Paquita Ballesteros Maravilla es un recuerdo del pasado. Una de esas asesinas tradicionales que envenena en solitario sin enredar a amantes ni a matones a sueldo en sus crímenes. Una asesina en serie autosuficiente cuya historia es similar a la de cualquier otra envenenadora de siglos pasados, salvo por la circunstancia de que conoció a su amante por internet. La Envenenadora de Melilla era como casi todas las envenenadoras, una ama de casa, y madre abnegada, que cuidaba de su aparentemente enfermiza familia al tiempo que los exterminaba,todo sucedía entre el año 2003 y el 2005.
Francisca Ballesteros, Paqui, fue condenada a 84 años de cárcel por envenenar a su marido y a dos de sus hijos y por intentarlo con el tercero. La Audiencia Provincial de Málaga en Melilla la declaró culpable de un delito de asesinato con alevosía y ensañamiento, por la muerte de su hija Sandra de 15 años de edad, dos delitos de asesinato con alevosía, por la muerte de su marido y su hija Florinda de 5 meses en 1990, y un delito de asesinato en grado de tentativa, por su hijo Antonio de 12 años de edad.
La Envenenadora de Melilla declaró que le estuvo dando Colme (un medicamento indicado para dejar el alcohol compuesto de cianamida cálcica) a su marido, Antonio González, hasta que falleció, porque bebía y la maltrataba física y, sobre todo, psicológicamente. También dijo que suministró la misma medicina a sus hijos Antonio y Sandra para que no sufrieran por la desaparición de su padre. En cuanto a la muerte de su hija Florinda, que falleció en 1990 cuando tenía cinco meses, no dio ninguna explicación.
Los investigadores sólo habían encontrado rastros del medicamento en el cadáver de Sandra porque se elimina totalmente del organismo a las 6 o 12 horas. También encontraron Colme en una botella de agua que la niña tenía en la mesilla de noche de su habitación cuando fue trasladada al hospital.
Francisca Ballesteros Maravilla era una valenciana de 36 años que vivía en Melilla con su marido y sus dos hijos.
En el verano de 2003 conoció a varios hombres a través de internet, y en noviembre de ese mismo año su marido ingresó en el hospital por una intoxicación que la envenenadora achacó a unas fumigaciones que se hicieron en la casa. Ese mismo mes viajó a Tenerife para conocer a uno de los ciberamantes y dos meses después, en enero de 2004, falleció su marido Antonio, un funcionario que por entonces tenía 42 años y con el que llevaba 17 años casada. Se atribuyó su muerte a un infarto de miocardio. Pero las desgracias no dejaron de sucederse en la familia y el 4 de junio de 2004 falleció su hija Sandra, de 15 años, al poco de ingresar en el hospital con síntomas de intoxicación y poco después ingresaba también en el hospital con los mismos síntomas su hermano Antonio, de 12 años, que fue el único que se salvó.
El amante tinerfeño de la envenenadora, Cesáreo, declaró en el juicio que pensaba casarse con Paqui y que desconocía que ésta estuviera casada y tuviera dos hijos. La mujer se hacía llamar "fogosa" en el chat de internet en el que se conocieron en agosto de 2003. Cuatro meses después Paqui viajó a la isla para encontrarse con él. El apodo debió de ser muy afortunado ya que tras el primer encuentro en un hotel de Tenerife el hombre le pidió que se casara con él, según su declaración. La envenenadora accedió, pero le dijo que primero debía volver a Melilla para vender una propiedad. La mujer le había contado a Cesáreo que su marido y sus hijos habían fallecido en un accidente de tráfico. El hombre sólo sospechó de la sinceridad de Fogosa cuando durante una conversación telefónica pudo escuchar como alguien la llamaba "mamá".
Se dice que el veneno es el arma de los cobardes porque no te manchas de sangre, ni tienes que pelearte y ni siquiera es necesario revelarle a la víctima que tú eres su verdugo. Se calcula que sólo un cinco por ciento de los asesinatos se cometen con veneno, pero seguramente es el responsable de muchos más crímenes que pasan por muerte natural. La administración prolongada de pequeñas cantidades de veneno suele hacer que la víctima enferme poco a poco y que finalmente su médico certifique que ha fallecido por alguna enfermedad: insuficiencia hepática, ataque al corazón, gastroenteritis aguda,...
