Se llama Arlindo Luis Carvalho, tenía 31 años, trabajaba de instalador de
gas a domicilio y vivía con su esposa e hija en Fuenlabrada. Este
tranquilo vecino es el violador de Pirámides, el hombre que al
ser detenido en casa de sus suegros en enero de 1997 exhaló un suspiro de alivio
-"ya era hora"- dijo a los agentes- y luego confesó ser el autor de 140 agresiones sexuales en Madrid, la cifra más
alta de la que guardan memoria los archivos de la policía. En su
declaración, Arlindo alegó que violaba para vengarse de las
"humillaciones" que creyó sentir en la adolescencia por parte de sus
compañeras de colegio. Por ello buscaba mujeres de 17 a 22 años
parecidas a sus antiguas colegas de aula. En muchos casos, las asaltó
cerca de la glorieta de Pirámides mientras aguardaba a que su esposa
saliese del trabajo.
Los policías que interrogaron a Arlindo lo recuerdan como un hombre con un acusado complejo de inferioridad que se describió a sí mismo como un tímido. De origen humilde, sus demonios nacieron en el colegio. Allí, según contó Arlindo, se sentía continuamente vejado por su pobreza. Las chicas -"todas eran unas pijas", afirmó el detenido -se reían de él. Nació entonces un odio frío, lento, implacable. De nada sirvió su matrimonio ni el nacimiento de su hijo. Arlindo odiaba. Quería venganza.A diferencia del resto de violadores que atacan en lugares solitarios, a escondidas, Arlindo buscaba a las mujeres en sitios transitados, como las bocas de metro, las paradas de tren y las puertas de hipermercados. No se conformaba, siempre según fuentes policiales, con esperar. Por el contrario, seleccionaba a sus víctimas. Luego recorría con ellas un buen trecho entre decenas de transeúntes hasta alcanzar un descampado donde las violaba. "Es el mayor violador de la historia de España", comenta la policía, que declinó facilitar su identidad completa o su fotografía para evitar el sufrimiento de su familia. "La esposa, al descubrir que su marido era un violador, se derrumbó. No he visto en mi vida a nadie tan hundido por la ignominia", dijo un agente.
La confesión de Arlindo, que carecía de antecedentes, superó con creces cualquier pronóstico policial. El Grupo III de la Brigada de Policía Judicial atribuía al misterioso violador de Pirámides unas 50 agresiones. El relato del detenido las elevó a 140. Sin facilitar nombres o descripciones de sus víctimas, se limitó a citar los lugares donde cometió los ataques y su frecuencia -en alguna ocasión dos veces en un mismo día- Con estos datos y los procedentes de la investigación, la policía cree le pudo imputar 102 casos. Un total de 16 se basaron en la prueba del ADN, otros 26 en el reconocimiento fotográfico y el resto en ropas, joyas y hasta las propias frases del detenido -casi siempre le decía a la víctima: "Cógeme de la cintura, como si fuese tu novio".Las primeras violaciones confesadas por Arlindo Luis se remontaron a 1988. Sus ataques, entonces, eran esporádicos. No fue hasta 1994 cuando su pulsión se desató y golpeó por doquier: en las proximidades del Planetario y del hospital Doce de Octubre, en los alrededores del Vicente Calderón, en la plaza de Legazpi, la glorieta de Pirámides, la calle de Santa María de la Cabeza, de Sainz de Baranda, el Alcampo de Moratalaz, las avenidas de Pío XII y del Cardenal Herrera Oria, así como en Leganés, Getafe, Móstoles y Alcorcón.
La alarma, sin embargo, se localizó en Arganzuela, preferentemente en la glorieta de Pirámides y el Vicente Calderón. Allí se llegaron a registrar en ocho meses una veintena de agresiones sexuales. El motivo de que eligiese esta zona era que su esposa trabajaba en las cercanías.
Arlindo, de complexión normal, pelo castaño y nariz alargada, dejaba su puesto de instalador de gas sobre las 15.00 horas. Por la tarde iba a recoger a su mujer, que salía del trabajo a las 23.00. Él llegaba sobre las 20.00, y aprovechando la espera atacaba a sus víctimas. Esto ocurría de lunes a viernes. Los fines de semana, en cambio, violaba de 20.00 a 23.00.
