miércoles, 6 de octubre de 2021

Sonia Rescalvo Zafra, Victima de la Homofobia de Extrema Derecha

 


En la madrugada del 6 de octubre de 1991, dos mujeres transexuales duermen al raso en el parque de la Ciutadella, en Barcelona. Esa misma noche, un grupo de neonazis de la extrema  derecha reparte el odio por el centro de la ciudad. En su cacería, que les conduce hasta ese recinto ajardinado, apatean con sus botas reforzadas de acero a esas dos mujeres y luego a un sintecho. Una de las golpeadas, Sonia Rescalvo Zafra, muere de la brutal paliza. 

Los neonazis llaman a esa barbarie " tocar el tambor" por su sonido cuando golpean sus botas contra las cabezas de las víctimas, realmente el tambor les sonó en sus condenas cuando fueron ajusticiados. 

El asesinato de Sonia Rescalvo Zafra, del que se cumplen 30 años el día 6 de octubre del 2021, supuso un antes y un después para el colectivo trans en España. Está considerado como uno de los primeros crímenes de odio de la historia del país,atrás se recuerda también al de Rambal en Gijón, y en la memoria más reciente el de Samuel Luiz Muñiz en A Coruña, ambos por odio por el mero hecho de ser gays. La rabia por la muerte de Sonia Rescalvo Zafra sirvió de catalizador para el movimiento contra la LGTBIfobia y para que la sociedad se diese cuenta de la violencia a la que enfrentaban estas personas. 

Quién fue Sonia Rescalvo? Ella llegó de adolescente a Barcelona procedente de un pueblo de Cuenca y fue durante años bailarina en teatros y cabarets de la Avenida Paral-lel. Cuando la asesinaron tenía 35 años y había caído en la indigencia. Por eso dormía en la glorieta del parque, con su compañera Dori.

Sonia nació de nombre Juan José Rescalvo  Zafra el 12 de octubre de 1956, según los informes médicos que conserva la abogada de la acusación particular en el juicio, María José Varela. Es decir, que el 6 de octubre de 1991 estaba a seis días de cumplir los 35 años. Murió mucho más joven de lo que se pensaba hasta ahora.

Sonia llegó a la capital catalana muy joven, a finales de los 70. Y con suficiente confianza como para conceder durante ese período una entrevista a la revista erótica Lib. La charla se publicó en 1978 en el libro recopilatorio El libro de los travestis. Ella debía tener 20 años. Uno de esos ejemplares lo conserva en su casa Beatriz Espejo, histórica activista y presidenta del extinto Col·lectiu Transexuals de Catalunya, una asociación que se constituyó precisamente a raíz de la muerte de Sonia.

"Encontré el libro en el mercat de Sant Antoni y cuando la vi, me di cuenta de que claramente era ella. Todas nos conocíamos en esa época", recuerda Espejo, que  reconoce que no había compartido este documento con nadie.

En ese reportaje aparece Sonia junto con otras artistas y cabareteras trans. Una de ellas es una joven Bibiana Fernández, conocida entonces en el mundo del espectáculo como Bibi Andersen. También está Angie von Pritt, artista trans que se dio a conocer por imitar a Bárbara Rey, y otra llamada Desirée. En la imagen principal, Sonia luce una chaqueta blanca y una blusa azul a juego con el collar de perlas.


Frente a dos botellas de cerveza y dos cafés, las cuatro se prestan a charlar abiertamente sobre la transexualidad, a pesar de que por aquella época todavía estaba en vigor la Ley de Peligrosidad Social con la que se les reprimía y detenía. 

– Yo no me considero travesti, pues durante todo el día soy una mujer. 

Así de tajante responde Sonia Rescalvo a la primera pregunta que le formula el entrevistador. Antes que ella, sus compañeras le cortan de la misma forma. Bibiana resulta incluso pedagógica: "La palabra travesti no es la indicada para llamarme a mí. Considero que nosotras estamos dentro de las transexuales, con o sin operación. Con o sin cambio de sexo. Travesti es el señor que se viste de mujer para trabajar pero durante el día lleva una vida normal de hombre. Yo vivo una vida muy de mujer durante las 24 horas del día".

