viernes, 3 de diciembre de 2021

Los Crímenes del Tornero de Sant Hilari

 


Josep Talleda Andreu trabajaba en su pequeña tornería de Sant Hilari Sacalm ,es un pueblo enclavado entre bosques y montañas de la parte interior de la comarca de La Selva, provincia de Girona, el municipio también conocido como la ciudad de las 100 fuentes, Talleda tenía su torneria,  una actividad que compaginaba con el trabajo en una empresa de embotellado de agua. Con su esposa e hijos, se desenvolvía en una vida aparentemente normal en la población. A escasos 50 metros de su casa y de su taller vivía una familia con nueve hijos de recursos económicos escasos, y dos de las hijas, Carme Àvila, de 11 años, y Montserrat Àvila, de 9 años, empezaron a trabajar en la tornería haciendo pequeñas labores a cambio de dinero y regalos (vestidos, juguetes, etc.). Una de esas labores consistía en limpiar destornilladores. Talleda les decía que debían calentar primero los destornilladores y luego subir a la parte de arriba a limpiarlos. Talleda les esperaba en ese piso superior, tumbado detrás de las bisagras de una puerta y envuelto con una sábana, de modo que solo se le veía la cabeza. Las hermanas le entregaban el destornillador y él lo introducía en una bolsa de plástico, y hacía ver que se lo ponía en la entrepierna y les incitaba a frotarlo constante e insistentemente, ignorando las pequeñas que en realidad lo estaban masturbando.

 Transcurrido cinco años, la mayor de las dos hermanas, Carme, con entonces 16 años, sabía que Talleda les había pervertido la sexualidad y se negó a regresar al taller, intentando convencer a su hermana, de 14 años, que tampoco lo hiciera. No obstante, ella sí insistía en volver por el dinero y los regalos que Talleda le ofrecía, pues cada vez eran más ostentosos. En ese caso concreto, había prometido comprarle una motocicleta, regalo que nunca llegaría y que la joven esperaba con impaciencia. Montserrat no cesaría hasta conseguir dicho regalo, sabiendo que podía amenazar y coaccionar a Talleda con revelar la verdad de las prácticas sexuales a las que las había sometido.

Cuando el 11 de julio de 1987, Montserrat se dejó caer por la tarde en la tornería de Talleda, exigiéndole que quería la motocicleta, Talleda le instó a que se pasara por la noche ya que en ese momento estaba ocupado. Y así lo hizo la joven, a la medianoche, dijo a su familia que se iba al taller , había quienes entendían esa afirmación como una excusa para ir a la discoteca con sus amigas, y se presentó en la tornería sin haber olvidado sus exigencias. Talleda, para calmarla, le dio un billete de 5.000 pesetas que ella cogió, pero luego se percató de que ya estaba harta de recibir «limosnas» que solo retardaban una promesa que, y en ese momento se dio cuenta, nunca llegaría a fructificar. Así que volvió a insistir, pues necesitaba, de algún modo u otro, la certeza de que pronto tendría la motocicleta. Cosa que nunca lograría porque Talleda la asesinó. 

Montserrat Ávila 


Cuando ya se levantaba el día, pasadas las seis y media del 12 de julio de 1987, unos cazadores encontraron el cadáver de Montserrat Àvila tirado en la cuneta de una carretera que daba acceso al pueblo, con la cara totalmente manchada de sangre y el cráneo aplastado. Talleda había aprovechado que la joven estaba de espaldas para golpearle, con un objeto contundente, un impacto mortal en la sien derecha y matarla en el acto. La dejó en el taller con tranquilidad (hacía tiempo que había cambiado la cerradura para perpetrar sus abusos sexuales con impunidad) y se fue a buscar a su mujer para llevarla a un bar cercano y tener así una coartada (actividad que nunca realizaban por la noche y que pasaría de coartada a actitud altamente sospechosa entre los vecinos). A las dos y media regresaban a casa y Talleda, excusándose que debía volver al taller, cargó el cadáver en su furgoneta Citroën Dyane y lo llevó hasta la cuneta donde horas más tarde sería encontrada. Multitud de gente se había acercado a ver el levantamiento del cadáver, entre ellos el propio Talleda, quien llevó a Carme Ávila en su viejo coche Renault 8 para que pudiera reconocer a la difunta como su hermana. Tres meses más tarde, Talleda vendía su furgoneta Citroën, a pesar de ser nueva, quedándose con el viejo Renault.




