Es el crimen más mediático que se recuerda en la Región
de Murcia desde que por el año 2002, una mujer matase a sus dos hijos en
Santomera. El caso de los holandeses fue primero su desaparición y el
posterior hallazgo de los cuerpos y el arresto de los sospechosos, generó una enorme expectación mediática y social, tanto a nivel regional
como nacional e internacional.
Los cuerpos de la jugadora de voleibol holandesa Ingrid Visser y de su pareja, Lodewijk Severein, eran encontrados en mayo de 2013 de noche, enterrados en una apartada zona de la localidad murciana de Alquerías, en un terreno privado. Los cadáveres estaban desmembrados y dentro de bolsas de basura.
Hacía tiempo que se les buscaba. Hasta un agente de la policía holandesa se desplazó a la Región para colaborar en el operativo policial abierto a raíz de la desaparición de esta jugadora internacional de voleibol y de su novio.
Ambos «tenían una relación normal con sus familias y mantenían el contacto con ellos de forma periódica». Fueron vistos por última vez en un lunes de mayo del 2013 por la noche, a su salida del hotel donde estaban alojados.
La versión oficial sostenía que los holandeses habían venido a Murcia por motivos sanitarios para someterse a un tratamiento de fertilidad y tenían vuelo de regreso a su país a los pocos días.
Era por la noche cuando fueron hallados los cuerpos. Después comenzaron las detenciones y las sospechas de cuál fue la causa. Se habló de motivos económicos. Trascendían dolorosos detalirculado la foto de los desaparecidos, para ayudar en su búsqueda) se incrementaron. Medios de comunicación holandeses llegaban a Murcia. Iles del crimen y las muestras de cariño en redes sociales (donde había cngrid Visser que fue internacional con la selección de su país en más de 500 ocasiones, había militado en el CAV Murcia 2005, equipo en el que permaneció hasta el 2011.
El fiscal condenó a un cuarto de siglo de prisión para tres de los acusados, Juan Cuenca, el cerebro del crimen, Valentin Ion y Constantin Stan ,dos rumanos sicarios contratados por Cuenca para acabar con la pareja. Asimismo condenó a tres años de cárcel para Serafín de Alba, propietario de los terrenos donde aparecieron enterrados los restos de los holandeses por un delito de encubrimiento.
Ese lugar era la Casa Colorá, un alojamiento rural emplazado en La Hurona (Molina de Segura). Una amiga de Juan Cuenca , María Rosa Vázquez ,la cual no tenía ni idea del plan, se había encargado de reservar el sitio por encargo de él.
Juan Cuenca ese día, el 14 de mayo de 2013,dijo que Lodewijk Severein le pidió que recogiera a un misterioso llamado Dankovich en el aeropuerto valenciano de Manises, y que lo llevara al alojamiento rural. Una vez allí, el ex gerente tuvo que acompañar al gánster y a la futura víctima a un polígono industrial conocido como «La Polvorista» porque «el holandés y Danko tenían una reunión importante con otra gente». Cita en la que él se mantuvo al margen.
El problema sucedió a la vuelta, justo cuando comenzó una fuerte discusión entre éste y el holandés por cuestiones económicas. En palabras de Cuenca, la dialéctica se convirtió en una auténtica refriega en el momento que Valentin Ion, un rumano que también fue detenido junto a otro compinche de su misma nacionalidad, intervino en la discusión con ánimos apaciguadores y recibió un golpe del propio Severein, quien a su vez acababa de sacar una pistola.A partir de ese momento, los acontecimientos se precipitaron, Dankovich había matado al holandés y golpeado de forma mortal a Ingrid Visser porque ésta tenía el arma de su novio entre las manos.
Sin embargo todo fue mentira. Dankovich no existía, Severein no tenía una pistola, ni la discusión se había producido. El crimen formaba parte de un oscuro plan cuyo maestro de ceremonias era el propio Juan Cuenca, quien había contratado a los rumanos Valentin Ion y Constantin Stan en su propia tierra, Valencia, para que se deshicieran del holandés con el pretexto de que se sentía amenazado por éste.La muerte de Ingrid Visser llegó por añadidura, simplemente por ser la acompañante del objetivo principal.
De esta manera, la confesión inesperada del valenciano hizo posible conocer un nuevo desarrollo de los acontecimientos que sólo variaba en la autoría de los hechos.El rumano Valentin Ion tomaba el papel del inventado Dankovich, y aprovechaba la discusión surgida entre Juan Cuenca y Lodewijk Severein para golpear brutalmente a la pareja de novios con un jarrón y «una escultura » que se encontraban en la vivienda.