Para asaltarlas les ponía una navaja en el cuello o en la espalda -a veces también utilizó un bolígrafo-. Bajo amenazas, las conducía hasta algún descampado. "No me mires a la cara y cierra los ojos", les repetía durante el camino. Una vez en el descampado, según las víctimas, les comentaba que era un presidiario drogadicto que robaba para darse un chute. "No te pongas nerviosa, sólo voy a registrarte", decía antes de manosearlas. Luego consumaba la agresión sexual. Antes de marcharse a recoger a su esposa insultaba a sus víctimas y las desvalijaba.
Este comportamiento metódico varió en octubre de 1995 cuando en los medios de comunicación se publicaba que un violador rondaba la zona de Pirámides. Para evitar ser reconocido Arlindo se dejó crecer barba, se cortó el pelo y abandonó por unos meses las violaciones. Poco a poco, sin embargo, volvió a las andadas. En Alcorcón, por ejemplo, asaltó a una madre y su hija cuando iban a subir al coche a la salida de un hipermercado. Encerró a la madre en el maletero, condujo hasta un descampado y violó a la muchacha. Después regresó al hiper y escapó a la carrera.
El 25 de diciembre de 1996, en la avenida Juan Carlos I de Leganés, una chica de 20 años se encontró en el portal de su casa a un desconocido que le infundió sospechas. La joven le preguntó adónde iba. El hombre le dijo que a la segunda planta, a visitar a un amigo. Esta respuesta, confirmó las sospechas de la mujer: en la segunda planta no habitaba nadie ya que se trataba de una planta de oficinas y además ese día era festivo. La mujer evitó subir con él en el ascensor e inmediatamente que se vio libre corrió a contar lo ocurrido en la comisaría de Leganés. Allí, al escuchar la descripción del hombre, se encendieron las alarmas. Los agentes salieron en busca del sospechoso, pero al llegar al edificio no le encontraron. Sin embargo, un hombre que desde un parque cercano había visto salir corriendo a esta chica y posteriormente, al sospechoso dio la pista: la persona buscada había huido en un Opel Kadett blanco. Las indagaciones policiales permitieron determinar al propietario del vehículo y detener a Arlindo por unas horas para fotografiarle y conseguir una imagen que permitiese su reconocimiento.Una vez libre, al no haber cargos, la policía le siguió los pasos, al tiempo que mostraba las fotos a las víctimas. "La primera en verlas ni siquiera habló, simplemente se derrumbó y lloró", dijo un agente. En enero de 1997, Arlindo fue detenido en la Vía Lusitana. Estaba en casa de sus suegros. No ofreció resistencia.
La policía consideró que conseguía zafarse del cerco al que le sometieron por su extrema movilidad y porque parte de las denuncias presentadas contra él eran por robo. Esto se debió a que a veces no llegaba a la violación porque sus impulsos sexuales se consumaban antes de tiempo.
A las 9.20 de la mañana del sábado 14 de enero de 2017, Arlindo Luis Carbalho, de 51 años, se subió al coche de su sobrino Antonio, que lo estaba esperando a la salida de la prisión de Cáceres. Llevaba un macuto al hombro. Dentro, su ropa y algunas otras pertenencias.
Cuando dio con sus pies en la calle, a su espalda quedaron 20 años íntegros de condena para el conocido como ‘el violador de Pirámides’, el hombre que agredió sexualmente a 35 mujeres entre 1988 y 1996. Fueron casi nueve años en los que trajo de cabeza a la Policía Nacional en Madrid y sus alrededores, donde cometió todas las violaciones.
Tras subirse en el vehículo de su sobrino, Arlindo se trasladó por carretera hasta el hogar de su madre, Rosa. La vivienda está ubicada a la espalda del castillo de Valencia de Alcántara, una localidad cacereña de 5.000 habitantes situada a 12 kilómetros de Portugal, de donde proceden sus padres. Se trata de una casa con fachada encalada y con techos de teja.
Desde el 14 de enero del 2017 el expresidiario vive junto a la mujer que la trajo al mundo, una señora menuda y de pómulos encogidos, de 86 años, que viste una bata azul.
Arlindo, lleva vaqueros y un forro polar marrón sobre una camiseta azul de cuello alto, se acomoda en un sofá de un pequeño comedor. Hay una mesa redonda vestida con una enagua estufa. A sus pies prende un brasero que ayuda a combatir el intenso frío que hace en la calle. Viene de hacer la compra. Tiene el pelo y la barba encanecidos.
