Si del resultado que obtenemos de cómo está la sociedad actual y que venimos arrastrándola desde hace muchos años,donde la denigración y el morbo por hacer daño al prójimo está a la orden del día,la lucha por erradicar la pandemia del acoso escolar y la lacra de la violencia de género,sucesos lamentables e intolerables como el ocurrido con Verónica Rubio, la mujer de 32 años y trabajadora en una planta de la compañía de Iveco en Madrid,nos hace un daño de consecuencias incalculables a todos,incluyendo al futuro más cercano y al presente.
Era como una bestia que esperaba dormida. Fue hace
cinco años cuando Verónica Rubio,grabó un vídeo sexual con su móvil. Por entonces tenía 27 años. Después de eso el tiempo pasó como si
nada, se casó, tuvo dos hijos y llevó una vida normal. Hasta que el 11 de mayo del 2019 el vídeo salió de su ámbito privado y empezó a circular por los grupos de WhatsApp de la empresa y la bestia se despertó.
Como la pólvora y ajenos al sufrimiento que estaban
causando, los compañeros empezaron a difundir las imágenes entre ellos,
los unos a los otros y en otros grupos de WhatsApp de la empresa. Todos
entraban en su intimidad y ella no aguantaba la presión. Algunos
iban a su puesto de trabajo con el comentario de “mira, esa es la del
vídeo” puesto en la boca. Verónica no pudo más y el sábado 25 de mayo del 2019 se ahorcó. Pero el vídeo volvió a circular por el despecho de alguien
que había tenido una relación sentimental con ella en el pasado.
A las afueras de la fábrica de Iveco, localizada en la Avenida de
Aragón, en el extrarradio de Madrid, los trabajadores acudían a su puesto
de trabajo como cada día. Es por la tarde y van entrando los que
compartían turno con Verónica. “Yo me acuerdo de que el miércoles
la vi llorando. Muchos habíamos visto ya el vídeo, estaba circulando
por los grupos de WhatsApp. Fue tan difundido que a mí me llegó de gente de fuera de la empresa”, comentaba un compañero de trabajo de Verónica. En el mismo grupo de compañeros, mientras apuraban los cigarrillos antes
de fichar la entrada, otro cuenta que después de que las imágenes se
hicieran virales, era común que algunos fueran a su puesto de trabajo a señalarla
y a enseñarle a los que no la conocían quién era la famosa
protagonista del video sexual. Además, ellos que sí lo han visto, relataban que se
trataban de imágenes absolutamente humillantes para ella.
La plantilla de esa fábrica de Iveco ronda los 2.500 empleados y los
compañeros de Verónica son en su mayoría hombres. Y en su actitud
pensando que no pasaría nada, a ella le tocó ser la comidilla. “Hay un
trabajador que vi que la estaba señalando y que le estaba enseñando a
otro quién era la del vídeo. Cuando se lo recriminé, la respuesta fue: si a ella no le importa”, añadió el compañero.
La historia de Verónica Rubio, por desgracia, es más
habitual que nunca desde que se popularizaron las redes sociales. Los
grupos de WhatsApp de muchos se han convertido en un sumidero de vídeos
grabados sin consentimiento donde las protagonistas y principales
afectadas suelen ser mujeres. Se trata de una violación de la intimidad
que de vez en cuando estalla en la cara de la gente que aparece en ellos
y le cambia la vida.
Verónica vivía en la localidad madrileña de Alcalá
de Henares con su marido y sus dos hijos, que tienen entre dos y cinco
años de edad. Ahí llevaba una vida tranquila entre el trabajo y la casa.
Se había casado hace muy poco, era muy joven.
Había entrado en CNH Industrial, una empresa del grupo Iveco en 2006 y trabajaba en la cadena de montaje, fabricando camiones.
Al principio, su labor era modesta y transportaba tubos de escape en
una carretilla. Pero pronto fue asumiendo más responsabilidades y ya trabajaba en el grupo de Ejes y Puentes. Y parecía una más
totalmente integrada. En marzo del 2012, Verónica apareció en un número de la revista oficial que Iveco edita todos los meses.
“Trabajar con compañeros agradables hace que se te pase el día más
ameno, aunque en Iveco estamos en una situación difícil por las
distintas regulaciones que estamos padeciendo por la crisis tan
prolongada que estamos sufriendo”, decía Verónica para la revista. “Pero
tenemos suerte ya que seguimos trabajando y mejorando”, añadía, y salía
en una fotografía con todos sus compañeros sonrientes. Pero algunos de los compañeros que ella elogiaba como “agradables” y que hacían su tiempo ameno, acabaron siendo cómplices y compartiendo el vídeo,
contribuyendo al ambiente que llevó a Verónica a acabar quitándose la
vida. “La puntilla fue cuando el vídeo llegó a su marido. Aunque lo
había grabado antes de casarse con él, el día 24 de mayo del 2019
él lo había visto y estaba destrozada”. El
motivo fue que las dichosas imágenes llegaron a su cuñada, la hermana de
su marido, que también trabaja en Iveco y que se lo comentó cuando cayó
en sus manos. Ese mismo viernes, Verónica ya no podía con la presión que le llegaba del entorno familiar y laboral y tuvo que irse a su casa incluso antes de terminar su jornada. Al día siguiente, el 25 de mayo, apareció ahorcada.
El caso está en manos de la Policía Nacional,
que comenzó investigando el hecho como un suicidio,
antes de saber de la existencia del vídeo. La responsabilidad penal puede llegar a los 2.500 trabajadores de la empresa, por haber podido incurrir en un delito
de revelación de secretos, que tiene unas penas de entre tres meses y un
año de cárcel.
La responsabilidad además no sólo afectaría al primero que difundió las imágenes sino también a cualquiera que las haya difundido posteriormente.
A la responsabilidad penal habría que añadir una civil que el juez
tendrá que decidir según el perjuicio que se haya causado al entorno de
Verónica. El hecho de que tuviera trabajo, familia, hijos y se haya
acabado suicidando suma al perjuicio.
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