Josep Talleda no entraría en prisión hasta tres años más tarde. El caso estuvo estancado debido a la falta de pruebas directas que lo incriminaran, pues no se encontró sangre de la joven ni en el coche ni en el taller. Sin embargo, cuando Carme Àvila superó su rubor, con ánimo de lograr justicia para su hermana, contó la verdad sobre los abusos sexuales que practicó Talleda con ellas. Con ello se daba con el móvil del crimen y el caso se encauzaba para llegar a imponer a Talleda una condena de 20 años de prisión, con testigos que afirmaban haber escuchado aquella noche en esa hora, fuertes ruidos en abrir y cerrar el portón de hierro del taller, el juez del sumario ordenó hacer peritajes y comprobando cómo se abría y cerraba esa puerta.


Tras salir de prisión en 1997, llegando a cumplir apenas la mitad de la condena, Josep Talleda, con 60 años, se fue a vivir a un piso de Girona con el permiso de su hija, ya que era propiedad de su pareja sentimental. Encontró trabajo en una harinera del Vallès, cerca de Granollers. Al realizar diariamente dicho recorrido con coche desde su casa hasta el lugar de empleo, se encariñó con una joven prostituta de carretera de la zona del Vallés, que trabajaba justo por la vía que él frecuentaba. Después de varios encuentros, Talleda le ofreció a Vjolka Papa, albanesa de 22 años, premiarle con regalos, una casa, y casarse con ella para conseguir «los papeles». Posiblemente Vjolka Papa hubiera tenido muchos de esos regalos, pues Talleda quería poseerla solo para él, y el dinero y los premios eran tentadores. A raíz de eso, la chica accedió a tener más encuentros con Talleda en Girona, comiendo con él y pasando largos ratos para ver qué era lo que realmente le podía sacar aún a espaldas de su proxeneta.

Voljka Papa, albanesa de 22 años 


El 31 de marzo de 2003, desde un bar de Girona, Vjolka mantuvo una conversación telefónica con su proxeneta, Rudolf, afirmándole que estaba arrepentida y que al día siguiente,  1 de abril, volvería a Barcelona con él. Ciertamente, la joven logró entender que Talleda prometía más de lo que pensaba dar, sin saber que esa decisión sería la peor de su vida.

El 20 de abril de 2003, un fotógrafo de aves vió un saco blanco, atrapado entre las ramas y hierbajos de la orilla del río Güell, cuyas aguas dividían la ciudad de Girona. Cuando las autoridades bajaron, vieron dentro del saco el cadáver de Vjolka Papa en posición fetal, con lesiones en las manos, un profundo corte en el cuello y el cráneo destrozado. Presentaba los tobillos y las manos atadas con cordeles, la cara tapada con una bolsa de plástico y el cuerpo introducido en dos bolsas negras de basura, dentro del blanco saco industrial.

Un día antes, Josep Talleda acompañado de su hija y con un pulgar vendado, acudió a la policía a decir que el 31 de marzo dejó a Vjolka Papa en una pensión de Granollers y que no la volvió a ver, rectificando una denuncia interpuesta el día anterior. En esa ocasión había dicho que el día 1 de abril, su proxeneta y otros compañeros le asaltaron en su domicilio de Girona y lo golpearon en plena calle, arrancándole el pulgar (declaración que un día más tarde modificó afirmando que el asalto se había producido en su casa). En efecto, había tanta sangre en su domicilio que, ante el horror de su hija, Talleda le confesó que lo habían atacado allí y que no la quería asustar, hecho que ella, evidentemente, le instigó a denunciar. Entre las denuncias y la aparición del cadáver en el río, Talleda aprovechó para repintar el piso,  pero dejó muchas evidencias en techos y objetos.

La autopsia reveló que Vjolka tenía golpes mortales en el cráneo y un corte en la yugular, también mortal, cortes de defensa en las manos y que había muerto, por su estado de descomposición, entre dos y tres días antes del hallazgo, es decir, entre el 17 y el 18 de abril. La realidad era que Vjolka murió el 1 de abril, tras confesar a Talleda que iba a marcharse y que no quería estar más tiempo con él. Intentó defenderse de los fuertes golpes y cuchilladas que Talleda le arremetía, logrando salir de la habitación hacía el pasillo del piso y arrancándole el pulgar de un mordisco para defenderse. Por ello la escena del crimen era caótica con multitud de sangre por todos lados y en varias estancias. Talleda ocultó el cuerpo en un congelador industrial que tenía en el domicilio, recibiendo a sus familiares con total tranquilidad. Dos semanas más tarde, en la noche del 17 al 18 de abril, tras haber requisado previamente un carrito de supermercado, trasladó el cadáver a pie hasta la orilla del río Güell, donde lo tiró desde el muro con el propósito de que la corriente se lo llevara. Dicho carrito fue visto por los vecinos bajo la escalera del edificio.

