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viernes, 14 de julio de 2023

Mónica Juanatey, La Excarceladora de Noia

Mónica Juanatey Fernández, nacida en Noia (La Coruña), fue detenida en diciembre del 2010 en Mahón (Menorca) por la autoría de un homicidio doloso –hacer daño con intención de matar– contra su hijo César Juanatey, de nueve años de edad. Concretamente, por ahogarlo a sangre fría en la bañera de su casa menorquina, el 7 de julio de 2008. El crimen se descubrió el 23 de diciembre del 2010, cuando se incautó una maleta roja en el torrente de Binidalí, cerca de Mahón. Contenía, entre otras cosas, un estuche escolar con el nombre del niño y su cadáver envuelto en fundas negras.
La propia Mónica confesó su autoría nada más ser detenida por la policía. Al principio explicó que se encontró a su hijo muerto y que por miedo lo ocultó. Al mostrársele las pruebas, la gallega se derrumbó y confesó haberlo ahogado porque la hacía sentirse «agobiada» y «estresada». Su mundo virtual y el de Muki poco tenían que ver con la realidad. Informó al titular del juzgado número 2 de Mahón que tuvo a César con 18 años. En 2007 se lo entregó a Alberto María Tuñez, el noiés con el que vivía, para trasladarse a Menorca con el pretexto de buscar trabajo. Los problemas comenzaron cuando Alberto empezó a cansarse de César. Y es que él no era el padre biológico. Como manifiestan los correos que se mandaba con una amiga de Galicia en su blog Muki la Excarceladora, Terror a la gallega, el noiés la amenazó con enviárselo si ella no regresaba. «Está muy mosqueado porque me he venido a trabajar. Cuando se lo dije le pareció bien, pero claro, ahora se da cuenta de lo que es estar con el niño todo el día y no tener libertad para hacer lo que le dé la gana. Yo me he venido a trabajar, no de juerga, pero bueno, él sabrá lo que va a hacer, se despachaba Mónica Juanatey. Posiblemente sintiera miedo. Miedo de que se descubriera que, en realidad, estaba viviendo con un chico al que conoció a través de un chat en internet. Miedo de que Víctor,su novio en Mahón, descubriera la verdad y la abandonara. Porque en las Islas Baleares, Mónica no era madre.
Resolvió dejarlo con sus padres, con los que duró poco tiempo. Molestos con la actitud de la parricida y, como si César fuera una maleta, lo metieron en el avión y se lo enviaron. Mientras, Mónica pensó la solución: César sería su sobrino y que los visitaba durante diez días. Se aprendió César bien el papel, Víctor, su pareja de Menorca contó que el niño se paseaba por la casa llamando «tía» a la gallega. Pasados los diez días estimados, el menor desapareció y Mónica le contó a Víctor que había vuelto con su verdadera familia a Galicia. El cadáver del pequeño hubiera permanecido en la maleta si no se hubiera descubierto dos años después: la coartada era perfecta. Los abuelos pensaban que vivía en Menorca y le enviaban regalos, su novio Víctor creía que estaba en Galicia y en el colegio del niño no notaban su ausencia puesto que Mónica lo descolarizó con el pretexto de cambiar de residencia a Menorca y llevarse a César con ella. El centro tramitó un traslado de expediente.
Pero una versión no sirve si no se sustenta con detalles. Y ahí entraba en juego el universo de Muki, como también se hacía llamar en su blog. «Por aquí todo bien. Al niño le hice ayer la comunión, lo pasó muy bien. Eran él y cinco amiguitos que hizo en el cole. Una pequeña merienda y listo. Muchos besos de César que habla de ti todavía, creo que eres la única de la que no se olvida». El niño no fue de marinerito, fue bien vestido pero no de marinero. Ambos con fecha del 2 y 7 de noviembre de 2008. Mónica Juanatey había matado a su hijo César en julio, cuatro meses antes.