Mantuvimos una entrevista junto a varios medios de prensa y televisión,a la espalda de Arlindo, en un mueble con estanterías, se observan fotos de sus padres, Rosa y Antonio, y también de la juventud de este hombre que está enfrente, a menos de un metro…
A los vecinos de Valencia de Alcántara no les ha sentado nada bien la vuelta de Arlindo al pueblo. En la localidad en la que creció hay miedo. Piensan que puede volver a violar.
-Estoy recuperado. No puedo decir que al 100% porque mi proceso de rehabilitación debe continuar de por vida, pero estoy seguro de que puedo vivir en sociedad. La gente de este pueblo, donde viví hasta que con 23 años me mudé a Madrid a trabajar, no tienen que temerme.
Arlindo habla pausado y enlaza frases con coherencia. Aunque en ocasiones se aturulla, nada en él hace ver que es un hombre que ha pasado los últimos veinte años entre rejas, con lo que ello supone. En todo ese tiempo no ha disfrutado de un solo permiso. Sólo salió para el entierro de su padre, hace ahora casi cuatro años. Desde prisión lo acompañaron dos guardias civiles hasta el cementerio de Valencia de Alcántara. Otra patrulla de la Benemérita se sumó a su llegada a la localidad.
El que fuera recluso se muestra tranquilo. Mientras habla, su madre entra y sale del comedor en el que se produce la entrevista. “¿Me puede traer un vaso de agua, madre?”, pide a su progenitora Arlindo, quien sin titubeos reconoce que violó a aquellas 35 mujeres. Ahora, tres décadas después de su primera agresión, les pide disculpas a todas ellas.
-¿Qué les diría a sus víctimas?- pregunta el reportero.
-Quiero que me perdonen. Sé que cometí un error. Pero en aquel tiempo no era yo. Gracias a que entré en prisión lo pude saber. Mi infancia y mi adolescencia no fueron fáciles. Era un chico con una coraza que acabó rompiéndose con todo aquello.
En mayo de 2006, el Tribunal Supremo confirmó la condena de 514 años de prisión impuesta a Carbalho por la Audiencia Provincial de Madrid. En 1996 fue detenido y encarcelado tras confesar que había violado a más de un centenar de mujeres en la capital de España. No todas aquellas agresiones se pudieron corroborar.
Pese a ello, sólo ha cumplido veinte años de internamiento, dado que era el límite de cumplimiento efectivo del Código Penal de 1995. En su sentencia, el Alto Tribunal rechazó la petición de su defensa de que se le aplicara el atenuante de trastorno mental.
-Sólo quiero rehacer mi vida y vivir en paz. Sé que puedo conseguirlo- dice el hombre que violaba a sus víctimas cuando iba a recoger a su mujer del trabajo.
Arlindo está considerado el mayor violador en serie de la historia criminal de España. Durante casi nueve años tuvo en jaque a la Policía. Se apostaba a la salida de las estaciones de metro, autobús e hipermercados. Elegía a la víctima y la seguía discretamente hasta el momento del asalto. Procuraba que fueran lugares poco visibles.
En otras ocasiones aprovechaba para coincidir con ellas en los ascensores. Una vez dentro, las amenazaba con un cuchillo. Lo colocaba a la altura de la garganta o de la espalda. “Si gritas, te mato”. Así amenazaba a sus víctimas.
Después se las llevaba andando por la calle hasta un parque poco concurrido o un descampado. Durante el camino las obligaba a que le cogieran de la cintura a fin de pasar más desapercibidos. Cuando llegaban al lugar elegido las violaba de inmediato.
Pirámides es la zona madrileña en la que cometió sus primeras violaciones. Hasta allí acudía para recoger a su mujer. Llegaba tres horas antes de que saliera, normalmente a las 11 de la noche.
Tras violar a una veintena de mujeres y saltar la alarma, quien por aquel tiempo trabajaba como instalador de gas trasladó su campo de acción a otros barrios y municipios madrileños como Getafe, Alcorcón, Leganés y Móstoles.
Gabinete de Criminología Judicial ofreció también turno de preguntas y poder constatar el estado visible y mental del violador de Pirámides,nuestras preguntas fueron las siguientes:
-¿Cómo se sentía después de cada violación?
-Era incapaz de sentirme mal. No sentía empatía con aquellas mujeres. Prefería no pensar en nada. Es algo difícil de explicar con palabras.
-¿Cómo ha sido su vida en la cárcel?
