sábado, 28 de julio de 2018

Tomás Pardo , El Vivo Retrato del Violador Reincidente

Condenado a 25 años y medio de prisión, logró tras 16 años encarcelado una primera autorización para salir a trabajar y regresar al centro penitenciario sólo para dormir. En junio y en septiembre del 2016 advirtieron a su víctima superviviente de que el permiso sería sólo de tres días. Y una semana antes volvieron a anunciarle que el hombre que el 31 de octubre del 2002 la secuestró, violó, apuñaló y abandonó creyendo que estaba muerta, volvería a la calle otras tres noches de permiso. Durante esos días, Lucía no salía sola de casa, nunca. Catorce años después, la mujer oye hablar de Tomás Pardo y llora,tiembla, sigue teniéndole miedo. 
En febrero del 2016, cuando Lucía supo de los permisos que empezaba a gozar su violador, tuvo miedo. Concedió una entrevista a la prensa y advirtió de que aquel hombre no era un ser humano normal. Que lo volvería a hacer. Lucía tuvo más sentido común que los miembros de la junta de tratamiento del centro penitenciario que firmaron los informes favorables a los permisos.


El sábado de octubre del 2016, a las siete de la mañana, Tomás Pardo asaltó a una mujer de 52 años cuando salía de la casa de su pareja en Igualada. Había quedado con un amigo para hacer una ruta de montaña a pie. La amenazó con una navaja, la obligó a subir en su coche y le hizo conducir hasta un paraje boscoso y recóndito entre Martorell y Castellbisbal. El violador conocía bien ese bosque.,allí mismo, llevó a Lucía. Su proceder fue idéntico. Asaltada al salir de casa. Obligada a conducir su coche hasta ese mismo bosque.
Tomás Pardo violó a su víctima en varias ocasiones, y después, como hizo con Lucía, le clavó la navaja en el cuello. Creyó que la mujer estaba muerta, la arrojó al fondo de un barranco, y como hizo con Lucía, se llevó sus tarjetas de crédito, con el PIN, que ella dio pensando que quizás aquel hombre sólo quería su dinero.

 La víctima utilizó sus últimas fuerzas para enviar su geolocalización. Sabía que sus seres queridos no tardarían en echarla de menos y buscarla. Tomás Pardo se llevó su coche y lo abandonó en la estación de Ferrocarriles de Martorell. Después se fue a la casa de su madre, en Igualada, el domicilio al que acudía siempre.
 La familia de la mujer dio la voz de alerta y se activó un dispositivo de búsqueda. Tuvieron que intervenir los bomberos de la Generalitat para rescatar a la víctima del fondo del barranco.  La mujer se encontró  ingresada en la unidad de cuidados intensivos del hospital del Vallès Occidental. Tras unas primeras horas muy críticas, los médicos lograron salvar su vida. 
Que se lo pregunten a Lucía, que tras haber estado cocinando para su familia, que la visitaba en casa, se pasó la comida llorando abrazada a su hija. Lucía volvió a dar la cara con la esperanza de que el calvario que sufrió no volviera a padecerlo ninguna otra mujer. Pero Tomás Pardo pese a su buena conducta en los diferentes centros penitenciarios en los que ha estado ingresado, el último en Lleida, y después de asistir de manera voluntaria a un programa de rehabilitación de agresores sexuales, volvió a hacerlo.


No deja de ser casualidad que lo hiciera la madrugada del mismo día pero 14 años después, y en el mismo escenario. Tras localizar a la víctima, la Unidad de Investigación de los Mossos de Igualada, con la colaboración de múltiples unidades policiales, tomó las calles para dar con Tomás.
Ni un solo segundo dudaron de su autoría. Reafirmada cuando los investigadores comprobaron que una tarjeta de la víctima había sido utilizada para extraer hasta 1.000 euros de un cajero de Igualada. Pero algo fallaba. El individuo que sacaba el dinero no era Tomás Pardo, sino un menor. El violador utilizó a su sobrino de 15 años.
Con ese dinero Tomás se compró varios gramos de cocaína. Los mossos le localizaron  caminando por el arcén de la A-2, saliendo de Igualada en dirección a Barcelona. Iba medio desnudo, colocado y aún pudo esconderse entre los arbustos de la carretera cuando descubrió a la primera patrulla que iba tras su pista.
  En los calabozos de los Mossos de Igualada negó cualquier relación con los hechos. Reconoció haber mantenido relaciones consentidas con la mujer, pero dijo que se ausentó unos minutos y que al regresar la encontró herida. Lucía sabía que lo volvería a hacer. “Mayka, ese hombre disfrutaba con lo que hacía. Es un salvaje”.

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