Desde aquel verano, Mónica trabajó de panadera en la cadena de tiendas Macxipà, y de limpiadora en un concesionario de Mahón, subcontratada por una empresa del Grupo Eulen. Desde la panadería afirman que no «superó ni siquiera la primera prueba. «Nosotros buscamos un perfil muy diferente, una persona muy simpática, a la gente le gusta llegar y contar sus problemas», cuentan desde la central en Barcelona. «Creo que esta chica pasaba bastante desapercibida». Fuentes del concesionario en Mahón, en el que estuvo trabajando hasta el momento de su arresto, revelan todo lo contrario. «Le contabas tus problemas y siempre daba un consejo, parecía buena persona», comenta un mecánico. «Eso sí, recuerdo que a veces se escondía con el móvil y no paraba de mandar mensajes. Yo me compadecía del otro». Una empleada que afirmó mantener una relación más estrecha con la filicida, es la más asombrada. «Todavía no me lo puedo creer, cuando lo pienso se me quitan las ganas de comer». Cuenta la chica que Mónica la esperaba todas las mañanas para desayunar, y siempre la invitaba al café. «Nunca podía pagar yo». En una de las conversaciones, que mantenían cuando salían a fumar, Mónica le contó que tuvo un hijo, al que su hermano mató en un accidente de tráfico. «Me dijo que por eso no se llevaba bien con su familia, su hermano se sentía culpable, y sus padres se lo reprochaban. También me contó que seguía con el padre del niño, pero que cuando era su aniversario no podían ni mirarse a la cara porque recordaban el momento». Lo que más le sorprendió a la trabajadora del concesionario es que el día anterior a que la Policía la detuviera, Mónica se presentó en el trabajo para avisar de que estaba enferma y que no podría ir a trabajar al día siguiente. «Me pareció muy exagerado porque si te encuentras mal, llamas. Ahora pienso que era una despedida». A pesar de que en la empresa la imagen de la gallega era «la de una persona normal», sí que coinciden en calificarla de «distante» y de tener unos principios inquebrantables. «No era nada flexible con las versiones de los demás», opinó la chica. Mónica Juanatey, con sus características trenzas rubias, fue trasladada a la prisión de Palma de Mallorca. Mónica en sociedad era Muki. Aunque su mismo apodo la delata: significa «el que asfixia» en quechua.
Aquel 1 de julio de 2008, César viajó a Menorca con sus cómics, sus cromos, sus juguetes y su estuche de lápices de colores. Ese que había llevado cada mañana al colegio «Felipe de Castro» del municipio coruñés de Noia durante el curso 2007-2008. Acababan de terminar las clases. Salvo causas de fuerza mayor, no se había perdido ninguna. Todas las veces que el centro había requerido la presencia de sus tutores legales para hablar de su rendimiento escolar, allí estuvieron su abuela materna, la madre y, al menos en una ocasión, Alberto Tuñez, el joven que lo había reconocido legalmente como hijo. En ese momento, César Juanatey vivía con María y Víctor, sus abuelos maternos. Su día a día en Noia era normal, en un ambiente estable, ordenado, sereno. Antes había residido con Alberto Tuñez, por esas fechas el último novio oficial de Mónica, con el que incluso llegó a tener planes de boda aunque al final lo dejara plantado delante del altar. María, la abuela, que muchas veces pensó en pedir la custodia, siempre entendió que con quien mejor debería estar un niño es con su madre. Aún así, veía que su hija no estaba preparada, que debía cambiar su comportamiento y que no atendía a razones. Pero Mónica lo reclamó y se lo llevó a Mahón.