A lo largo de la charla, Sonia defiende que ser trans no se decide, sino que "está dentro de la persona, es natural". Y reconoce que se siente "bastante" marginada. "Hay momentos en los que me siento acomplejada. Muchas personas no me entienden", añadía. 

En el momento de la entrevista, Sonia tenía  22 años. Cuando le preguntan cuándo comenzó a "vestirse" y "pintarse" como una mujer, respondió que dos años y medio atrás. "Antes no podía, pues vivía con mis padres, y no me lo permitían". También explicaba, sin dar detalles, que convive con una mujer que no es su pareja.

Todas ellas hablan de los problemas legales que sufren, de sus aspiraciones, de las amistades y puñaladas entre bailarinas trans en el mundo de los clubs y las salas eróticas, y rechazan sin demasiado éxito la pregunta sobre si se dedican también a la prostitución. "Me da un poco de vergüenza decirlo, porque eso ya pertenece a la vida privada…", se excusa Sonia.

Sobre su futuro, esta joven veinteañera decía: "Yo pienso dos cosas. Una es ahorrar dinero y poner un negocio. Y la otra es conseguir un rico millonario que me retire". Pero sus deseos nunca se llegaron a cumplir.

Que sus sueños se desvanecieron pronto lo sabía muy bien Silvia Reyes, conocida artista y striper trans durante los años 70 y principios de los 80 en Barcelona. Compartió piso con Sonia Rescalvo durante cinco años. En una charla, esta mujer completa parte de un puzzle sobre el que nunca le han preguntado demasiado: la vida de la que fue su amiga Sonia.

"Yo no conocí en Barcelona a una transexual que vistiera tan bien como Sonia". Silvia le sacaba siete años. A finales de los 70, ambas compartieron una pensión, en la calle Pelai, y los escenarios de varios clubs de striptease. La Sala Río de la calle Floridablanca, el New York de la calle Escudellers… "Ella no era ni follonera ni se metía en la vida de nadie, como yo. Pero las dos personas de las que se enamoró se comportaron muy mal con ella y se llevaron su dinero". "Cuando ya estaba arruinada y no tenía nada en el banco, la abandonaron".

Silvia Reyes viajaba mucho a Suiza y a otros países para actuar y durante un tiempo trató de convencerla para que se fuese con ella. No tuvo éxito, Sonia era muy sensible y entró rápidamente en depresión tras el fracaso de sus relaciones, lo que le empujó al consumo de droga "hasta el fin de sus días", refiere hoy esta bailarina trans retirada. "Yo le decía que si no tenía dinero que se lo pagaba yo, pero no hubo manera”. 

Durante los años 80, Silvia Reyes le perdió la pista. Sonia acabó dedicándose a la prostitución y viviendo en la calle. Hasta la noche del 6 de octubre del 91. 



Ese asesinato fue el primero que asumieron los Mossos d’Esquadra, que se estaban desplegando todavía como policía en Catalunya. Al frente estuvo el comisario Joan Carles Molinero. Pese a que los delitos de odio todavía no estaban tipificados en el Código Penal –el agravante de discriminación no se introduciría hasta 1995–, Molinero recuerda que desde el inicio tuvieron claro que detrás de los ataques había un móvil de discriminación. "La manera tan cruel en que fueron apalizadas las tres víctimas nos mostraba que no era un robo. No tenían apenas pertenencias ni poder adquisitivo y fueron asaltadas por su condición de indigentes y transexuales". Sonia Rescalvo Zafra murió por ser transexual.

El equipo de Molinero pronto enfocó la investigación hacia grupos de la extrema derecha. El cerco se fue estrechando hasta que uno de los atacantes, Héctor López Frutos, sin saber que tenía el teléfono de casa de sus padres pinchado, presumió de conocer a los autores del crimen en una conversación. 

Héctor López Frutos le decía por teléfono a una chica; 

-¿Quieres venir a casa esta noche?

