Thomas Neill Cream fue un adinerado médico abortista que cobró
notoriedad al victimar mujeres por medio de píldoras con estricnina. Se
le conoció como “El Envenenador de Lambert”, en relación a la localidad
británica donde consumó sus últimos homicidios.
Fue un excéntrico y trató de adjudicarse los asesinatos de Jack El Destripador. Prueba de tal afán constituyó el hecho de que, luego de ser condenado a la pena máxima, en el momento de su ejecución exclamó: “Yo soy Jack El…”, sin lograr concluir la frase porque la soga se apretó alrededor de su cuello, quitándole la vida.
Su método no consistía en asestar cuchilladas, sino en el frío uso de venenos para despachar a sus presas humanas. Este modus operandi, tan antagónico al de Jack El Destripador, representó la primordial tacha a la postulación de este hombre a la identidad del famoso destripador.
Mataba a distancia, disfrutando contemplar la agonía de las víctimas, a quienes engañaba administrándoles venenos que hacía pasar por medicinas. Se trataba de un sádico, y su mente era muy retorcida, pero no mostró poseer la fiereza que caracterizó a los asesinatos del Destripador, ni la sórdida obsesión por descuartizar a sus víctimas.
En marzo de 1903 el ex inspector explicó que desechaba a ese sujeto como sospechoso de ser Jack El Destripador, pues aquél ni siquiera estaba en Inglaterra cuando ocurrieron esos crueles asesinatos, pues se encontraba en prisión. Concluyó enfatizando: “No, la identidad del diabólico individuo que cometió esos crímenes aún sigue sin descubrirse”.
De médico a homicida
Thomas Neill Cream nació en Glasgow, Escocia, el 27 de mayo de 1850 y falleció el 15 de noviembre de 1892 en la prisión inglesa de Newgate en Londres. Tras su nacimiento, la familia del niño Thomas lo trasladó a Canadá, donde luego estudiaría Medicina en la universidad Mac Gill, graduándose en 1876. Su primera esposa falleció a consecuencia de un aborto mal practicado por el propio marido, del cual también se rumoreó que la había envenenado.
Su inicial estadía en Inglaterra fue entre los años 1876 y 1878, cuando cursó un postgrado en el Hospital de Saint Thomas. Volvió en 1879 a Canadá donde tuvo problemas con la ley por practicar abortos y en 1880 lo acusaron de cometer el asesinato de una joven en el transcurso de un aborto frustrado, pero logró salir libre.
Al año siguiente, estando en Norteamérica, se hizo amante de una atractiva mujer y obtuvo su primera condena por matar, mediante envenenamiento, a Daniel Scout, esposo de la misma. Lo condenaron a cadena perpetua, pero años después se benefició con un indulto, saliendo de la prisión de Illinois en junio de 1891.
En octubre de ese mismo año, arribó por segunda vez a Inglaterra, radicándose en la ciudad de Liverpool. Dos semanas después de su llegada, ultimó a la primera de una serie de mujeres, valiéndose de una cápsula con estricnina que le ofreció, tras convencerla que se trataba de un medicamento.
La víctima, Ellen Donwoth de 19 años, suministró antes de expirar una descripción de su ejecutor retratándolo como “un caballero alto, tuerto, de tupidas mejillas y sombrero de copa”.
Además de asesinar, Thomas Neill Cream enviaba cartas delictivas con el propósito de extorsionar a terceros. Luego de ultimar a Ellen, remitió misivas bajo un seudónimo a varias personas, a quienes exigía grandes sumas a cambio de no denunciarlos ante la policía, pues pretendía saber que ellos habían envenenado a la muchacha.
Luego eliminó a la meretriz Matilda Clover mediante otra cápsula con estricnina. Tras este crimen, el homicida mandó una carta a una Condesa, tildando al marido de ésta de ser el asesino y exigiendo dinero por su silencio. Asimismo, remitió otra misiva al prominente médico William Broadbent, acusándolo del mismo crimen y también reclamándole dinero.
Broadbent denunció la felonía y un grupo de agentes policiales le tendieron una trampa al extorsionista, pero el delincuente olió el peligro y no asistió a la cita, en la cual debía retirar el dinero que había pedido por su supuesto silencio. Para poner distancia entre su persona y la investigación de esos crímenes y chantajes, Thomas Neill Cream viajó el 07 de enero de 1892 a Canadá y arribó a Quebec, ciudad en donde continuó con su manía de remitir cartas extorsivas.
En abril de 1892, regresó a Inglaterra para afincarse en Londres, en una lujosa residencia. Dos días más tarde perpetró su último crimen, que sería un doble homicidio, al engañar a las jóvenes prostitutas Alice March y Emma Schivell, logrando que ingirieran sendas cápsulas emponzoñadas.
Las chicas residían en una pensión de la calle Stamford y cuando su arrendadora escuchó sus quejidos acudió a la habitación y vio cómo de allí escapaba el homicida. La detallada descripción que la señora proporcionó a las autoridades permitió que el médico envenenador fuese ubicado.
El doctor Thomas Neill Cream fue identificado y días después, la policía británica lo arrestó, siendo condenado a morir en la horca el 15 de noviembre de 1892.
