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jueves, 12 de octubre de 2017

Asesinato en Alange , Machismo Estructural

Asesina a una mujer en Alange, en Badajoz, el dia 6 de enero del 2016 y las escuetas informaciones sobre este nuevo caso de violencia feminicidio vuelven a poner de relevancia la poca humanidad que se le otorga a las víctimas. Se destaca su nacionalidad, como si quisieran culpar de estos comportamientos tan brutales y machistas (que con sus declaraciones justifica la iglesia católica y sus secuaces)  a los países de origen. Con ello están alentando la xenofobia, como se ha hecho en el caso de los ataques de Colonia. ¿Sólo son condenables los asesinatos y abusos en mujeres cuando los cometen hombres extranjeros?. No nos equivoquemos, todos los comportamientos machistas son iguales, sin importar la nacionalidad, la religión o la ideología política que se profese.
 También nos informan de su edad, seguida de unas desnudas sílabas, M.P.G., pero es impresionante que no le otorguen en ningún momento rasgos humanos, de madre, de mujer, de amiga, de hija, ...de persona. Sólo es un número más que se menciona durante un instante en los noticieros, una sórdida estadística.   Y no es que  ante los feminicidios pidamos grandes gestos o funerales de Estado como se otorgan a militares, políticos, diplomáticos o víctimas del terrorismo, donde todo el país se conmueve (a golpe de titulares) y las agendas políticas se paralizan, abren y flexibilizan. Sólo pedimos una pizca de honestidad, que se reconozca el problema de machismo estructural que la sociedad tiene, que pensemos que si queremos vivir en un estado social y democrático, donde  las personas sean iguales en derechos y oportunidades, las mujeres somos una mitad necesaria y valiosa de esa sociedad.      

 Si el asesino tenía una orden de alejamiento de la mujer sobre la que ejercía la violencia, ¿tendrá el gobierno de Extremadura alguna responsabilidad sobre la ineficacia de los protocolos? Los protocolos como los que debería seguir la policía o la Guardia Civil, que se limita a preguntar a la víctima si quiere poner denuncia, sin recoger ni documentar pruebas (estado emocional de la mujer y su hijo, fotografías y vídeos que demuestren el grado de violencia del domicilio y de la víctima, testimonios de vecinos, amigos o familiares, etc).  ¿Habrá qué cuestionar la sentencia que le obligaba a realizar un curso contra el maltrato? ¿Sirvió de algo este curso? ¿Funcionaron las medidas de reinserción? ¿Se protegió correctamente a la víctima? Alentamos a las mujeres a denunciar la violencia machista pero, ¿educamos y persuadimos a los hombres para no ejercerla?.
 ¿No debería el juzgado, a la vista de la ineficacia de las medidas de protección, abrir una investigación para pedir responsabilidades? ¿Realizar un análisis en cada caso de feminicidio para averiguar en qué se falló y cómo puede mejorar el sistema de protección? ¿Vamos a seguir al ritmo de una mujer asesinada cada dos días?  Parece una cruel ironía que fuera precisamente el día 25 de noviembre, día de la no violencia contra las mujeres, cuando se dictara la sentencia sobre el maltratador de esta mujer y, apenas mes y medio después, la asesine y la tire al pantano de Alange. ¿Qué mensaje estamos dando a las mujeres que tienen que denunciar? ¿que responsabilidad tenemos como sociedad? ¿porque no asumen los varones machistas que sus comportamientos son censurables, poco democráticos y prehistóricos?? .

 
Sabemos lo duro que es para una mujer que sufre la tortura del maltrato machista armarse de valor y denunciarlo. Sabemos  que, tras la denuncia ella queda expuesta y la violencia se vuelve, potencial  o de hecho, más virulenta y peligrosa. Sabemos lo imposible que es, para una  mujer que denuncia, demostrar en el juzgado qué, cómo y cuándo se  produjeron los abusos verbales y físicos, cómo él le fue minando su  autoestima, cómo se convirtió en el monstruo con el que ella decidió convivir  y al que eligió como padre para su hijo. Sabemos lo difícil que es para la mujer conseguir que se demuestre y que se  consiga una sentencia por violencia machista, aunque ésta sólo refleje una  mínima parte de lo que fue la convivencia atroz, la revictimización del  proceso judicial, el miedo constante por su vida. De todo el horror que vivieron esta mujer y su hijo, los juzgados  le concedieron como verdadero tan solo el delito de amenazas. La consecuencia para el  maltratador: servicios a la comunidad, mantenimiento de la patria  potestad y concesión de visitas. Para ella: el frío del pantano. 
Sin embargo la mujer debe denunciar, la denuncia es necesaria para garantizar los derechos de las víctimas y para protegerlas de sus agresores, pero esta denuncia debe de comportar una protección real y efectiva para la mujer y para sus hijas e hijos. Esta protección debe de ser tomada en serio, ser real y efectiva, es imprescindible, es una cuestión de vida o muerte. Ahora,  señor juez o señora jueza, puede que tenga un poco más claro que sí, que las  amenazas no eran sólo palabras, que eran tan reales como el miedo que  ella y su hijo tenían.   

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