miércoles, 2 de agosto de 2023

Anatoly Onoprienko, Bestia de Ucrania

La década de los 90 no sólo marcó el final de la Unión Soviética, y por consiguiente la disolución de los estados independientes, sino que también tuvo una serie de crímenes aberrantes cometidos por Anatoly Onoprienko, más conocido como "La bestia de Ucrania", autor de al menos 52 muertes en aquella región entre 1989 y 1996. Como suele ocurrir en la mayoría de estos casos, la infancia de Anatoly (nacido en julio de 1959) fue muy mala, ya que a sus cuatro años perdió a su madre, y su familia estaba regida por el alcohol y también luego su padre y hermano mayor, decidieron dejarlo en un orfanato donde el ambiente era muy horrible. Tras permanecer varios años en el orfanato, salió del mismo y se alistó en la Marina soviética con la cual viajó por diversos países del mundo, y cuenta un hecho que al visitar Brasil quedó fascinado por la imagen del Cristo Redentor, de hecho, cada uno de sus crímenes más tarde estarían marcados por una cruz como homenaje a esa figura. Sin embargo, a partir de 1989 comenzó su carrera asesina ya que junto a su cómplice Serhiy Rogozin robaron y mataron a 9 personas (entre ellos un matrimonio y su pequeño hijo en la región de Zaporijia). Tras esta serie de asesinatos, la policía se lanzó sobre ellos, por lo que Onoprienko huyó del país y deambuló por Austria, Grecia, Francia y Alemania, donde fue arrestado por robo, estuvo seis meses detenido y fue deportado.
arriba en la foto , Serhiy Rogozin. Una vez,la familia Zaichenko se disponía a recoger la cena de Nochebuena cuando alguien irrumpió violentamente en la casa con una escopeta. El individuo, un varón joven de ojos azules, descerrajó varios tiros al padre mientras perseguía a la madre por el pasillo. La mujer, presa del pánico, terminó arrodillándose a modo de súplica, pero no logró ablandar el corazón del asaltante. Este la apuñaló varias veces hasta matarla. Acto seguido, asesinó a los dos niños y prendió fuego a la casa. Solo tenía un objetivo aquella noche: robar joyas y objetos de valor. Nada más. Un modus operandi por el que Anatoly Onoprienko, fue apodado el Terminator de Ucrania o la Bestia de Zhitomir. Se trata de uno de los asesinos en serie más temidos del mundo con 52 muertes a sus espaldas. A su regreso a Ucrania, Anatoly Onoprienko se transformó como el mismísimo “diablo”, capaz de arrebatar la vida a 40 personas en tan solo seis meses. Hablamos de entre octubre de 1995 y marzo de 1996, el asesino mató a 43 personas durante numerosos allanamientos y robos en domicilios. Su modus operandi era semejante en todos los casos: Anatoly, escopeta en mano, asaltaba una casa relativamente apartada, mataba a tiros a los hombres, mientras que a las mujeres y a los niños los degollaba con un hacha o un cuchillo, y, en el caso de los bebés, los asfixiaba en la cuna con una almohada. Si las mujeres se resistían, las violaba postmortem. Es decir, practicaba necrofilia con el cadáver.
Pero mientras que otros compatriotas como Andrei Chikatilo, el carnicero de Rostov, violaba, mataba y desmembraba a sus víctimas y se las comía, por lo general a niños, bajo un pretexto sexual, en el caso del Terminator ucraniano, su único móvil era el económico. No le importaba la cantidad del botín, sino hacerse con cualquier objeto de valor por muy pequeño que fuese. La ola de crímenes comenzó el 24 de diciembre de 1995, en plena Nochebuena, en la aldea de Garmarnia donde residía la familia Zaichenko. Tras la cena, y todavía con la mesa puesta, Anatoly irrumpió violentamente en el interior armado con su escopeta. Primeramente, disparó al padre, que cayó muerto en el acto. Luego, alcanzó a la madre apuñalándola mientras pedía clemencia de rodillas. A continuación, mató a los dos niños, al más pequeño lo colocó sobre el pecho de la madre, y procedió a prender fuego a la casa. Justo antes de que todo ardiera, Anatoly robó las alianzas de boda después de cortarles los dedos, y se llevó los pendientes y el crucifijo que portaba la mujer. Seis días después de la masacre de Nochebuena, Anatoly repitió la misma escena con otra familia, también de cuatro miembros, en otra pequeña población ucraniana. A partir de ese momento, el asesino se dedicó a recorrer las regiones de Odesa, Lvov y Dniepropetrov en busca de más víctimas. El reguero de cuerpos, que fue dejando tras de sí, puso en alerta a las autoridades y llegaron a la conclusión de que se encontraban ante un peligroso asesino en serie. Para dar caza al bautizado como la Bestia de Zhitomir, el Exterminador o el Terminator de Ucrania, se emplearon más de 5.000 efectivos policiales y militares.