Cuenca manifestó además que había otras dos personas que habían tenido conocimiento de los crímenes, Serafín de Alba, el dueño de la finca de limoneros donde aparecieron los cadáveres, fue condenado por encubridor, y María Rosa Vázquez, la persona que había llevado a los holandeses en su coche hasta la «Casa Colorá».
Valentin Ion, reconoció haber matado a la pareja a golpes de jarrón.Varias evidencias estaban en su contra, entre ellas los 1200 euros que Juan Cuenca le había entregado como adelanto por unos servicios que resultaron difícilmente explicables. El abogado defensor del rumano, Fermín Guerrero, le recomendó por lo bajini que se encomendara a la sinceridad como había hecho su paisano Constantin Stan unos minutos antes.
El público asistente no pudo evitar mostrar su estupefacción.Las nuevas revelaciones permitíeron ahondar en una incógnita que había sido bastante comentada a lo largo de la instrucción, si Ingrid Visser había muerto por acompañar a su pareja sentimental al alojamiento rural, algo que la posterior declaración de María Rosa Vázquez ponía en duda al señalar que Cuenca le había pedido que recogiera a dos personas en Murcia, parecía que el objetivo principal del plan era el propio Severein. ¿Por qué? ¿Qué ocultaba aquel holandés de 57 años?
El papel que desempeñó Constantin Stan, el otro rumano que había sido contratado por el ex gerente,dijo su paisano Valentin Ion que sólo había participado en la ocultación de los cuerpos, ya que se encontraba en estado de embriaguez cuando sucedieron los asesinatos. Un testimonio que fue apoyado en todo momento por el aludido al asegurar que desde el instante en que había llegado por la mañana a la «Casa Colorá», no había dejado de empinar el codo. No obstante, esta manifestación difiere de los posicionamientos y de la declaración de María Rosa Vázquez, que indicaban que Juan Cuenca y los rumanos llegaron a la casa rural en torno a las siete y media de la tarde, y los holandeses fueron recogidos apenas una hora después.Los condenados por el caso de los holandeses fueron Juan Cuenca,Valentin Ion,Constantin Stan,Serafín de Alba y María Rosa Vázquez.
Los cuerpos de la jugadora de voleibol holandesa Ingrid Visser y de su pareja, Lodewijk Severein, eran encontrados en mayo de 2013 de noche, enterrados en una apartada zona de la localidad murciana de Alquerías, en un terreno privado. Los cadáveres estaban desmembrados y dentro de bolsas de basura.
Hacía tiempo que se les buscaba. Hasta un agente de la policía holandesa se desplazó a la Región para colaborar en el operativo policial abierto a raíz de la desaparición de esta jugadora internacional de voleibol y de su novio.
Ambos «tenían una relación normal con sus familias y mantenían el contacto con ellos de forma periódica». Fueron vistos por última vez en un lunes de mayo del 2013 por la noche, a su salida del hotel donde estaban alojados.
La versión oficial sostenía que los holandeses habían venido a Murcia por motivos sanitarios para someterse a un tratamiento de fertilidad y tenían vuelo de regreso a su país a los pocos días.
Era por la noche cuando fueron hallados los cuerpos. Después comenzaron las detenciones y las sospechas de cuál fue la causa. Se habló de motivos económicos. Trascendían dolorosos detalirculado la foto de los desaparecidos, para ayudar en su búsqueda) se incrementaron. Medios de comunicación holandeses llegaban a Murcia. Iles del crimen y las muestras de cariño en redes sociales (donde había cngrid Visser que fue internacional con la selección de su país en más de 500 ocasiones, había militado en el CAV Murcia 2005, equipo en el que permaneció hasta el 2011.
El fiscal condenó a un cuarto de siglo de prisión para tres de los acusados, Juan Cuenca, el cerebro del crimen, Valentin Ion y Constantin Stan ,dos rumanos sicarios contratados por Cuenca para acabar con la pareja. Asimismo condenó a tres años de cárcel para Serafín de Alba, propietario de los terrenos donde aparecieron enterrados los restos de los holandeses por un delito de encubrimiento.
Ese lugar era la Casa Colorá, un alojamiento rural emplazado en La Hurona (Molina de Segura). Una amiga de Juan Cuenca , María Rosa Vázquez ,la cual no tenía ni idea del plan, se había encargado de reservar el sitio por encargo de él.