No era el Destripador…
El 15 de noviembre de 1892, previo a perecer colgado en castigo por sus absurdos crímenes y antes de abrirse la trampilla fatídica, el doctor Thomas Neill Cream alcanzó a gritar: “Yo soy Jack el…”. La frase quedó inconclusa, tras caer su cuerpo desde la tarima, la soga enrollada a su cuello se cerró y le quitó la vida. Ese gesto le pareció a todos un alarde vano, pues se sabía que el reo estaba preso en Illinois, Estados Unidos, cuando acontecieron los desmanes del Destripador en el otoño de 1888
Fue un excéntrico y trató de adjudicarse los asesinatos de Jack El Destripador. Prueba de tal afán constituyó el hecho de que, luego de ser condenado a la pena máxima, en el momento de su ejecución exclamó: “Yo soy Jack El…”, sin lograr concluir la frase porque la soga se apretó alrededor de su cuello, quitándole la vida.
Su método no consistía en asestar cuchilladas, sino en el frío uso de venenos para despachar a sus presas humanas. Este modus operandi, tan antagónico al de Jack El Destripador, representó la primordial tacha a la postulación de este hombre a la identidad del famoso destripador.
Mataba a distancia, disfrutando contemplar la agonía de las víctimas, a quienes engañaba administrándoles venenos que hacía pasar por medicinas. Se trataba de un sádico, y su mente era muy retorcida, pero no mostró poseer la fiereza que caracterizó a los asesinatos del Destripador, ni la sórdida obsesión por descuartizar a sus víctimas.
En marzo de 1903 el ex inspector explicó que desechaba a ese sujeto como sospechoso de ser Jack El Destripador, pues aquél ni siquiera estaba en Inglaterra cuando ocurrieron esos crueles asesinatos, pues se encontraba en prisión. Concluyó enfatizando: “No, la identidad del diabólico individuo que cometió esos crímenes aún sigue sin descubrirse”.
De médico a homicida
Thomas Neill Cream nació en Glasgow, Escocia, el 27 de mayo de 1850 y falleció el 15 de noviembre de 1892 en la prisión inglesa de Newgate en Londres. Tras su nacimiento, la familia del niño Thomas lo trasladó a Canadá, donde luego estudiaría Medicina en la universidad Mac Gill, graduándose en 1876. Su primera esposa falleció a consecuencia de un aborto mal practicado por el propio marido, del cual también se rumoreó que la había envenenado.
Su inicial estadía en Inglaterra fue entre los años 1876 y 1878, cuando cursó un postgrado en el Hospital de Saint Thomas. Volvió en 1879 a Canadá donde tuvo problemas con la ley por practicar abortos y en 1880 lo acusaron de cometer el asesinato de una joven en el transcurso de un aborto frustrado, pero logró salir libre.
Al año siguiente, estando en Norteamérica, se hizo amante de una atractiva mujer y obtuvo su primera condena por matar, mediante envenenamiento, a Daniel Scout, esposo de la misma. Lo condenaron a cadena perpetua, pero años después se benefició con un indulto, saliendo de la prisión de Illinois en junio de 1891.
En octubre de ese mismo año, arribó por segunda vez a Inglaterra, radicándose en la ciudad de Liverpool. Dos semanas después de su llegada, ultimó a la primera de una serie de mujeres, valiéndose de una cápsula con estricnina que le ofreció, tras convencerla que se trataba de un medicamento.
La víctima, Ellen Donwoth de 19 años, suministró antes de expirar una descripción de su ejecutor retratándolo como “un caballero alto, tuerto, de tupidas mejillas y sombrero de copa”.
Además de asesinar, Thomas Neill Cream enviaba cartas delictivas con el propósito de extorsionar a terceros. Luego de ultimar a Ellen, remitió misivas bajo un seudónimo a varias personas, a quienes exigía grandes sumas a cambio de no denunciarlos ante la policía, pues pretendía saber que ellos habían envenenado a la muchacha.
Luego eliminó a la meretriz Matilda Clover mediante otra cápsula con estricnina. Tras este crimen, el homicida mandó una carta a una Condesa, tildando al marido de ésta de ser el asesino y exigiendo dinero por su silencio. Asimismo, remitió otra misiva al prominente médico William Broadbent, acusándolo del mismo crimen y también reclamándole dinero.
Broadbent denunció la felonía y un grupo de agentes policiales le tendieron una trampa al extorsionista, pero el delincuente olió el peligro y no asistió a la cita, en la cual debía retirar el dinero que había pedido por su supuesto silencio. Para poner distancia entre su persona y la investigación de esos crímenes y chantajes, Thomas Neill Cream viajó el 07 de enero de 1892 a Canadá y arribó a Quebec, ciudad en donde continuó con su manía de remitir cartas extorsivas.
En abril de 1892, regresó a Inglaterra para afincarse en Londres, en una lujosa residencia. Dos días más tarde perpetró su último crimen, que sería un doble homicidio, al engañar a las jóvenes prostitutas Alice March y Emma Schivell, logrando que ingirieran sendas cápsulas emponzoñadas.
Las chicas residían en una pensión de la calle Stamford y cuando su arrendadora escuchó sus quejidos acudió a la habitación y vio cómo de allí escapaba el homicida. La detallada descripción que la señora proporcionó a las autoridades permitió que el médico envenenador fuese ubicado.
El doctor Thomas Neill Cream fue identificado y días después, la policía británica lo arrestó, siendo condenado a morir en la horca el 15 de noviembre de 1892.
No era el Destripador…
El 15 de noviembre de 1892, previo a perecer colgado en castigo por sus absurdos crímenes y antes de abrirse la trampilla fatídica, el doctor Thomas Neill Cream alcanzó a gritar: “Yo soy Jack el…”. La frase quedó inconclusa, tras caer su cuerpo desde la tarima, la soga enrollada a su cuello se cerró y le quitó la vida. Ese gesto le pareció a todos un alarde vano, pues se sabía que el reo estaba preso en Illinois, Estados Unidos, cuando acontecieron los desmanes del Destripador en el otoño de 1888
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