-Allí nadie me ha ayudado, salvo en contadas excepciones. Tuve que ser yo quien le pidiera a dos curas que me visitaban en prisión, don Moncho y don Suso, la ayuda de psicólogos voluntarios que trabajaban con ONGs. Gracias a ellos, he logrado abrirme, darme cuenta de lo que hice y saber que me equivoqué. En la cárcel de Cáceres, la última en la que he estado, también se me ayudó. En total, he pasado 10 años recibiendo terapia. Pero ya digo, las Instituciones Penitenciarias no han hecho nada por mí.
El 25 de diciembre de 1996, la fortuna dejó de sonreírte ya que una joven de 20 años a la que quiso violar en un ascensor logró huir corriendo y memorizar la matrícula del coche en el que te distes a la fuga. Pocos días después,fuiste detenido.
-¿Cómo sabes que eres capaz de vivir sin volver a violar?
-Puedo contenerme. Frenarme. Por eso no necesito medicarme ni hacer nada de eso relacionado con la castración química.
-Estás muy seguro…
-Sí. Eso sólo sirve para los que no pueden refrenar sus instintos y no asumen lo que hicieron. Yo sí lo hago. Por eso no necesito ningún tipo de medicación.
-Estoy seguro que no se trata de medicación ni nada de eso ¿Entiende usted el miedo de los vecinos de Valencia de Alcántara? El alcalde me ha dicho que, aunque no puede evitar que vivas aquí, lo mejor es que se marche.
-Por supuesto, es lógico. Pero no han de temerme. En estos días en el pueblo he salido a la calle a hacer la compra, a tramitar una ayuda en el INEM, a hacer otras gestiones… No me he sentido mirado ni repudiado. Espero vivir en paz aquí y encontrar un trabajo, aunque sé que es difícil. Pero si la gente me tiene miedo es porque el sistema no funciona. No soy yo el culpable. Apenas se ha movido un dedo para reinsertarme.
No se trata del sistema ni de reinserción,sino de tu estado mental,por lo que sea sufriste daños en el pasado o en tu niñez,dime ¿Es dura la vida de un violador en prisión?
- Nunca tuve un solo problema porque nunca escondí lo que había hecho. Me quedo con lo positivo de la cárcel, que es haber podido rectificar a tiempo.
-Si,pero el daño causado y el trauma por la que pasaron las víctimas no se puede rectificar ni enmendar,quedaron dañadas de por vida.
Según tu historial y por lo que me comenta tu madre, usted Arlindo Luis Carbalho naciste en 1965 en Sao Juliao, el primer pueblo al otro lado de la antigua frontera con Portugal. Tus padres, pastores que vivían en una choza en los alrededores de Valencia de Alcántara, decidieron que nacerías en la casa de tus abuelos y no en mitad del campo. Por eso, cuando tu madre iba a dar a luz, se fueron hasta Sao Juliao.
Arlindo nos cuenta su historia vital y nos dice que hasta los siete años vivió en casuchas en mitad del monte. Su padre, Antonio, era un adicto al alcohol que maltrataba psicológicamente tanto a su mujer, Rosa, como a sus dos hijos, María y Arlindo. “Aquello me hizo ser un chico retraído, tímido, inexpresivo. Ahí dio comienzo mi trauma”, sostiene a modo de justificación el hombre al que sus amigos, siendo un adolescente, le decían a modo de burla "Arlindo requetelindo". Sólo ahora, al hablar de su padre, Arlindo se emociona. Tanto, que los ojos se le humedecen y se le ponen rojos.
Una vez la familia se instaló en Valencia de Alcántara, Arlindo creció en este pueblo donde hoy se le teme como a una maldición,hay terror. Aquí acabó el antiguo COU y luego se pasó a la formación profesional para estudiar administrativo. Durante años, sus padres fueron los encargados de cuidar la ermita del pueblo, junto a la que les cedieron una vivienda.
A los 21 años hizo la mili. A los 23, después de hacer un curso de técnico en instalaciones de gas, emigró hasta Madrid en busca de trabajo. Allí encontró empleo, primero en Mercamadrid, luego como vigilante jurado y, más tarde, como técnico en una empresa de gas y calefacción. Con 25 años se casó y al poco tuvo su primera hija. Cuando se le detuvo, la que aún era su mujer se encontraba embarazada de su segunda niña.
- ¿Tienes relación con tu ex mujer e hijas Arlindo?