Juan Cuenca ese día, el 14 de mayo de 2013,dijo que Lodewijk Severein le pidió que recogiera a un misterioso llamado Dankovich en el aeropuerto valenciano de Manises, y que lo llevara al alojamiento rural. Una vez allí, el ex gerente tuvo que acompañar al gánster y a la futura víctima a un polígono industrial conocido como «La Polvorista» porque «el holandés y Danko tenían una reunión importante con otra gente». Cita en la que él se mantuvo al margen.
El problema sucedió a la vuelta, justo cuando comenzó una fuerte discusión entre éste y el holandés por cuestiones económicas. En palabras de Cuenca, la dialéctica se convirtió en una auténtica refriega en el momento que Valentin Ion, un rumano que también fue detenido junto a otro compinche de su misma nacionalidad, intervino en la discusión con ánimos apaciguadores y recibió un golpe del propio Severein, quien a su vez acababa de sacar una pistola.A partir de ese momento, los acontecimientos se precipitaron, Dankovich había matado al holandés y golpeado de forma mortal a Ingrid Visser porque ésta tenía el arma de su novio entre las manos.
Sin embargo todo fue mentira. Dankovich no existía, Severein no tenía una pistola, ni la discusión se había producido. El crimen formaba parte de un oscuro plan cuyo maestro de ceremonias era el propio Juan Cuenca, quien había contratado a los rumanos Valentin Ion y Constantin Stan en su propia tierra, Valencia, para que se deshicieran del holandés con el pretexto de que se sentía amenazado por éste.La muerte de Ingrid Visser llegó por añadidura, simplemente por ser la acompañante del objetivo principal.
De esta manera, la confesión inesperada del valenciano hizo posible conocer un nuevo desarrollo de los acontecimientos que sólo variaba en la autoría de los hechos.El rumano Valentin Ion tomaba el papel del inventado Dankovich, y aprovechaba la discusión surgida entre Juan Cuenca y Lodewijk Severein para golpear brutalmente a la pareja de novios con un jarrón y «una escultura » que se encontraban en la vivienda.
Cuenca manifestó además que había otras dos personas que habían tenido conocimiento de los crímenes, Serafín de Alba, el dueño de la finca de limoneros donde aparecieron los cadáveres, fue condenado por encubridor, y María Rosa Vázquez, la persona que había llevado a los holandeses en su coche hasta la «Casa Colorá».
Valentin Ion, reconoció haber matado a la pareja a golpes de jarrón.Varias evidencias estaban en su contra, entre ellas los 1200 euros que Juan Cuenca le había entregado como adelanto por unos servicios que resultaron difícilmente explicables. El abogado defensor del rumano, Fermín Guerrero, le recomendó por lo bajini que se encomendara a la sinceridad como había hecho su paisano Constantin Stan unos minutos antes.
El público asistente no pudo evitar mostrar su estupefacción.Las nuevas revelaciones permitíeron ahondar en una incógnita que había sido bastante comentada a lo largo de la instrucción, si Ingrid Visser había muerto por acompañar a su pareja sentimental al alojamiento rural, algo que la posterior declaración de María Rosa Vázquez ponía en duda al señalar que Cuenca le había pedido que recogiera a dos personas en Murcia, parecía que el objetivo principal del plan era el propio Severein. ¿Por qué? ¿Qué ocultaba aquel holandés de 57 años?
El papel que desempeñó Constantin Stan, el otro rumano que había sido contratado por el ex gerente,dijo su paisano Valentin Ion que sólo había participado en la ocultación de los cuerpos, ya que se encontraba en estado de embriaguez cuando sucedieron los asesinatos. Un testimonio que fue apoyado en todo momento por el aludido al asegurar que desde el instante en que había llegado por la mañana a la «Casa Colorá», no había dejado de empinar el codo. No obstante, esta manifestación difiere de los posicionamientos y de la declaración de María Rosa Vázquez, que indicaban que Juan Cuenca y los rumanos llegaron a la casa rural en torno a las siete y media de la tarde, y los holandeses fueron recogidos apenas una hora después.Los condenados por el caso de los holandeses fueron Juan Cuenca,Valentin Ion,Constantin Stan,Serafín de Alba y María Rosa Vázquez.
1 comentario:
¿Podrían volver a redactarlo o corregirlo? No tiene coherencia.
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