ahí mismo, donde tú estás sentado [en la terraza del restaurante El Cazador, a un lado de la carretera que atraviesa el pueblo cacereño de Madrigalejo]. No creas que estaba nerviosa. ¡Qué va! Había matado a Pepe Sonri hace dos días y estaba tan tranquila. ¡A nadie se nos podía haber ocurrido que hubiera hecho algo así! Miraba el móvil de vez en cuando y hablaba con unos, con otros. Preguntó mucho sobre dónde podía conseguir un par de guarros [cerdos] grandes. Tenía el cadáver en casa y quería deshacerse del cuerpo. Y como los guarros cuando tienen hambre se comen todo… Pues eso. Se ve que no los consiguió y que al final lo quemó para intentar no dejar pruebas”.
Los habitantes de Madrigalejo -unos 1.800, según el último censo- creen estar viviendo una película de terror. Como las que ven en sus televisiones: un crimen terrible contra uno de sus vecinos; una mujer, la supuesta asesina de su pareja, que urde un plan para borrar las huellas; y un sinfín de detalles escabrosos que atenazan la tensión narrativa de la historia. Pero no es ficción. La trama de la que han sido testigos se ha cobrado la vida de una de las personas más admiradas del pueblo, José Sánchez Gómez, y ha conmocionado a una comunidad que aún buscan el porqué a una tragedia que se les escapa del entendimiento.

 José Sánchez Gómez  de 69 años y al que sus amigos llamaban Pepe Sonri “por su sonrisa permanente”- fue asesinado durante el fin de semana del 16 al 18 de junio de 2017. Fuentes de la Delegación del Gobierno en Extremadura explicaron que supuestamente fue su pareja Julia (47 años) la que acabó con su vida. Lo hizo utilizando “varios utensilios”, aunque no se conocen más detalles del crimen. Pasados dos días del crimen, trató de deshacerse del cuerpo de la víctima. Lo impregnó de gasolina y le prendió fuego.
“De ahí salía una humareda tremenda”, explicaba una vecina de la calle Ciudad, vestida con chándal y zapatillas de andar por casa. Las viviendas son de una planta, humildes, revestidas de pintura blanca para intentar reflejar el calor que asfixia en verano a la región de Extremadura. La mujer señala una de las casitas,  flanqueada por un biombo de la Guardia Civil en el que se leía la palabra “criminalística”. Retoma el relato de los hechos que ocurrieron , pasadas las siete de la tarde: “Los vecinos vimos el fuego y avisamos a la Policía local. Los techos son de uralita y empezaron a estallar por el calor. Apagamos las llamas con mangueras. De pronto los agentes nos dijeron que nos fuéramos, que ahí en medio había un cadáver”.









El cuerpo estaba irreconocible. Dos detalles revelaron la identidad de la víctima: “La dentadura y los ojos”, esgrime uno de los vecinos. La Guardia Civil, que se hizo cargo de la investigación al detectarse la presencia de un cadáver, centró sus esfuerzos en localizar a Julia, la pareja de la víctima. La encontraron en las inmediaciones de la vivienda. “Hemos discutido, le he pegado y le he matado”, comentaron los vecinos que dijo la mujer cuando fue arrestada. 
En cualquier caso, la quema del cadáver no fue la primera opción en el plan de la asesina. Al menos eso se deduce de las conversaciones que mantuvo en la terraza del restaurante El Cazador. El local sirve de punto de encuentro entre los vecinos del barrio de San Juan -al que todos conocen con el sobrenombre de Las Casillas-, separado del centro urbano por el río Ruecas. En la terraza, cubierta por un toldo de rayas oscuras, un puñado de personas aplacan el calor (y los nervios) con un refrigerio.

La conversación saltaba rápidamente de una boca a otra, desgranando los últimos movimientos de la  asesina:
- Buscaba dos guarros grandes.
- Le dijimos quién le podía vender algunos chiquitos, pero ella insistía en que tenían que ser grandes. Pensamos que sería para la matanza, en Navidad.
- Seguro que había pillado la idea de alguna película, echar el cuerpo a los cerdos para quitárselo de encima.
Prosigue la conversación en la terraza del restaurante El Cazador:
- Además  Julia no tenía coche. Lo tenían arreglándolo en el taller Feryolo, uno de los más importantes de la región. No tenía dinero para retirarlo e intentó convencer a uno de sus dueños para que se lo devolviera, pero no lo consiguió.
- Claro, por eso estuvo aquí en el bar buscando a alguien que la pudiese llevar a recoger  los guarros.
Por un motivo o por otro, ese plan debió de resultarle imposible. Y por eso optó, por quemar el cuerpo de la víctima.
Nadie en Madrigalejo acierta a comprender los motivos del crimen. José Sánchez Gómez había vivido sus 69 años de existencia en este pequeño rincón de Extremadura, conocido por ser el lugar en el que falleció en 1516 Fernando el Católico. Pocos conocían a José por este nombre, sino por el de Pepe Sonri. Regentó un par de establecimientos de hostelería: 'El bar de los amigos' y 'La Barraca'. Después se hizo con un puesto ambulante con el que viajaba a casi todas las ferias de la comarca extremeña. Un juego fácil: si el tirador colaba unas anillas en una de las botellas de licor expuestas, se la llevaba. “Siempre silbaba: ¡Fiu, premio”, recuerda un amigo de la víctima.
Pepe Sonri había enviudado unos cinco años atrás de su mujer, Ilona, de nacionalidad suiza y a la que conoció en un viaje en Barcelona. No tuvieron hijos, pero durante una época acogieron en su casa a un niño en desamparo, Juanito, al que criaron como si fuese suyo. Ilona falleció por culpa de una enfermedad.
Entre sus aficiones ,“tenía pocas, se volcaba en su puesto ambulante”, destacaba la práctica del tiro deportivo con arma corta.
Se ganó el cariño de todos sus vecinos. “Simpático, nunca tuvo una mala palabra con nadie ni ningún problema”, cuentan de él.
Julia, detenida por el crimen, fue la segunda mujer que ocupó el corazón de Pepe. Se conocieron en el municipio pacense de Zafra, posiblemente en uno de los viajes de la víctima con su puesto ambulante. Pronto comenzó una relación sentimental que llevó a la mujer hasta Madrigalejo. De ella no se conocía oficio, si bien algunos vecinos especularon con que tenía cuatro hijos a los que hacía tiempo que no los veía. Era española, pese a que algunas fuentes apuntaron que era natural de Rumanía.
El cuerpo de José Sánchez fue trasladado al instituto anatómico forense de Cáceres. Fue imposible determinar las causas de la muerte de la víctima tras una primera observación. Sólo se pudo deducir que el asesinato se perpetró con “diferentes utensilios”. Una hermana de José, la única que tenía, viajó a Madrigalejo para efectuar las correspondientes pruebas de ADN y decidir qué hacer con los restos mortales.
 Las dudas y los miedos acompañaran esta historia incomprensible para los vecinos de Madrigalejo, que sólo pueden recurrir a películas de terror para definir lo que le ocurrió a Pepe Sonri: “Sea lo que sea, si Dios quería una sonrisa en el cielo, ya se ha llevado una”.

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