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lunes, 23 de julio de 2018

Asesinos de Pesadilla , Pedro Jiménez, Puro Lujo de Males

Aurora Rodríguez y Silvia Nogaledo eran dos mujeres nacidas en León que estaban de prácticas para la policía nacional y compartían piso en L'Hospitalet de Llobregat, en el barrio de Bellvitge, hasta que Pedro Jiménez, quien estaba de permiso carcelario, acabó con sus vidas.
Psicópata de manual, diagnosticaron los forenses, «violador compulsivo», describieron los Mossos, «fallo del sistema penitenciario», denunció la fiscal de uno de sus tantos juicios, ante el vértigo de su historial: 14 detenciones, 10 de ellas por delitos contra la libertad sexual y dos robos con violencia. El 5 de octubre de 2004,Pedro Jiménez con 35 años, coronó su atroz carrera delictiva con la violación, asesinato y profanación del cadáver de dos jóvenes policías en prácticas que compartían piso en el barrio de Bellvitge de Hospitalet de Llobregat, tras abordar a punta de navaja a una de ellas en el portal del edificio cuando regresaba de trabajar en el turno de noche. Por ese doble crimen, que reabrió el debate sobre la difícil reinserción de los violadores reincidentes,Pedro Jiménez fue condenado a 94 años de cárcel, en una sentencia en que el juez recurrió a la expresión «puro lujo de males», propia de los tratados clásicos de derecho, para describir su ensañamiento con las víctimas.
Crecido en un entorno hostil, con un padre alcohólico y maltratador y una madre aquejada de un grave trastorno psiquiátrico, Pedro Jiménez entró en prisión con 16 años y, desde entonces, fue de cárcel en cárcel trazando una espiral de violencia contra las mujeres, única forma en que sabía relacionarse con ellas: en toda su vida, solo había tenido sexo a la fuerza. Silvia Nogaledo, de 28 años de edad, y Aurora Rodríguez, de 23 años fueron las víctimas aquel día, precisamente Aurora celebraba su cumpleaños. Silvia desempeñaba su labor en la comisaría de La Verneda mientras que Aurora trabajaba en la comisaría de Castelldefels. Aurora Rodríguez regresaba a casa de madrugada después de hacer el turno de noche en su trabajo, cuando fue sorprendida por Pedro Jiménez, que la obligó a punta de navaja a entrar en su piso. Una vez en el interior de la vivienda, Silvia Nogaledo estaba en la bañera y cuando salió del baño, tanto ella como su compañera fueron atadas y amordazadas y las dos fueron agredidas sexualmente. Tras la escena de violencia, el delincuente decidió dar muerte a las dos agentes. Una de las jóvenes había recibido siete puñaladas y la otra cinco. Además, la autopsia hacía observar que cada uno de los cadáveres presentaba un pinchazo superficial, efectuado probablemente con la misma arma. Para que no quedara rastro de su paso por la escena del crimen, el asesino prendió fuego a la casa, pero antes tuvo la sangre fría suficiente para cambiarse la camisa y el pantalón, que estaban ensangrentados, y robar prendas del armario de sus víctimas. Las tareas de los Bomberos de la Generalitat hicieron que el piso, situado en un gran bloque de viviendas, no quedara arrasado por las llamas y quedaran restos que fueron analizados.
No transcurrieron muchas horas hasta que un cliente del famoso restaurante La Oca, situado en la céntrica plaza Francesc Macià junto a la avenida Diagonal, encontrara en los baños del local un cuchillo y unas zapatillas deportivas. Las había dejado el asesino para deshacerse del arma y de un calzado que le podía delatar. La Policía Científica actuó con toda celeridad. Obtuvo muestras biológicas de semen y cabellos del agresor y encontró algunas pistas relacionadas con el teléfono móvil del asesino. Todo fue muy rápido. A los tres días, la Guardia Civil y los Mossos d´Esquadra detuvieron en Girona a Pedro Jiménez García. Fue localizado en la barraca de Mustafá Kunda, otro delincuente ya en libertad con el que había coincidido en la prisión de Brians. Pero es que, con el crimen de Bellvitge, Pedro Jiménez no hacía sino llenar una línea más en su historial repleto de reincidencias. Una trayectoria que empezó en 1985, la trayectoria comienza cuando fue condenado por dos delitos de abusos deshonestos y por un delito de violación en grado de tentativa. En una jornada de permiso mientras cumplía condena, violó a una niña de 14 años, lo que le valió una segunda condena de quince años de cárcel. Seguía en prisión cuando se le otorgó un permiso penitenciario. Cometió entonces otro delito sexual al violar a una mujer, además de robarle. Se le condenó en aquella ocasión por este delito y por otros tres robos con intimidación, lo que sumó un total de 52 años de cárcel de condena. Tampoco entonces se le suprimieron los permisos penitenciarios.
Fue juzgado por el tribunal de la sección Octava de la Audiencia Provincial de Barcelona por una presunta violación que había cometido durante otro permiso de salida. Ocurrieron los hechos el 27 de marzo de 2003. El ministerio fiscal acusó a Pedro Jiménez de haber seguido a Marta Solís, una joven de la Zona Franca de Barcelona, hasta su casa. Allí había aprovechado para subir con ella en el ascensor que la llevaba al domicilio, sacó un cuchillo y se lo puso a la altura del cuello. Ya en la casa,la había violado y quitado dinero, un teléfono móvil y joyas, así como dos tarjetas de crédito. El juicio por las dos policías tuvo lugar el 13 de septiembre del 2005. Ante el tribunal, Jiménez dijo que no recordaba lo sucedido pero que tampoco negaba que hubiera cometido la agresión sexual. Insistió en que aquel día había consumido drogas y que era adicto a los estupefacientes. El procesado, desde el día de su detención, fue aislado porque las autoridades penitenciarias temieron que algún preso le agrediera. Más tarde, pasó a una celda donde hace «vida similar a la de cualquier otro recluso y esperemos que ahora ya sí, nunca más vuelva a pisar la calle y tener contacto alguno con la sociedad civil.

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