sábado, 25 de septiembre de 2021

3096 Días

 


Es el tiempo que permaneció Natascha Kampusch desde que fue secuestrada por Wolfgang Prïklopil el 2 de marzo de 1998 hasta que ella escapó de la casa del raptor  mientras estaba obedeciendole durante una limpieza con aspiradora a su coche,aprovechando el ruido y que éste se alejó para atender una llamada de teléfono. Era el 23 de agosto del 2006 y saltó por el jardín hasta que se refugió en busca de ayuda en la casa de una vecina llamada Inge.

Wolfgang Prïklopil al ver que había escapado, fue a buscarla con el coche por las calles y varios lugares más, pidió ayuda a un amigo y cuando comprendió que Natascha Kampusch se había librado de sus garras, él decidió quitarse la vida lanzándose a las vías de un tren en marcha, murió en el mismo acto. 

3096 días duró el calvario que sufrió Natascha Kampusch a manos de su raptor Wolfgang Prïklopil en Viena, Austria.

La joven pálida de 18 años que se presentó aquel 23 de agosto del 2006 ante la policía era Natascha Kampusch, cuya desaparición en 1998, cuando iba al colegio, conmocionó a la sociedad austriaca y dio lugar a una búsqueda sin precedentes, ante el temor de que hubiera caído en manos de una red de pederastas. 

Secuestrada por un antiguo técnico de la Siemens, Wolfgang Prïklopil, de 36 años, el 2 de marzo de 1998, cuando Natascha, entonces una niña de 10 años, se dirigía a la escuela, vivió con su captor hasta el 23 de agosto de 2006, cuando logró fugarse de la casa unifamiliar de Prïklopil, en Strasshof, un suburbio de Viena. Nada menos que ocho años. O más exactamente, 3096 días, una cifra aterradora que sirvió de título a la novela del secuestro que publicó Kampusch en 2010. Un relato bien escrito, pudoroso y repleto de omisiones que se ha convertido en un film recién estrenado en Austria y Alemania.



Es una extraña cápsula del tiempo que se mantiene tal y como estaba aquel 23 de agosto de 2006, día en el que ella pudo huir y su raptor, Wolfgang Priklopil, se tiró a las vías del tren. Tras varias generaciones en manos de la familia de él, hoy en día la propietaria de la gran vivienda unifamiliar es Natascha. La recibió como compensación por el sufrimiento padecido. "La casa en sí no puede hacerme daño, solo pueden hacerlo los recuerdos de lo que allí sucedió".

Sin embargo, la macabra historia allí vivida, junto con el sótano ilegal que Priklopil le obligó a construir, hacen que el inmueble sea difícilmente vendible.



Años de abusos físicos y mentales hicieron que a Natascha le aterrorizara su secuestrador, pero también que dependiera totalmente de él. El electricista austriaco era la única persona con la que tenía contacto, y este utilizaba el miedo para someterla. Priklopil llegó a llevarla al exterior durante sus años de cautiverio, e incluso hicieron un corto viaje de esquí. Pero él no la perdía de vista y ella sentía demasiado pánico como para pedir ayuda. Finalmente, una mañana en la que estaba medio muerta de hambre -una de las herramientas de control preferidas de Priklopil-, Natascha escapó a través del jardín trasero lleno de malas hierbas, mientras él hablaba por teléfono.



Sus sentimientos por Priklopil, que tenía 36 años cuando la raptó, son complejos. Durante gran parte de su vida él fue el único adulto que conoció, y aunque le pegaba y la violaba, también la alimentaba, la vestía, y asumió el papel de maestro. En un comunicado hecho público poco después de recuperar la libertad, Natascha afirmó: "No lloré cuando me escapé. No había ninguna razón para estar triste. Pero para mí su muerte era innecesaria. Formaba parte de mi vida. Por eso lamento su final". Esta reacción aparentemente benévola resultó chocante para el público; Natascha recibió muestras de odio por correo y fue acosada 'online'.

Desde que escapó de las garras de Priklopil, se ha visto en el centro de un sinfín de teorías conspiratorias. Una sugería que Natascha había dado a luz al hijo de su captor, y que después había sido enterrado en el jardín o entregado a un cómplice para que lo criara en secreto. Un investigador llegó a acercarse a una escuela, donde pidió objetos que tuvieran ADN de un alumno que creía era el vástago. La madre del niño se querelló y demostró que era su hijo.

El caso de Natascha ha sido investigado en tres ocasiones diferentes, la última en 2012. A ella le resulta especialmente duro 'mirar hacia delante' cuando constantemente se ve obligada a volver la vista atrás. Los resultados del último equipo de investigación -ayudado por especialistas del FBI- son idénticos a los anteriores: Priklopil actuó solo.



Para su familia también ha sido duro convivir con las innumerables conjeturas. Natascha pasó tiempo reconstruyendo la relación con sus padres; hoy en día la que mantiene con su progenitor es especialmente tensa, pues él colaboró con un libro que cuestiona la versión oficial de los hechos. "Aparecieron un montón de teorías. Y mi padre resultó ser muy influenciable", afirma, "aquellos primeros días todos vivimos muchas emociones. Las cosas siguen siendo difíciles con él. Mi madre es una persona dura en el buen sentido. Cuando me escapé, ellos esperaban encontrar a la niña que les habían robado, pero yo era adulta. También sufrieron".



Se ha involucrado en varios proyectos solidarios, ha hecho campaña por la organización en defensa de los animales PETA y ha donado dinero a la familia de Josef Fritzl, el monstruo austriaco que mantuvo cautiva a su hija en un sótano durante 24 años, violándola repetidamente y dejándola embarazada en varias ocasiones. También ha apoyado una campaña en Austria para concienciar sobre la situación de los refugiados. "Conocí a una familia de Alepo, Siria", señala, "y me sentí identificada con ellos, porque vienen de un lugar en el que han vivido bajo ataques y amenazas".

A pesar de las dificultades, Natascha lucha por salir adelante. "Una de las peores escenas de mi cautividad fue cuando Priklopil me arrastró a la puerta de la casa, en bragas, muerta de hambre y llena de moratones, y me dijo: 'Venga, corre. Ya veremos hasta dónde llegas'", escribe en su libro, "me sentí tan humillada que no pude dar ni un paso. Volvió a meterme dentro y me dijo: 'Ves, de todas maneras el mundo de ahí fuera ya no te quiere. Este es tu único lugar'".

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