-No, no...

-Siempre me dices que no. ¿Tienes miedo de venir a mi casa?

-De tu casa no, de ti.

-¡Hostia, ni que fuera un travesti!

-No hombre, no te pongas así.

-Por cierto, ¿sabes quién hizo aquello de las travestis de la Ciudadella?

-No

-¡Pues yo sí! Jajajajaja. 

Héctor López Frutos intentaba ligar con una jovencita alardeando por teléfono de conocer los autores de aquel atroz asesinato. 

Fue detenido cuatro meses después del asesinato junto a su hermano Isaac López Frutos. Después los Mossos arrestaron a los otros cuatro atacantes, también amantes de las esvásticas y la violencia: Pedro Alsina, David Perlade, Andrés Pascual y Oliver Sánchez.

De los detenidos, Joan Carles Molinero destaca la actitud "beligerante y prepotente", incluso con chulería hacia los agentes. “No se retractaron en ningún momento ni mostraron arrepentimiento ni escrúpulo alguno. De hecho uno de ellos dijo que si lo tenía que volver a hacer lo haría", aseveraba el comisario. Años más tarde, Oliver Sánchez mantenía la misma actitud en una entrevista desde la prisión con Jesús Quintero. La sentencia les declaró culpables y condenados a entre 9 y 26 años de cárcel.

 Treinta años después de esa primera investigación por asesinato que llevaron los Mossos d'Esquadra, el comisario Molinero celebra estar “a años luz” de lo que ocurría aquella época. No solo por los avances tecnológicos y por la protección del colectivo LGTBI, sino también por haber enterrado “la impunidad” con la que se movían por las ciudades españoles grupos extremistas como el que asesinó a Sonia. “El caso creó un precedente en el ámbito policial, social y jurídico”.

Durante el juicio, celebrado en 1993, se personó como acusación el Front d’Alliberament Gai de Catalunya (FAGC) y la Coordinadora Gai-Lesbiana de Catalunya, que lograron el apoyo de entidades vecinales, sindicales y sociales de todo tipo. Desde la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB) hasta CCOO y UGT, pasando por el Consejo de la Juventud. También el Ayuntamiento de Barcelona ejerció la acusación popular.

“El asesinato de Sonia es un episodio importantísimo para el movimiento LGTBI”, expresa Eugeni Rodríguez, portavoz entonces y todavía hoy del FAGC. "A raíz de ese caso, Rodríguez recuerda que la entidad abrió su primera oficina contra la discriminación para canalizar denuncias desde el activismo, lo que fue el germen del Observatorio contra la Homofobia, creado en 2008. E incluso de la pionera ley contra la homofobia que aprobó el Parlament de Catalunya en 2014. 



“El asesinato de Sonia cambió el discurso de la prensa y las televisiones y generó cierta sensibilidad. Salió en Informe Semanal de TVE, en programas de máxima audiencia, y nos dio un apoyo que hasta entonces nunca habíamos tenido”, recuerda Espejo. "Hasta aquel momento a las transexuales solamente se nos ridiculizaba y se relativizaban las agresiones".

Y, sobre los medios de comunicación, añade: “Antes de eso usaban definiciones directamente fascistas. Hablaban de plaga de travestis, de hombres de silicona…”, denunciaba esta mujer. 

Espejo estuvo al frente del colectivo hasta su disolución, a finales de los 90. En Catalunya el Col·lectiu Transexuals cogió el relevo de unas organizaciones trans que no habían acabado de cuajar a finales de los 70, como La pluma. En Madrid sí se había constituido Transexualia en 1986. Con todo, el Col·lectiu que presidía Espejo convocó marchas y manifestaciones por la igualdad de derechos y contra la discriminación. "También hacíamos campañas para prevenir el sida, elaboramos plataformas a nivel político, hacíamos galas para recaudar fondos...".



Desde entonces, el colectivo LGTBI ha sumado victorias legislativas y de reconocimiento de derechos. La última, la ley que permite la autodeterminación de género, aprobada en 2021. 

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