Cuando el dia 1 de julio del 2008, Mónica y su hijo llegaron a Menorca, se alojaron en la casa en la que convivía con su recién estrenado compañero sentimental, Víctor, al que había conocido por internet. «Tita, tita, tía». Así reclamaba César su atención. Tenía órdenes estrictas de comportarse como si fuese «el sobrino» para no descubrir el gran engaño, del que Mónica ya no supo salir: no le había dicho a su nuevo novio que era madre soltera. El chico veía la televisión con la pareja y, en sus ratos de ocio, disfrutaba con sus tebeos, juegos y cromos. Víctor, nacido en Andalucía y de profesión vigilante jurado, recuerda que «ella era alegre y cariñosa con él, lo trataba bien. Yo sabía que ya había estado bajo su cuidado en Galicia y no sospeché nada. Lo quería». No constan discusiones ni malos tratos durante esos diez últimos días de la vida de César. El 10 de julio, Víctor ya no encontró al pequeño al volver a casa después de trabajar. Fue entonces cuando preguntó a su novia Mónica Juanatey. Ella le contestó que había vuelto con los suyos. Pero en realidad su hijo ya estaba muerto y enterrado en una maleta. Los investigadores creen que Mónica condujo el coche en el que transportó el cadáver desde su vivienda hasta el monte. Lo que pasó por su cabeza aquel día permanece en su mente en forma de nebulosa, según señaló el abogado de oficio que le había sido asignado. La joven recuerda que vio a su hijo muerto en la bañera y también que lo introdujo luego en una maleta roja. Pero dijo no tener conciencia de haberlo ahogado, ni tampoco de tener el propósito deliberado de hacerlo.
Víctor, el novio que había conocido por internet, continuó durante un tiempo interesándose por el niño, hasta que Mónica inventó una nueva mentira: «No me preguntes más porque se murió en un accidente». Después, la parricida mantuvo «vivo» a su hijo en Facebook, donde relataba cómo los dos, madre e hijo, iban pasando el verano. Escribía a su prima y a una amiga: «Yo ando bastante liada preparando nuestras cosas para irnos a Mallorca. Cuando esté allí ya mandaré fotos de los dos»... «César está yendo a clases de verano, y así me ahorro un poco la pasta de la canguro. Nos vamos para la semana próxima. Cuando esté allí ya te avisaré, pásalo bien en la feria medieval y da saludos por ahí»... «El niño está bien, aprendiendo catalán para que no coja mal el curso». En noviembre de 2008, se inventó su Primera Comunión. Y al siguiente invierno, el de 2009, a su casa de Noia llegó, a través de su prima y confidente, una foto del chaval riéndose y pasándoselo en grande. La cara se distinguía mal, tal y como estaba sacada, pero en la imagen se le veía feliz. En Baleares, Mónica trabajó en una panadería, en el aeropuerto y en una empresa de limpieza. A sus últimos compañeros les había relatado una experiencia terrible, según explicaron ellos mismos, «que sus padres habían muerto con su sobrino en un accidente». Intentaron apoyarla. Parecía muy sensible con el tema. Incluso a otros les dijo que había tenído un hijo pero acordaron no hablar sobre la maternidad en los cafés. Mónica salía con sus compañeros a tomar cafés, sólo pagaba algunos, y les daba consejos. La veían una persona «sensata». No lo creían así algunos de sus parientes: «Siempre fue a su bola, miraba por su interés, lo primero era que ella estuviese bien. Tuvo varios novios, llegó a rumorearse incluso que había tres posibles padres para César, su ex Iván; el siguiente, Alberto Tuñez; y un restaurador noyés». ¿Nunca lo aclaró? «No, podías preguntarle pero... Depende de como la pillaras. Decía que era su hijo y punto, y que nadie tenía que saber quién era el padre. Se reía, le divertía eso». No era una estudiante brillante, y le resultaba insoportable que en casa le dijesen que «tenía que tener conciencia, coger sentido común, o sentar la cabeza». Probó a vivir sola, en pareja y a volver con sus padres. Y César, enmedio. «Hacía un año que no actualizaba su perfil, pero como pasaba de todo, tampoco eso nos alarmó», manifestó uno de sus ex amigos. Alguna de sus «colegas», término que ella empleaba, fue de vacaciones a la isla. Pero no pudieron verla. O estaba ocupada en el trabajo, o se inventaba algo, puntualizan. En una ocasión, mandó un recado a través de su prima: «Dile a mis padres que no manden más cosas porque no quiero que César recuerde nada de Noia, ni a nadie». A su madre, María, no le cogía el teléfono. «Mónica, se murió tu abuela». Fue el mensaje que consiguió transmitirle una vez. Cinco palabras después y ella colgó.
