Guillermo Fernández Bueno, llegó con 23 años a Vitoria en octubre del
2000 para trabajar en la construcción. Tres meses
después, el 6 de enero del 2001, fue detenido por violar a dos
mujeres, a una de las cuales asesinó brutalmente. Aquel crimen conmocionó a la capital alavesa. El miércoles 25 de julio del 2018, Fernández Bueno, condenado a 36 años de prisión por estos delitos, se ha fugado durante un permiso de la cárcel de El Dueso (Cantabria). Comenzó a disfrutar de permisos penitenciarios en 2012. Siempre regresó.
Este
“delincuente peligroso” con rasgos de psicópata, según la descripción
que hizo de él un psiquiatra en el juicio por el asesinato, violó a una panadera en su establecimiento en Vitoria
y solo un mes después se ensañó con una “violencia inusitada” hasta
acabar con la vida de una limpiadora del bar Acua de la misma ciudad.
Por el primer delito fue condenado a nueve años de prisión y acumuló una pena de 26 años por agredir sexualmente y matar a la segunda, aunque las dos condenas fueron refundidas y quedaron en 22 años de cárcel.
Fernández Bueno, de gran estatura y complexión
fuerte, se dejó llevar por su personalidad “sádico agresiva” para
perpetrar aquellos actos. El 12 de noviembre del 2000 entró en una
panadería céntrica de Vitoria aprovechando que la empleada había dejado
la persiana entreabierta. La víctima se encontraba sola en el obrador y
comenzó a gritar cuando vio entrar al desconocido. Tras golpearla y
derribarla, la violó entre amenazas. Después la encerró en el baño del
local y le dijo que no avisara a la policía hasta después de un tiempo.
Un mes después, el 14 de diciembre, volvió a las andadas, ya que
Fernández Bueno entró en el bar Acua, que solía frecuentar y se
dirigió a la cocina tras saltar el mostrador. La sentencia de la
Audiencia de Álava, del 2002, detalló que el agresor abordó a la
limpiadora del establecimiento, Ana Rosa Aguirrezabal, de 34 años, a
quien golpeó con una botella en la cabeza, provocándole la pérdida del
conocimiento. El condenado la desnudó de cintura para abajo y consumó la
violación mientras le presionaba fuertemente el cuello y el mentón con
la mano.
La limpiadora murió por asfixia, pero Fernández
Bueno le dió al asunto un trato aún más macabro a aquella muerte. Trató de
cortarle el cuello con una espátula, sin conseguirlo, y luego empleó un
cuchillo de sierra para hacerle varios cortes. Él alegó en la vista oral
que actuó bajo los efectos del alcohol y las drogas y que se
autoinculpó tras su detención porque los policías le indujeron a
hacerlo. Sin embargo, en el local se encontraron pruebas que le
incriminaron claramente, siete huellas de una zapatilla de deportes de
su propiedad fueron halladas en el bar, sus huellas dactilares manchadas
de sangre quedaron marcadas en el mostrador y una cazadora suya llevaba
restos de sangre de la mujer.
Fernández Bueno fue detenido pocos días después dentro del mismo bar Acua donde había cometido aquel crimen.
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