-No. Hace años que no sé nada de ninguna. Lo entiendo perfectamente. Sólo quiero que ellas hagan su vida sin el estigma de ser la mujer o las hijas de un violador.
Mientras Arlindo se despide detrás de esa puerta que se cierra se refugia el mayor violador de la historia reciente de España. Ha dicho que no quiere marcharse de aquí, que necesita cuidar de su madre hasta que muera. Sólo el tiempo dirá si Valencia de Alcántara le concede ese deseo al hombre que agredió sexualmente a 35 mujeres.
Los policías que interrogaron a Arlindo lo recuerdan como un hombre con un acusado complejo de inferioridad que se describió a sí mismo como un tímido. De origen humilde, sus demonios nacieron en el colegio. Allí, según contó Arlindo, se sentía continuamente vejado por su pobreza. Las chicas -"todas eran unas pijas", afirmó el detenido -se reían de él. Nació entonces un odio frío, lento, implacable. De nada sirvió su matrimonio ni el nacimiento de su hijo. Arlindo odiaba. Quería venganza.A diferencia del resto de violadores que atacan en lugares solitarios, a escondidas, Arlindo buscaba a las mujeres en sitios transitados, como las bocas de metro, las paradas de tren y las puertas de hipermercados. No se conformaba, siempre según fuentes policiales, con esperar. Por el contrario, seleccionaba a sus víctimas. Luego recorría con ellas un buen trecho entre decenas de transeúntes hasta alcanzar un descampado donde las violaba. "Es el mayor violador de la historia de España", comenta la policía, que declinó facilitar su identidad completa o su fotografía para evitar el sufrimiento de su familia. "La esposa, al descubrir que su marido era un violador, se derrumbó. No he visto en mi vida a nadie tan hundido por la ignominia", dijo un agente.
La confesión de Arlindo, que carecía de antecedentes, superó con creces cualquier pronóstico policial. El Grupo III de la Brigada de Policía Judicial atribuía al misterioso violador de Pirámides unas 50 agresiones. El relato del detenido las elevó a 140. Sin facilitar nombres o descripciones de sus víctimas, se limitó a citar los lugares donde cometió los ataques y su frecuencia -en alguna ocasión dos veces en un mismo día- Con estos datos y los procedentes de la investigación, la policía cree le pudo imputar 102 casos. Un total de 16 se basaron en la prueba del ADN, otros 26 en el reconocimiento fotográfico y el resto en ropas, joyas y hasta las propias frases del detenido -casi siempre le decía a la víctima: "Cógeme de la cintura, como si fuese tu novio".Las primeras violaciones confesadas por Arlindo Luis se remontaron a 1988. Sus ataques, entonces, eran esporádicos. No fue hasta 1994 cuando su pulsión se desató y golpeó por doquier: en las proximidades del Planetario y del hospital Doce de Octubre, en los alrededores del Vicente Calderón, en la plaza de Legazpi, la glorieta de Pirámides, la calle de Santa María de la Cabeza, de Sainz de Baranda, el Alcampo de Moratalaz, las avenidas de Pío XII y del Cardenal Herrera Oria, así como en Leganés, Getafe, Móstoles y Alcorcón.
La alarma, sin embargo, se localizó en Arganzuela, preferentemente en la glorieta de Pirámides y el Vicente Calderón. Allí se llegaron a registrar en ocho meses una veintena de agresiones sexuales. El motivo de que eligiese esta zona era que su esposa trabajaba en las cercanías.
Arlindo, de complexión normal, pelo castaño y nariz alargada, dejaba su puesto de instalador de gas sobre las 15.00 horas. Por la tarde iba a recoger a su mujer, que salía del trabajo a las 23.00. Él llegaba sobre las 20.00, y aprovechando la espera atacaba a sus víctimas. Esto ocurría de lunes a viernes. Los fines de semana, en cambio, violaba de 20.00 a 23.00.
Para asaltarlas les ponía una navaja en el cuello o en la espalda -a veces también utilizó un bolígrafo-. Bajo amenazas, las conducía hasta algún descampado. "No me mires a la cara y cierra los ojos", les repetía durante el camino. Una vez en el descampado, según las víctimas, les comentaba que era un presidiario drogadicto que robaba para darse un chute. "No te pongas nerviosa, sólo voy a registrarte", decía antes de manosearlas. Luego consumaba la agresión sexual. Antes de marcharse a recoger a su esposa insultaba a sus víctimas y las desvalijaba.