Mónica Juanatey se encargaba de un blog en el que se autollamaba «Muki la excarceladora. Terror a la gallega». A Alberto Tuñez, el hombre que dejó abandonado a las puertas del altar por su «cibernovio» Víctor de Mahón, llegó a avisarle, de que «César había fallecido en la carretera. Él no la creyó. «Eso le pasaba a mucha gente, porque siempre fue de inventarse cosas; mentía mucho», desvelaba un allegado suyo. «A su casa también hacía llegar el mensaje de que no iban a volver a ver al niño, en tono de venganza», añadió. Pero esa amenaza se cumplió. En una maleta roja, mediana, tirada en la zona boscosa de Binidalí, cerca de Mahón, apareció el cuerpo sin vida del niño César Juanatey, con enseres personales, el cómic de Naruto, y un estuche con lápices de colores. Debajo del espacio reservado para la goma de borrar, una inscripción, «ces r» —la letra «a» no podía leerse— acompañada de las iniciales «j. f.». Dos excursionistas encontraron los restos.
Agentes adscritos al Grupo de Homicidios introdujeron en las bases operativas que se emplean para esos casos la edad aproximada, a fin de comprobar si existía alguna denuncia de un menor desaparecido con estas iniciales y esos años, en España o el extranjero. No dio resultado. El enigma lo resolvió el SAF (Servicio de Atención a la Familia) de la Comisaría de Vigo. Un menor natural de Noia no tenía renovado el DNI y había estado escolarizado de 2002 a 2008. Llamaron a los abuelos maternos: «Está con su madre en Menorca». Telefonazo a la madre Mónica Juanatey: «Está con su padre y sus abuelos en Galicia». Esa mentira ya no se sostuvo. Mónica acababa de poner fin al último viaje de su hijo. Una serie de casualidades convergieron para hacer posible que el crimen de César Juanatey no fuese descubierto en dos años y medio. En el colegio de Noia no encontraron sospechoso que ningún centro escolar de Menorca hubiese reclamado su expediente. Lo habitual, cuando un alumno deja una escuela, es que cuando se matricula en la siguiente, ésta se ponga en contacto con la anterior para solicitar todo el papeleo. Pero no siempre se hace, principalmente en los privados, aclara Fran Lires, el director del «Felipe de Castro». La profesora del niño ya está jubilada. Los abuelos maternos tampoco presagiaban nada. Seguían enviándole regalos a César, desconocedores de la trágica realidad. Nunca hubo una devolución expresa. Sí casos en los que llegó el envío, con el aviso «desconocido» porque Mónica se había mudado, sin comunicarlo. Tampoco era extraño, dado que había decidido cortar todos los lazos con su familia de Galicia.
Cuando Mónica estaba en Noia, únicamente la presencia de su padre mitigaba las peleas. Fue siempre así. Támbién cuando inició en 1998 una relación fugaz con Iván, un joven del pueblo, y al poco tiempo quedó embarazada y dio a luz a César. No dejó de ser asidua de bares y discotecas. Sus empleos fueron todos de corta duración. Tres contratos en el ayuntamiento, dos para la limpieza de playas y otro en tareas de protección civil; y tres meses en la charcutería del supermercado Jefama, donde Inés Fariña, hija de los dueños, recuerda su carácter fuerte.

1 comentario:

lucy nolan dijo...

Un crimen sin nombre , una asesina sin corazón