Goidsargi Estíbaliz Carranza Zabala, nació el 6 septiembre de 1978 en México, hija mayor de un escritor mexicano experto en civilizaciones indígenas y temática esotérica y chamánica, Armando Carranza Mendoza López, y de una española del País Vasco, Ángela Zabala. Cuando tenía cinco años se mudó junto a su familia a España, a Barcelona, donde años más tarde estudió economía. Poco más se sabe de la infancia y adolescencia excepto aquello que ella misma contó una vez fue detenida. Estíbaliz y su hermano pequeño estaban supeditados a las órdenes de su tiránico padre, hacia quien desarrolló fantasías asesinas siendo todavía una niña. Estíbaliz estuvo soltera hasta su época universitaria. Allí salió con un compañero de clase durante cinco años y, tras graduarse, el joven la abandonó repentinamente. Aquella ruptura y su sentimiento de desazón llevaron a la joven a poner tierra de por medio y a mudarse a la localidad alemana de Munich: trabajó como au pair para un amigo de la familia, aprendió alemán y, al tiempo, se trasladó a Baviera y de allí a Nuremberg para trabajar en una heladería. Fue cuando Estíbaliz Carranza conoció a su primer marido, Holger Holz, un hombre 14 años mayor que ella, vendedor de frigoríficos y miembro de los Hare Krishna. Después de su primera cita, Holger le pidió matrimonio y se casaron. Era el año 2002.
De Nuremberg se fueron a Berlín, ciudad natal del marido, donde Estíbaliz comenzó a trabajar como camarera. Sin embargo, el comportamiento de Holger Holz empezó a cambiar. Pasó de ser un esposo cariñoso, dulce y atento, a un hombre violento y maltratador que vejaba física, psicológica y económicamente a su mujer. Estíbaliz Carranza siempre se mostró “amorosa, amable y simpática” con su marido y desarrolló una actitud sumisa con él. Trataba de hacer todo lo posible por agradarle, pero a medida que las humillaciones y las palizas iban creciendo, aquella joven, entregada a su pareja, empezó a desarrollar fantasías de venganza. Pero hasta ese momento, la pareja se mudó a Viena y abrieron una heladería llamada Schleckeria, en Oswaldgasse en el distrito de Meidling. El sótano de aquel lugar se convirtió a partir del 2008 en el cementerio improvisado para los crímenes de Estíbaliz Carranza Zabala. En el año 2007 el matrimonio se separó, pese a la importante deuda económica que Estíbaliz Carranza tenía con Holger Holz. El alemán usaba esa situación para chantajearla y amenazarla con quitarle todo. A esto se sumaba que el alemán nunca se fue del domicilio familiar ubicado en el mismo edificio de la heladería Schleckeria, por lo que Estíbaliz se sintió atada de pies y manos. El 27 de abril del 2008 esta frustración desembocó en el despiadado asesinato del exmarido. Aquella noche, mientras la víctima jugaba a un videojuego en el ordenador, Estíbaliz Carranza Zabala tomó una pistola Beretta y disparó a bocajarro y por la espalda al alemán. Fueron tres disparos mortales y sin posibilidad de defensión: dos en la nuca y uno en la sien. “Estaba absolutamente indefenso, pensé que nunca recuperaría mi vida”, aseguró la asesina durante el juicio, que explicó cómo dejó el cadáver de su exmarido en la silla durante varios días hasta que encontró una solución para deshacerse de él. Optó por quemarlo, pero la humareda era densa y tuvo miedo de que la descubrieran y cesó en su empeño. Pensó en descuartizar el cuerpo: compró una motosierra en una ferretería y pidió al dependiente que le enseñara a utilizarla. Acudió al domicilio, troceó el cadáver, metió las partes en bolsas de plástico y después en un congelador. Ante su inminente mudanza a otra vivienda en otoño de ese mismo año, Estíbaliz tuvo que improvisar otro plan para eliminar cualquier rastro de Holger Holz: metió algunas partes en cubos y los cubrió de cemento, así como la cabeza, que ya estaba congelada en una cámara frigorífica, también le echó hormigón. Trasladó las cubetas y el congelador al sótano de la heladería con ayuda de dos conocidos sin que sospecharan de su contenido y cerró la