Los hay de muchos tipos: Los que reducen la capacidad de oxigenación de la sangre (cianuro, monóxido de carbono,...), Los corrosivos que perforan el estómago (gas mostaza, cloroformo,...), los que causan lesiones en distintos órganos (arsénico, antimonio, estricnina, mercurio,...) En realidad, hay un montón de sustancias que administradas de manera incorrecta acaban causando la muerte: comidas muy saladas y unas pastillas hipertensivas, disueltas en las tazas de café, acabarán algún día con la vida de ese molesto marido hipertenso.
Es un arma muy común entre los médicos. A finales del siglo XIX, por ejemplo, el doctor Thomas Neill Cream daba píldoras (de estricnina) "para el cutis" a las prostitutas londinenses. Lo que le divertía era verlas retorcerse de dolor. Sufrían horribles espasmos, se les ponía una mueca en la cara y se les arqueaba la espalda hasta que fallecían por asfixia o fallo cardíaco.
De todas formas, el veneno es el arma por excelencia de las mujeres y el de la mayoría de las asesinas en serie.
Francisca Ballesteros, Paqui, fue condenada a 84 años de cárcel por envenenar a su marido y a dos de sus hijos y por intentarlo con el tercero. La Audiencia Provincial de Málaga en Melilla la declaró culpable de un delito de asesinato con alevosía y ensañamiento, por la muerte de su hija Sandra de 15 años de edad, dos delitos de asesinato con alevosía, por la muerte de su marido y su hija Florinda de 5 meses en 1990, y un delito de asesinato en grado de tentativa, por su hijo Antonio de 12 años de edad.
La Envenenadora de Melilla declaró que le estuvo dando Colme (un medicamento indicado para dejar el alcohol compuesto de cianamida cálcica) a su marido, Antonio González, hasta que falleció, porque bebía y la maltrataba física y, sobre todo, psicológicamente. También dijo que suministró la misma medicina a sus hijos Antonio y Sandra para que no sufrieran por la desaparición de su padre. En cuanto a la muerte de su hija Florinda, que falleció en 1990 cuando tenía cinco meses, no dio ninguna explicación.
Los investigadores sólo habían encontrado rastros del medicamento en el cadáver de Sandra porque se elimina totalmente del organismo a las 6 o 12 horas. También encontraron Colme en una botella de agua que la niña tenía en la mesilla de noche de su habitación cuando fue trasladada al hospital.
Francisca Ballesteros Maravilla era una valenciana de 36 años que vivía en Melilla con su marido y sus dos hijos.
En el verano de 2003 conoció a varios hombres a través de internet, y en noviembre de ese mismo año su marido ingresó en el hospital por una intoxicación que la envenenadora achacó a unas fumigaciones que se hicieron en la casa. Ese mismo mes viajó a Tenerife para conocer a uno de los ciberamantes y dos meses después, en enero de 2004, falleció su marido Antonio, un funcionario que por entonces tenía 42 años y con el que llevaba 17 años casada. Se atribuyó su muerte a un infarto de miocardio. Pero las desgracias no dejaron de sucederse en la familia y el 4 de junio de 2004 falleció su hija Sandra, de 15 años, al poco de ingresar en el hospital con síntomas de intoxicación y poco después ingresaba también en el hospital con los mismos síntomas su hermano Antonio, de 12 años, que fue el único que se salvó.
El amante tinerfeño de la envenenadora, Cesáreo, declaró en el juicio que pensaba casarse con Paqui y que desconocía que ésta estuviera casada y tuviera dos hijos. La mujer se hacía llamar "fogosa" en el chat de internet en el que se conocieron en agosto de 2003. Cuatro meses después Paqui viajó a la isla para encontrarse con él. El apodo debió de ser muy afortunado ya que tras el primer encuentro en un hotel de Tenerife el hombre le pidió que se casara con él, según su declaración. La envenenadora accedió, pero le dijo que primero debía volver a Melilla para vender una propiedad. La mujer le había contado a Cesáreo que su marido y sus hijos habían fallecido en un accidente de tráfico. El hombre sólo sospechó de la sinceridad de Fogosa cuando durante una conversación telefónica pudo escuchar como alguien la llamaba "mamá".
