En el 2008, Mari Ángeles Molina Fernández, Angie, asesinó a su amiga Ana Páez en Barcelona. Le robó el DNI y suplantó su identidad para firmar préstamos y seguros de vida. Después la mató y simuló una escena de crimen sexual en
un loft alquilado por horas en Gràcia. Pagó a dos gigolós para que
llenaran sendos recipientes con semen, que después esparció en el
cadáver de la víctima. Fue condenada a 18 años de cárcel, que cumple sin
haber logrado ni un solo permiso en Brians. En el centro penitenciario
recibió una citación de un juzgado de Gran Canaria
para declarar como investigada. Se la acusó de
haber matado a su marido, 21 años atrás.
Con la misma frialdad que en su momento negó haber matado a Ana, Angie aseguró no saber de qué la estaban acusando.
Un criminólogo logra reabrir el caso que en su día se archivó como un suicidio que la familia no creyó.
¿Cómo se lo tomó ella? “Pues francamente mal. Estaba sorprendida y abatida
porque era inocente según ella. No tenía ni idea de dónde pudo salir todo eso; y
mucho menos tras tantos años”. Quien respondía era su abogada María del Carmen Gómez.
La letrada defendió a Angie en el juicio por el crimen de Ana y logró
una considerable rebaja de la primera condena por asesinato. La mujer
fue finalmente condenada a 14 años por homicidio y cuatro por falsedad
documental.
Hacía tiempo que la letrada no tenía noticias de su antigua
clienta y recibió una llamada pidiéndole que la
visitara cuanto antes en prisión. Había recibido una citación para
declarar por videoconferencia en una investigación abierta por la muerte
de su marido. “La semana pasada me personé en la causa y pedí que se
anularan todas las declaraciones previstas para el jueves porque me
coincidían con un juicio. Espero tener pronto la documentación de la
causa para ver exactamente qué hay. Aunque en su momento ya se habló
mucho de este tema y todo quedó en mero humo”, explicó la abogada.
Era cierto que la muerte del primer marido de Angie
siempre merodeó sobre la causa. Juan Antonio Álvarez, un empresario
argentino de 41 años, residía en un chalet de la playa de Maspalomas
cuando murió, el 22 de noviembre de 1996. Acababa de jugar un partido de
pádel y cayó desplomado tras darse una ducha. Angie descubrió el
cadáver al día siguiente, tras regresar con la única hija del matrimonio
de uno de sus viajes a Barcelona. La autopsia reveló que el hombre
murió envenenado con fosfato, una sustancia tóxica habitual en
productos de limpieza y fertilizantes. No hubo caso. La muerte se cerró
como suicidio y la viuda se embolsó algo más de 40 millones de pesetas
por la herencia y la venta de propiedades y acciones.
La familia del empresario, especialmente una hermana, ya mostró entonces
sus dudas. No podía creerse que Juan, vital y absolutamente entregado a
su hija, tuviera intención de suicidarse. Cuando doce años después Angie fue detenida por el crimen de Ana,
la familia del argentino quiso que se volviera a investigar su muerte.
Contrataron al criminólogo Félix Ríos, presidente de la asociación
Laxshmi para la lucha contra el crimen y la prevención, que en los
últimos años ha trabajado en solitario buscando nuevos elementos que
permitieran reabrir el caso del empresario y lo logró.
El criminólogo presentó un informe en el que se apuntó que Angie
sabía que su marido tomaba cápsulas de vitaminas para hacer deporte
y, por tanto, “pudo rellenar al menos una de ellas con tóxico”. En la Policía Nacional se tomaron declaración a nuevos
testigos, como a una amiga de la pareja que declaró que Juan
descubrió con un detective que en sus frecuentes viajes a Barcelona,Angie “tenía encuentros amorosos con otros hombres y ejercía la
prostitución”.
Dos meses antes de la muerte de su marido, Angie ya
había escolarizado a su hija en un colegio de Barcelona y allí se
instalaron ambas nada más enterrarlo. Hubo un detalle significativo en
las diligencias por la muerte de Juan. La viuda no cobró el seguro de
vida porque excluía el pago en caso de suicidio. Pero la mujer lo
intentó haciendo creer que el empresario pudo sufrir un robo. En su
momento, declaró en comisaría que había echado en falta un reloj Rolex,
al yorkshire de la familia y la cartera de Juan. La billetera apareció
doce años después en el piso de Angie, cuando fue detenida por los
Mossos por el crimen de Ana Páez. ¿Cómo pudo llegar hasta allí?
No fue la única prueba que tuvo en cuenta el
titular del juzgado número 3 de San Bartolomé de Tirajana, en Gran
Canaria. En la declaración de esa amiga de la familia, la mujer recordó
que Angie la llamó para decirle que Juan había muerto y que ella se
volvía a vivir a Barcelona. “Le pregunté sorprendida qué había pasado y
me contestó: ‘Me lo he cargado’. A mí me extrañó la expresión, pero Angie
cambió su tono de voz y añadió: ‘Me lo he cargado, ya sabes, mis
gastos, mis disgustos’”. Aterrador, cruel , fría...
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