puerta con un candado. Para justificar la ausencia de Holger, la asesina se inventó que se había unido a una secta en la India y que la había abandonado. Aquella explicación zanjó otras posibles teorías. Al fin y al cabo, el alemán siempre había estado ligado a creencias hinduistas. Al tiempo de la muerte de Holger Holz, Estíbaliz Carranza Zabala comenzó una relación sentimental con Manfred Hinterberger, un austríaco que invirtió parte de su dinero en la heladería de su novia y que le fue infiel. El hombre la presionaba continuamente para mejorar su aspecto físico mediante cirugías estéticas, inyecciones de bótox o la práctica de mucho deporte. Ante la negativa de Manfred a ser padre, algo que Estíbaliz deseaba sobremanera , hizo que nuevamente se sintiera atrapada en una relación que no la dejaba avanzar. “Es como tener una bolsa de plástico en la cabeza. Solo tienes que salir de ella, en ese momento solo tienes que salir”, llegó a describir la heladera. Y Estíbaliz llevó a cabo un modus operandi similar al del primer asesinato. En esta segunda ocasión perfeccionó la técnica: no quería volver a cometer los mismos errores. Dio clases en un campo de tiro y cubrió las paredes y el suelo de plástico para poder eliminar todo rastro. La noche del 21 al 22 de noviembre del año 2010, fue la fecha elegida por la heladera asesina para acometer su plan. Esperó a que Manfred estuviera dormido para descerrajarle cuatro tiros en la nuca. Descuartizó el cuerpo con la motosierra y llevó las partes al sótano para cimentarlas con las de su exmarido. Respecto al paradero de la víctima, Estíbaliz contó que se había marchado a Tailandia. La joven siguió con su vida en la heladería Schleckeria, e inició una nueva relación sentimental con Roland Rudigerg, y se quedó embarazada unas semanas antes de ser detenida. Su arresto llegó el 6 de junio del año 2011 gracias a la tubería rota de un vecino y las labores de fontanería para repararla. Tan pronto supieron que había tres congeladores rellenos de hormigón con trozos de cadáveres bajo su heladería, Estíbaliz Carranza Zabala vació su cuenta bancaria y de ahorros, cogió su pasaporte y se marchó al aeropuerto para poner rumbo a París, pero ante el temor de ser detenida, huyó en un taxi hasta Italia. Las autoridades italianas arrestaron a la heladera, embarazada de dos meses, en Udine, y el 24 de junio del 2011 fue extraditada hasta Austria acusada de dos cargos de asesinato. Tras dar a luz a su bebé en enero del 2012, Estíbaliz y Ronald se casaron en la prisión de Viena. Seis meses después, los psiquiatras y forenses elaboraron un informe esclarecedor tras analizar a la asesina. Los expertos le diagnosticaron distintos desórdenes del comportamiento (narcisismo, dependencia e histrionismo), advirtieron el riesgo altísimo de reincidencia. Tenían claro que volvería a matar. Además, describieron la conducta de Estíbaliz Carranza Zabala como la de una “princesa” que espera “ser salvada” por un hombre “que la acepte incondicionalmente”. Cuando se siente atrapada “su peor parte toma el control”. El 22 de noviembre del 2012, el tribunal declaró a la acusada culpable de dos asesinatos perpetrados “con alevosía, maldad y de manera aterradora” y fue condenada a cadena perpetua. Se decretó su internamiento en una institución mental para delincuentes. La “peligrosa, mentirosa y perfecta manipuladora”, tal como la calificó la fiscal Petra Freh, interpuso un recurso de apelación al no estar de acuerdo con el fallo, pero el Tribunal Regional Superior de Viena lo desestimó y confirmó la sentencia en marzo del año 2013. La expectación durante el proceso judicial había sido enorme, una vez que la heladera pisó la cárcel la expectación aumentó el doble llegando a convertirse en toda una figura mediática. Tanto que escribió dos libros. El primero de ellos, bajo el título Mis dos vidas: la verdadera historia de la dama de hielo y publicado en noviembre del año 2014, fue un éxito de ventas.
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