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lunes, 18 de septiembre de 2017

Mónica Juan Roig , Quién te Asesinó ?

La búsqueda de Mónica Juan Roig por los alrededores del pueblo ibicenco de Santa Eulalia se prolongó durante 22 interminables días y terminó de un modo terrible y casual cuando un agricultor encontró el cadáver de la joven, de 19 años, en estado de descomposición, semienterrado junto a un olivo en una apartada zona agrícola del municipio. Los forenses determinaron que Mónica había sido asesinada el mismo día de su desaparición, el 9 de diciembre de 1995. Mónica vivía en casa de sus padres en Santa Eulalia, donde compaginaba su trabajo en labores de limpieza con su gran pasión, el arbitraje de partidos de fútbol sala. El día de su desaparición, la joven se trasladó al municipio de San Carlos donde debía arbitrar un encuentro, pero el partido fue suspendido antes de iniciarse por falta de suministro eléctrico. De regreso a Santa Eulalia, Mónica tomó un refresco con unos amigos en una cafetería antes de coger nuevamente su motocicleta para regresar a casa, situada a 2 kilómetros del casco urbano. 

 Sin embargo, no pudo llegar a arrancar la moto porque alguien la había manipulado mientras la muchacha charlaba con sus amigos. Al vehículo le habían arrancado la bujía para impedir que se pusiera en marcha. Este dato lo descubrió la Policía posteriormente, porque lo cierto es que, desde que se despidiera de sus amistades en la puerta del bar, a las nueve de la noche, a Mónica ya no la vio con vida nadie más que su asesino. Mónica Juan no regresó a su casa y los padres, alarmados por lo extraño de la circunstancia, presentaron una denuncia por desaparición al día siguiente. De inmediato se conformó el mayor operativo de búsqueda que se recuerda en la Isla de Ibiza. Desafiando las fuertes lluvias que azotaron aquellos días la zona, centenares de voluntarios, agentes de las fuerzas de seguridad, bomberos, buzos, miembros de Cruz Roja y hasta militares rastrearon cada palmo de la zona de Santa Eulalia y municipios colindantes, cada centímetro del cauce del río y cada metro de playa y de huerta. 

 El día 31 de diciembre de 1995, poco antes de las 11 de la mañana, un agricultor se topó por casualidad con los restos semienterrados del cadáver de Mónica Juan Roig en unas tierras de labranza de una zona aislada conocida como Parroquia de Jesús, en el término municipal de Santa Eulalia. El cuerpo estaba todavía vestido con el uniforme de árbitro de la Federación Balear de Fútbol Sala que llevaba puesto la chica cuando desapareció. Aunque eran apreciables diversos signos de violencia, los expertos concluyeron que Mónica no había sido violada. El cadáver presentaba un profundo tajo en la garganta que le ocasionó la muerte la misma noche en la que desapareció tras no poder arrancar su ciclomotor. El punto donde apareció el cadáver se encontraba  cerca de la carretera general que conduce a Ibiza, si bien no se podía llegar a él en coche como tampoco era fácil hacerlo caminando desde la carretera. Los investigadores dedujeron que quien mató a Mónica era de por la zona y conocía perfectamente el terreno. La juez instructora del caso, Clara Ramírez de Arellano, decretó el secreto del sumario y ordenó el envío de restos de vísceras y otros elementos del cuerpo a un laboratorio especializado para un análisis en profundidad. Este segundo examen no vino sino a confirmar los resultados del primero, no hubo agresión sexual y la muerte fue instantánea a consecuencia del profundo corte recibido a la mujer en la garganta, que casi llegaba a separar la cabeza del tronco. 

 Los expertos de la Policía Científica determinaron que en el calzado de la víctima no había restos de hierba o tierra de la zona, por lo que debió ser asesinada en otro lugar y trasladada en brazos por el asesino hasta la zona apartada, para después dejar el cuerpo semioculto por el olivo, escombros y matorrales. También se concluyó que el asesino había sido un hombre, que empleó un cuchillo para cortar el cuello de su víctima y que ésta se defendió con bravura, pues presentaba numerosos cortes en las manos, así como en una carpeta que con toda probabilidad intentó emplear como escudo. La Guardia Civil investigó el entorno más cercano de Mónica Juan, con la convicción de que la víctima y el asesino se conocían y que además este último era vecino de Santa Eulalia. Lo más razonable era que el criminal hubiese inutilizado la moto, rompiendo la conexión entre el motor y el sistema eléctrico, para después ofrecerse a acercar a la joven a casa. Los primeros extremos que había que analizar eran, pues, las posibles relaciones sentimentales de la víctima. Antonio Juan, el padre de Mónica, dijo, tras la aparición del cuerpo, que “sólo un carnicero sin escrúpulos de ninguna clase” pudo haber matado de esa manera a su hija. El principal sospechoso fue un policía municipal de Ibiza, vecino de la joven y como ella, árbitro de fútbol sala. Los agentes de la Guardia Civil se fijaron en él después de que comentara a un hermano de Mónica que la fallecida y él eran novios, aunque nadie lo sabía, ni siquiera las amigas de la joven. Efectivamente, los agentes recordaron que el cadáver de Mónica Juan llevaba puesta una esclava del tipo no me olvides con un nombre de pila grabado que se correspondía con el del policía. Pero no había más pruebas y nunca se pudo imputar al sospechoso. Los investigadores sospechan que la noche de su muerte, Mónica tenía una cita secreta con una persona no identificada con la que podría mantener una tormentosa relación sentimental y que fue quien la degolló. Dos años después del asesinato, las diligencias judiciales fueron archivadas al no existir acusación formal contra nadie y al estimar el juez que las investigaciones habían entrado en vía muerta. El crimen, considerado por la Justicia como homicidio y no como asesinato, prescribió en diciembre de 2010 al haber transcurrido 15 años desde su comisión. A efectos legales quien quitó la vida a Mónica Juan Roig es desde esa fecha un ciudadano con todos sus derechos y libertades y la muerte de la mujer un nuevo crimen impune.

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