Este comportamiento metódico varió en octubre de 1995 cuando en los medios de comunicación se publicaba que un violador rondaba la zona de Pirámides. Para evitar ser reconocido Arlindo se dejó crecer barba, se cortó el pelo y abandonó por unos meses las violaciones. Poco a poco, sin embargo, volvió a las andadas. En Alcorcón, por ejemplo, asaltó a una madre y su hija cuando iban a subir al coche a la salida de un hipermercado. Encerró a la madre en el maletero, condujo hasta un descampado y violó a la muchacha. Después regresó al hiper y escapó a la carrera.
El 25 de diciembre de 1996, en la avenida Juan Carlos I de Leganés, una chica de 20 años se encontró en el portal de su casa a un desconocido que le infundió sospechas. La joven le preguntó adónde iba. El hombre le dijo que a la segunda planta, a visitar a un amigo. Esta respuesta, confirmó las sospechas de la mujer: en la segunda planta no habitaba nadie ya que se trataba de una planta de oficinas y además ese día era festivo. La mujer evitó subir con él en el ascensor e inmediatamente que se vio libre corrió a contar lo ocurrido en la comisaría de Leganés. Allí, al escuchar la descripción del hombre, se encendieron las alarmas. Los agentes salieron en busca del sospechoso, pero al llegar al edificio no le encontraron. Sin embargo, un hombre que desde un parque cercano había visto salir corriendo a esta chica y posteriormente, al sospechoso dio la pista: la persona buscada había huido en un Opel Kadett blanco. Las indagaciones policiales permitieron determinar al propietario del vehículo y detener a Arlindo por unas horas para fotografiarle y conseguir una imagen que permitiese su reconocimiento.Una vez libre, al no haber cargos, la policía le siguió los pasos, al tiempo que mostraba las fotos a las víctimas. "La primera en verlas ni siquiera habló, simplemente se derrumbó y lloró", dijo un agente. En enero de 1997, Arlindo fue detenido en la Vía Lusitana. Estaba en casa de sus suegros. No ofreció resistencia.
La policía consideró que conseguía zafarse del cerco al que le sometieron por su extrema movilidad y porque parte de las denuncias presentadas contra él eran por robo. Esto se debió a que a veces no llegaba a la violación porque sus impulsos sexuales se consumaban antes de tiempo.
A las 9.20 de la mañana del sábado 14 de enero de 2017, Arlindo Luis Carbalho, de 51 años, se subió al coche de su sobrino Antonio, que lo estaba esperando a la salida de la prisión de Cáceres. Llevaba un macuto al hombro. Dentro, su ropa y algunas otras pertenencias.
Cuando dio con sus pies en la calle, a su espalda quedaron 20 años íntegros de condena para el conocido como ‘el violador de Pirámides’, el hombre que agredió sexualmente a 35 mujeres entre 1988 y 1996. Fueron casi nueve años en los que trajo de cabeza a la Policía Nacional en Madrid y sus alrededores, donde cometió todas las violaciones.
Tras subirse en el vehículo de su sobrino, Arlindo se trasladó por carretera hasta el hogar de su madre, Rosa. La vivienda está ubicada a la espalda del castillo de Valencia de Alcántara, una localidad cacereña de 5.000 habitantes situada a 12 kilómetros de Portugal, de donde proceden sus padres. Se trata de una casa con fachada encalada y con techos de teja.
Desde el 14 de enero del 2017 el expresidiario vive junto a la mujer que la trajo al mundo, una señora menuda y de pómulos encogidos, de 86 años, que viste una bata azul.
Arlindo, lleva vaqueros y un forro polar marrón sobre una camiseta azul de cuello alto, se acomoda en un sofá de un pequeño comedor. Hay una mesa redonda vestida con una enagua estufa. A sus pies prende un brasero que ayuda a combatir el intenso frío que hace en la calle. Viene de hacer la compra. Tiene el pelo y la barba encanecidos.
Mantuvimos una entrevista junto a varios medios de prensa y televisión,a la espalda de Arlindo, en un mueble con estanterías, se observan fotos de sus padres, Rosa y Antonio, y también de la juventud de este hombre que está enfrente, a menos de un metro…
A los vecinos de Valencia de Alcántara no les ha sentado nada bien la vuelta de Arlindo al pueblo. En la localidad en la que creció hay miedo. Piensan que puede volver a violar.
