David Oubel tenía que entregar al día siguiente a sus
dos hijas a la madre, de la que estaba separado. Prefirió asesinarlas
con una sierra radial de acreditada eficacia, según se interesó en
preguntar en la ferretería donde la compró.
Con un corte de pelo modernuki, conjuntado en la vestimenta y frío como
si estuviera escuchando la lista de los reyes godos cuando le
anunciaron los cargos contra él, Oubel reconoció los hechos
impecablemente vestido.
Su caso fue el primero en España de aplicación de
prisión permanente revisable, ese sintagma que parece un oxímoron, pero
que viene a traducirse en que te comes a pulso de 25 a 35 años de
cárcel, te portes como te portes, y que pasada esa vida en prisión
puedes seguir entre rejas si el juez considera que no te has
reinsertado. Si lo quieren más resumido: cadena perpetua.
El debate sobre esa cadena perpetua encubierta para nuevos casos de
crímenes especialmente cruentos ha sufrido un proceso casi idéntico al
de otros asuntos en nuestro país: urgente ¡para ayer! olvidado en seco
desde mañana. Cambios concretos: cero. Agitación, propaganda y
excitación de pasiones: cien. Pero como la gaseosa. Efervescencia y
caída en el olvido en cuestión de horas. ¿Ya no es importante? ¿Era solo
ruido? ¿Se trataba de acusar de flojos al resto?.
En el lenguaje taleguero los presos decían hace años una
frase que daba mucha información: “yo estoy pagando por…”, y a
continuación enunciaban el delito cometido, que solía ser un atraco a un
banco con una recortada, doce años, o un robo con diferentes
modalidades, mínimo cuatro años, dos meses y quince días.
No existía entonces -¡por favor, era el franquismo!- la idea de
reinserción; todo lo más penitencia, flagelo y, en el mejor de los
casos, propósito de la enmienda del preso después de haber dicho los
pecados al confesor. Era estadísticamente probable que el encarcelado
emplease su tiempo entre rejas embebido en la depuración de las técnicas
empleadas en golpes anteriores, en la autocrítica rumiada por los
errores cometidos en el palo anterior, en el ajuste de las destrezas
necesarias para que el golpe siguiente fuera perfecto, sin detención y
con todo el beneficio en caliente, para él sólo. La cárcel como forma de
aprendizaje para el delito, control de calidad de la próxima fechoría.
Sí, eso, universidad de delincuentes, se decía entonces. Hace mucho de
esto.
Con la democracia se estableció en la Constitución la
idea de que las penas de cárcel debían servir sobre todo para reinsertar
al delincuente, para que el detenido por cometer un delito no sólo no
volviera a reincidir, sino que se diera cuenta de que lo que había hecho
estaba mal y proclamara su afán por no volver a delinquir, tan
judeocristiano como tantas veces improbable. Usted esta en la cárcel
para no volver a estar en la cárcel, era la idea de los buenos
legisladores.
Así, las cárceles se modernizaron, se
llenaron de gimnasios, bibliotecas y teles mejores que las de antes, de
piscinas, psicólogos, juntas de evaluadores, paseos con árboles y hubo
hasta cárceles mixtas. En una de esas cárceles, estas sí modélicas, sin
rejas visibles para los presos, que puso en pie Mercedes Gallizo, en
Mansilla de las Mulas (León) para facilitar la reinserción de los muy
delincuentes, estaba el tal David Oubel, el que compró la radial como
quien adquiere un juego de escarpias de calidad para que los cuadros
cuelguen bien.
Al tal David Oubel, un narciso de aquí
a Orio (Gipuzkoa), es al primer español al que se le aplicó la prisión
permanente revisable. Un jurado compuesto por siete hombres y dos
mujeres, buenos, coincidió en la urgencia de mandar a este humano, por
muy monstruo que le llamen, a la cárcel de por vida.
El criminal fue tan metódico en el asesinato de sus
hijas, Amaya y Candela, nueve y cuatro años, que les metió un sedante en
el ColaCao y a la mayor, que se resistió a pesar de la droga, la
sometió a “múltiples acometidas”, según la sentencia, hasta asesinarla.
Un caso de violencia machista. Un caso de violencia de género: hacer el
mayor daño posible a la madre asesinando a sus hijas, sin asesinarla a
ella. ¡Que viva con ese dolor el resto de sus días! Violencia vicaria,
la ejercida a través de terceras personas.
Casi
nunca usamos en los medios esta expresión, hasta el punto de que las
madres que han perdido a sus hijos a manos de sus ex maridos asesinos
han encontrado severos problemas para ser reconocidas como víctimas de
violencia machista, ellas y sus hijas/os asesinados. Matar en vida a la
madre, eso pretendía el asesino machista elegantemente vestido,
asesinando a sus hijas.
Ese individuo al que le faltan seis meses para salir en
libertad y en un permiso carcelario viola, asesina y quema a dos
mujeres, policías nacionales, no tiene arreglo. Es muy dura esta
conclusión, pero es así. Ese violador del estilete que después de media
vida en la cárcel, entra en período de descuento para violar a otra
mujer. No tienen solución.
El debate se plantea
cuando esa prisión permanente revisable se formula como posible vía de
reinserción o como pura cadena perpetua. Son complejos los mecanismos
para saber si un criminal está reinsertado, porque nunca lo estarán y porque dicen de esos
asesinos repugnantes que son “buenos presos”, a la vista de quienes les
evalúan, pero en realidad están pensando en el siguiente crimen que
cometerán en cuanto alcancen un permiso.
Ante asesinatos como los de Sandra Palo, Marta del
Castillo, Mari Luz Cortés, Ruth y José Bretón, las niñas de Alcaser, Diana Quer, Anabel Segura, y el de Laura Luelmo,uno quiere que los criminales paguen por
ello, pero que también el juez revise si alguno de esos criminales se ha
reinsertado o no, por mucho que nos duela, por mucho que sepamos que
hay criminales que no tienen arreglo.Vaya país mas ciego!!
El debate queda ahí, hasta nuevo crimen, por los partidos. No debería ser aparcado por los medios porque al final seremos el pueblo quien lo arregle a palos limpios.
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