Tal fue la magna movilización que dio sus frutos en marzo de 1996 con el arresto de Yury Mozola, un joven de 26 años, como principal sospechoso. Sin embargo, el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) falló en esa detención. No era su hombre, algo de lo que se percataron cuando falleció sin poder sonsacarle una confesión: lo habían sometido a duras torturas durante los interrogatorios. Por el asesinato de Mozola, siete policías fueron condenados y enviados a prisión. Un mes más tarde, una llamada de un primo de Anatoly Onoprienko puso en el disparadero al verdadero autor de tales matanzas. El denunciante aseguraba haber encontrado armas en casa de este familiar y que el propio asesino le había amenazado de muerte si le delataba. De inmediato, y tras dar por válidas las explicaciones de este hombre, varias patrullas se personaron en casa de Anatoly Onoprienko, donde residía junto a su novia. Por unos instantes, el sospechoso trató de escapar, pero la rápida actuación de los agentes impidió la fuga. “Me podrán sujetar”, dijo cuando le pusieron las esposas. “Pero todo el daño ya está hecho y si por mí dependiera ninguno de vosotros viviría, así que sujetadme bien”, les avisó.
Durante el registro de la vivienda, la policía científica halló más de un centenar de objetos personales de las víctimas, aparte de pruebas y armas que lo situaban en el lugar de los hechos. Por fin habían cazado a la Bestia de Ucrania. El 23 de noviembre de 1998 se inició el mediático juicio contra Anatoly Onoprienko, acusado de un total de 52 asesinatos, diez de ellos eran menores de edad. Durante los siguientes tres meses, la sala escuchó a más de 400 testigos, incluido el testimonio del detenido, quien trató de despistar al magistrado Dimitri Lipski haciéndole creer que no estaba en sus cabales. Entre los delirantes comentarios que soltó: “Soy el diablo”, “estaba contratado por los servicios secretos” “o soy una persona única, hice cosas que nadie ha hecho”. Incluso alardeó de ser “el mejor asesino del mundo” y que él era “el horror que empuja a la gente a vivir de otra manera”. Su justificación ante su desmesurada violencia era que “la gente no aprecia la vida”. Por eso a nadie le extrañó que Anatoly Onoprienko mantuviese un semblante imperturbable durante todo el juicio, o que jamás se arrepintiese de sus actos. “No me arrepiento de nada”, “y, si pudiera, sin duda volvería a hacerlo”. Por ese motivo el juez Lipski se refirió al acusado como un “egocéntrico que se tiene en alta estima”, y que no le preocupa nada ni nadie, “solo él mismo”. Anatoly Onoprienko fue condenado a la pena de muerte, aunque se le conmutó por cadena perpetua tras el acuerdo firmado por Ucrania y la Unión Europea por el que se prohibía la pena capital. En cuanto a Serhiy Rogozin, el amigo de la Bestia, fue sentenciado por complicidad en los primeros nueve asesinatos. Tras escuchar la sentencia, Anatoly Onoprienko se mostró descontento por la pena impuesta. Según él: “Es mejor que me maten, porque cuando salga seguiré matando gente. Pero en esta ocasión será peor, diez veces peor… El deseo está aquí (señalándose a sí mismo). La primera cosa que haré será buscar a alguien y colgarlo de los testículos a un árbol”. Unos meses más tarde, el asesino concedió una entrevista a Mark Franchetti, del London Times, a quien declaró: “Para mí matar a personas es como desgarrar un edredón. Hombres, mujeres, ancianos, niños, todos son iguales. Nunca he sentido pena de los que he matado. Ni amor, ni odio, solo ciega indiferencia. No los veía como personas, solo masas”. El 27 de agosto de 2013, un ataque al corazón libró a la sociedad de un reincidente en potencia y con su muerte se evitó ese peligro.

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