-Estoy recuperado. No puedo decir que al 100% porque mi proceso de rehabilitación debe continuar de por vida, pero estoy seguro de que puedo vivir en sociedad. La gente de este pueblo, donde viví hasta que con 23 años me mudé a Madrid a trabajar, no tienen que temerme.
Arlindo habla pausado y enlaza frases con coherencia. Aunque en ocasiones se aturulla, nada en él hace ver que es un hombre que ha pasado los últimos veinte años entre rejas, con lo que ello supone. En todo ese tiempo no ha disfrutado de un solo permiso. Sólo salió para el entierro de su padre, hace ahora casi cuatro años. Desde prisión lo acompañaron dos guardias civiles hasta el cementerio de Valencia de Alcántara. Otra patrulla de la Benemérita se sumó a su llegada a la localidad.
El que fuera recluso se muestra tranquilo. Mientras habla, su madre entra y sale del comedor en el que se produce la entrevista. “¿Me puede traer un vaso de agua, madre?”, pide a su progenitora Arlindo, quien sin titubeos reconoce que violó a aquellas 35 mujeres. Ahora, tres décadas después de su primera agresión, les pide disculpas a todas ellas.
-¿Qué les diría a sus víctimas?- pregunta el reportero.
-Quiero que me perdonen. Sé que cometí un error. Pero en aquel tiempo no era yo. Gracias a que entré en prisión lo pude saber. Mi infancia y mi adolescencia no fueron fáciles. Era un chico con una coraza que acabó rompiéndose con todo aquello.
En mayo de 2006, el Tribunal Supremo confirmó la condena de 514 años de prisión impuesta a Carbalho por la Audiencia Provincial de Madrid. En 1996 fue detenido y encarcelado tras confesar que había violado a más de un centenar de mujeres en la capital de España. No todas aquellas agresiones se pudieron corroborar.
Pese a ello, sólo ha cumplido veinte años de internamiento, dado que era el límite de cumplimiento efectivo del Código Penal de 1995. En su sentencia, el Alto Tribunal rechazó la petición de su defensa de que se le aplicara el atenuante de trastorno mental.
-Sólo quiero rehacer mi vida y vivir en paz. Sé que puedo conseguirlo- dice el hombre que violaba a sus víctimas cuando iba a recoger a su mujer del trabajo.
Arlindo está considerado el mayor violador en serie de la historia criminal de España. Durante casi nueve años tuvo en jaque a la Policía. Se apostaba a la salida de las estaciones de metro, autobús e hipermercados. Elegía a la víctima y la seguía discretamente hasta el momento del asalto. Procuraba que fueran lugares poco visibles.
En otras ocasiones aprovechaba para coincidir con ellas en los ascensores. Una vez dentro, las amenazaba con un cuchillo. Lo colocaba a la altura de la garganta o de la espalda. “Si gritas, te mato”. Así amenazaba a sus víctimas.
Después se las llevaba andando por la calle hasta un parque poco concurrido o un descampado. Durante el camino las obligaba a que le cogieran de la cintura a fin de pasar más desapercibidos. Cuando llegaban al lugar elegido las violaba de inmediato.
Pirámides es la zona madrileña en la que cometió sus primeras violaciones. Hasta allí acudía para recoger a su mujer. Llegaba tres horas antes de que saliera, normalmente a las 11 de la noche.
Tras violar a una veintena de mujeres y saltar la alarma, quien por aquel tiempo trabajaba como instalador de gas trasladó su campo de acción a otros barrios y municipios madrileños como Getafe, Alcorcón, Leganés y Móstoles.
Gabinete de Criminología Judicial ofreció también turno de preguntas y poder constatar el estado visible y mental del violador de Pirámides,nuestras preguntas fueron las siguientes:
-¿Cómo se sentía después de cada violación?
-Era incapaz de sentirme mal. No sentía empatía con aquellas mujeres. Prefería no pensar en nada. Es algo difícil de explicar con palabras.
-¿Cómo ha sido su vida en la cárcel?
-Allí nadie me ha ayudado, salvo en contadas excepciones. Tuve que ser yo quien le pidiera a dos curas que me visitaban en prisión, don Moncho y don Suso, la ayuda de psicólogos voluntarios que trabajaban con ONGs. Gracias a ellos, he logrado abrirme, darme cuenta de lo que hice y saber que me equivoqué. En la cárcel de Cáceres, la última en la que he estado, también se me ayudó. En total, he pasado 10 años recibiendo terapia. Pero ya digo, las Instituciones Penitenciarias no han hecho nada por mí.