Durante el tiempo en que Talleda tuvo a Vjolka Papa en el congelador, le dio tiempo suficiente para limpiar, repintar el piso, y pensar en cómo se desharía del cadáver. En efecto, la policía pronto comprobó que la coartada de Talleda era falsa. No solo supieron que la pensión de Granollers donde afirmó haber alojado a la chica estaba en ese momento cerrada por vacaciones, sino que además cuando inspeccionaron el piso vieron la multitud de pruebas existentes. A pesar del repintado aún se vislumbraban infinidad de gotitas de sangre por el techo, los marcos de las puertas y los cuadros, etc, los tres tipos de cordeles que ataban el cadáver estaban en su armario, incluidas las bolsas negras de basura con la numeración siguiente a las usadas, así como las botas que usó para trasladar el cuerpo, las cuales aún conservaban la tierra de la orilla del río. El saco blanco industrial pertenecía a la harinera donde trabajaba. Fue condenado nuevamente a 15 años de prisión, muriendo el 22 de noviembre de 2012, a la edad de 71 años.


Francesca Boix era una vecina de Sant Hilari Sacalm que desapareció en el año 1978 y su familia nunca más volvió a saber de ella. Supuestamente solo se llevó el cesto de la compra para dirigirse a comprar, dejando todas sus pertenencias y documentación en casa. Alguien alertó a la Guardia Civil que se había marchado con un camionero francés. Ese alguien era Josep Talleda Andreu, para quien Paquita trabajaba haciendo labores de limpieza. Curiosamente, años más tarde, Talleda se llevaba a las dos hermanas Ávila a visitar el pantano de Susqueda , un embalse que se extiende por los términos municipales de Susqueda, Sant Hilari Sacalm y una minúscula parte de Osor, donde practicaban unas oraciones y lanzaban un ramo de flores al agua. Curiosamente también, cuando Monsterrat Ávila fue asesinada, alguien llamó al Ayuntamiento informando que había visto como un camionero francés atropellaba a la niña. El funcionario del ayuntamiento reconocería ante la Guardia Civil que la voz del interlocutor de esa llamada era de Josep Talleda Andreu.

Talleda cumplía su primera condena en prisión por el crimen de Montserrat Ávila, cuando su compañero de celda, un narcotraficante llamado Mustapha Kemal, le propuso que ayudara a transportar a su mujer a hacer algunos recados, aprovechando que Talleda ya disfrutaba de permisos de salida. Dicha mujer, que residía en Girona y se llamaba María Teresa Rubio, desapareció el 11 de enero de 2001, siendo encontrado su cadáver el 22 de febrero de ese año en la orilla de una riera de Vilanova del Vallès, al lado de una carretera que llevaba al almacén de harina donde trabajaba Josep Talleda. El cadáver presentaba el cráneo aplastado, pero no fue identificado hasta varios años más tarde, en 2013 cuando las pruebas de ADN confirmaron que se trataba de la desaparecida Maria Teresa Rubio Blanco. No obstante, antes sin el cadáver, el caso quedó archivado y en 2013 , el principal sospechoso había fallecido. 

María Teresa Rubio Blanco 


Josep Andreu Talleda fue catalogado por el médico forense que estudió su personalidad en ambos juicios (Narcís Bardalet) como un ser profundamente frío, sin ningún atisbo de arrepentimiento y con una negación total de los hechos, un psicópata sin ninguna enfermedad que le restara impunidad. En el primer juicio lo negó todo de forma clara. En el segundo, si bien también lo negó todo siempre, en ciertos momentos mostró dejadez delante de los Mossos de Esquadra, cuando éstos realizaban la inspección de su domicilio en Girona, tras el asesinato de Voljka Papa, y ante los altos indicios de sangre esparcida, éstos le preguntaron por qué lo había hecho y él respondió: «¿Qué quieres que te diga, chico? Que quieres que te diga…»]).

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