Se dice que el veneno es el arma de los cobardes porque no te manchas de sangre, ni tienes que pelearte y ni siquiera es necesario revelarle a la víctima que tú eres su verdugo. Se calcula que sólo un cinco por ciento de los asesinatos se cometen con veneno, pero seguramente es el responsable de muchos más crímenes que pasan por muerte natural. La administración prolongada de pequeñas cantidades de veneno suele hacer que la víctima enferme poco a poco y que finalmente su médico certifique que ha fallecido por alguna enfermedad: insuficiencia hepática, ataque al corazón, gastroenteritis aguda,...
Los hay de muchos tipos: Los que reducen la capacidad de oxigenación de la sangre (cianuro, monóxido de carbono,...), Los corrosivos que perforan el estómago (gas mostaza, cloroformo,...), los que causan lesiones en distintos órganos (arsénico, antimonio, estricnina, mercurio,...) En realidad, hay un montón de sustancias que administradas de manera incorrecta acaban causando la muerte: comidas muy saladas y unas pastillas hipertensivas, disueltas en las tazas de café, acabarán algún día con la vida de ese molesto marido hipertenso.
Es un arma muy común entre los médicos. A finales del siglo XIX, por ejemplo, el doctor Thomas Neill Cream daba píldoras (de estricnina) "para el cutis" a las prostitutas londinenses. Lo que le divertía era verlas retorcerse de dolor. Sufrían horribles espasmos, se les ponía una mueca en la cara y se les arqueaba la espalda hasta que fallecían por asfixia o fallo cardíaco.
De todas formas, el veneno es el arma por excelencia de las mujeres y el de la mayoría de las asesinas en serie.
Francisca Ballesteros fue detenida el 6 de junio de 2004 y confesó ese mismo día haber envenenado a sus hijos suministrando diariamente carbimida, zolpidem y otros sedantes para que no lloraran y mantenerlos tranquilos.
Francisca declaró también en este momento el asesinato de su primera hija en 1990.
Ante la similitud de síntomas entre los dos hermanos se ordenó una autopsia de Sandra y la exhumación del cadáver de su marido Antonio, en el cual se encontraron restos de cianamida, sustancia que compone un medicamento denominado Colme.
El 21 de septiembre de 2005 comenzó el juicio. Durante el transcurso de éste, Francisca declaró que su intención era dañarles el corazón para que no sufrieran tanto. Igualmente declaró que tanto su marido Antonio como sus dos hijos eran un “estorbo” para poder empezar una nueva vida con un nuevo “amor” que había conocido por Internet en donde se la conocía con el nick de “Fogosa”.
En el juicio se desveló que Francisca había conocido, al menos, a tres hombres, llegando a prometerse en matrimonio a uno de ellos, a los que les contaba que era viuda y que sus dos hijos y su marido habían fallecido en un accidente de tráfico.
En las testificaciones de los peritos, éstos declararon que Francisca estaba en “plenas facultades mentales”.
El 9 de Julio de 2004, ingresó en prisión preventiva.
El 26 de septiembre de 2005 el tribunal consideraba probados y fallaba:
Un delito de asesinato con alevosía, ensañamiento y el agravante de parentesco contra su hija Sandra por el que se condenaba a Francisca de 25 años de prisión.
Un delito de asesinato en grado de tentativa con ensañamiento y alevosía y parentesco contra su hijo Antonio por el que se la condenaba a 19 años de prisión e inhabilitación para la patria potestad del menor
Un delito de asesinato con alevosía contra su marido Antonio por el que se la condenaba a 20 años de prisión.
Un delito de asesinato con alevosía contra su hija Florinda de 5 meses de edad.
Se le obligaba a pagar una indemnización a su hijo Antonio por la muerte de su hermana de 180.000 euros, 200.000 euros por la muerte de su padre, y 11.390 euros por los daños y lesiones causados sobre su persona, que requirieron un período de 8 meses de recuperación.
En ningún momento durante el proceso de juicio ni de las diversas declaraciones Francisca declaró ningún tipo de sentimiento de arrepentimiento o culpabilidad por ninguno de los asesinatos.
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