El 25 de diciembre de 1996, la fortuna dejó de sonreírte ya que una joven de 20 años a la que quiso violar en un ascensor logró huir corriendo y memorizar la matrícula del coche en el que te distes a la fuga. Pocos días después,fuiste detenido.
-¿Cómo sabes que eres capaz de vivir sin volver a violar?
-Puedo contenerme. Frenarme. Por eso no necesito medicarme ni hacer nada de eso relacionado con la castración química.
-Estás muy seguro…
-Sí. Eso sólo sirve para los que no pueden refrenar sus instintos y no asumen lo que hicieron. Yo sí lo hago. Por eso no necesito ningún tipo de medicación.
-Estoy seguro que no se trata de medicación ni nada de eso ¿Entiende usted el miedo de los vecinos de Valencia de Alcántara? El alcalde me ha dicho que, aunque no puede evitar que vivas aquí, lo mejor es que se marche.
-Por supuesto, es lógico. Pero no han de temerme. En estos días en el pueblo he salido a la calle a hacer la compra, a tramitar una ayuda en el INEM, a hacer otras gestiones… No me he sentido mirado ni repudiado. Espero vivir en paz aquí y encontrar un trabajo, aunque sé que es difícil. Pero si la gente me tiene miedo es porque el sistema no funciona. No soy yo el culpable. Apenas se ha movido un dedo para reinsertarme.
No se trata del sistema ni de reinserción,sino de tu estado mental,por lo que sea sufriste daños en el pasado o en tu niñez,dime ¿Es dura la vida de un violador en prisión?
- Nunca tuve un solo problema porque nunca escondí lo que había hecho. Me quedo con lo positivo de la cárcel, que es haber podido rectificar a tiempo.
-Si,pero el daño causado y el trauma por la que pasaron las víctimas no se puede rectificar ni enmendar,quedaron dañadas de por vida.
Según tu historial y por lo que me comenta tu madre, usted Arlindo Luis Carbalho naciste en 1965 en Sao Juliao, el primer pueblo al otro lado de la antigua frontera con Portugal. Tus padres, pastores que vivían en una choza en los alrededores de Valencia de Alcántara, decidieron que nacerías en la casa de tus abuelos y no en mitad del campo. Por eso, cuando tu madre iba a dar a luz, se fueron hasta Sao Juliao.
Arlindo nos cuenta su historia vital y nos dice que hasta los siete años vivió en casuchas en mitad del monte. Su padre, Antonio, era un adicto al alcohol que maltrataba psicológicamente tanto a su mujer, Rosa, como a sus dos hijos, María y Arlindo. “Aquello me hizo ser un chico retraído, tímido, inexpresivo. Ahí dio comienzo mi trauma”, sostiene a modo de justificación el hombre al que sus amigos, siendo un adolescente, le decían a modo de burla "Arlindo requetelindo". Sólo ahora, al hablar de su padre, Arlindo se emociona. Tanto, que los ojos se le humedecen y se le ponen rojos.
Una vez la familia se instaló en Valencia de Alcántara, Arlindo creció en este pueblo donde hoy se le teme como a una maldición,hay terror. Aquí acabó el antiguo COU y luego se pasó a la formación profesional para estudiar administrativo. Durante años, sus padres fueron los encargados de cuidar la ermita del pueblo, junto a la que les cedieron una vivienda.
A los 21 años hizo la mili. A los 23, después de hacer un curso de técnico en instalaciones de gas, emigró hasta Madrid en busca de trabajo. Allí encontró empleo, primero en Mercamadrid, luego como vigilante jurado y, más tarde, como técnico en una empresa de gas y calefacción. Con 25 años se casó y al poco tuvo su primera hija. Cuando se le detuvo, la que aún era su mujer se encontraba embarazada de su segunda niña.
- ¿Tienes relación con tu ex mujer e hijas Arlindo?
-No. Hace años que no sé nada de ninguna. Lo entiendo perfectamente. Sólo quiero que ellas hagan su vida sin el estigma de ser la mujer o las hijas de un violador.
Mientras Arlindo se despide detrás de esa puerta que se cierra se refugia el mayor violador de la historia reciente de España. Ha dicho que no quiere marcharse de aquí, que necesita cuidar de su madre hasta que muera. Sólo el tiempo dirá si Valencia de Alcántara le concede ese deseo al hombre que agredió sexualmente a 35 mujeres.
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