jueves, 9 de septiembre de 2021

Hotel Overlock, El Resplandor

 


Muchos recuerdan la famosa novela ‘El Resplandor’, escrita por Stephen King y adaptada al cine por Stanley Kubrick. El filme se convirtió en uno de los más destacados, y terroríficos, de la pantalla grande.

Una aterradora historia de apariciones y muertos que regresan se desarrollaba en el interior de un amplio y elegante hotel; cerrado durante la temporada invernal y aislado en medio de una tormenta de nieve. Es ahí donde un vigilante recién contratado y su familia viven una aterradora experiencia que los marcará.

Para elaborar esta historia Stephen King se inspiró en un lugar real, el hotel Stanley, ubicado en Estes Park, Colorado. En la ficción se denominó el ‘hotel Overlook’ y se volvió para muchos el escenario de distintas pesadillas.



Sin embargo, nada de esto habría pasado por su mente si no hubiera decidido visitar con su familia uno de los lugares más terroríficos de Estados Unidos: el hotel Stanley.

El lugar se encuentra situado en el municipio de Estes Park (Colorado), y a solo 8 kilómetros de la entrada al Parque Nacional de las Montañas Rocosas. El establecimiento, que King bautizó en su libro como ‘hotel Overlook’, fue inaugurado en 1909 con la intención de alojar a la población de clase alta del país.

El Stanley fue conocido por muchos como un ‘hotel maldito’, ya que según varios testigos desde sus primeros años ocurrieron diferentes sucesos espeluznantes.

Según cuentan en 1911 el ama de llaves principal, Elizabeth Wilson, sufrió un grave accidente en la habitación 217; se dice que su espectro permanece al pendiente de quienes se hospedan en el recinto.

Además, es común que los muebles aparezcan desplazados en las habitaciones y que, por alguna razón desconocida, las luces se enciendan y se apaguen. En el pasillo del cuarto piso se perciben las risas y las carreras de los niños que alguna vez jugaron ahí.

Su fundador, Freelan Oscar Stanley (1849-1940), pionero del revelado fotográfico, la automoción y la construcción en hormigón armado, además de un respetado luthier, contrajo tuberculosis y decidió recorrer los 3.200 kilómetros que separan Massachussets de Colorado para respirar aire fresco. Su mujer y él acabaron en Estes Park y, tras pasar todo el verano en las montañas, su salud mejoró notablemente.

Impresionado por la belleza del valle, pero no con las humildes opciones de alojamiento de la zona, Stanley decidió construir un hotel “como Dios manda”, en el que pudieran alojarse sus amigos de la alta sociedad de Nueva Inglaterra. Sin escatimar en gastos levantó, en lo que entonces era el medio de la nada, un enorme edificio de 48 habitaciones con ascensor hidráulico, alumbrado eléctrico y de gas, agua corriente y teléfono. El hotel contaba incluso con una flota de coches a vapor de 12 plazas diseñados por el propio Stanley para llevar y traer a los huéspedes a la estación de tren, situada a 30 kilómetros.

Un lugar perfecto para los fantasmas

Durante sus años de esplendor el hotel recibió la visita de personalidades como Theodore Roosevelt, Bob Dylan, Billy Graham, el emperador Hirohito de Japón o John Philip Sousa, pero, pese a la dedicación de Stanley, el proyecto fue un fracaso. El establecimiento solo abría en verano (el hotel no contó con calefacción hasta 1983) y no lograba atraer a la suficiente clientela para que salieran las cuentas. En 1926 su fundador lo vendió a una compañía privada creada con la única intención de gestionar el establecimiento y en años sucesivos fue cambiando de manos, mientras el hotel entraba en franca decadencia.

No ayudó tampoco que empezaran a circular rumores que aseguraban que el hotel estaba encantado. Las historias de fantasmas aparecieron poco tiempo después de la inauguración. En 1911, Elizabeth Wilson, una de las camareras de piso se electrocutó durante una tormenta. Aunque no murió, en la habitación donde recibió la descarga, la 217, empezaron a registrarse fenómenos supuestamente paranormales.



Medio siglo después de su inauguración, en los años 70, la zona de las Montañas Rocosas –que había sido declarada parque Nacional en 1915, gracias en parte al esfuerzo de Stanley– era un centro turístico de primer orden, pero el hotel Stanley estaba al borde de la quiebra: a los ricos allí no se les había perdido nada y los nuevos viajeros mochileros no podían pagar lo que costaban sus habitaciones. Pero fue entonces cuando el establecimiento recibió la visita de su huesped más insigne, que cambió para siempre su historia (y le devolvió los visitantes).

Tras publicar sus dos primeras novelas, 'Carrie' y 'El misterio de Salem´s Lot', Stephen King empezaba a ser un escritor conocido, pero quería que su nueva novela fuera distinta o, al menos, que no estuviera ambientada en Maine. Así que abrió un atlas de Estados Unidos, lo puso sobre la mesa de la cocina y busco al azar un lugar donde ambientar su próximo libro. Su dedo cayó sobre Boulder, colorado, y a principios de 1974, junto a su esposa, Tabitha, y sus dos hijos, Naomi y Joe, se mudó a la otra punta del país.

Con motivo de la festividad de Halloween, King decidió pasar unos días de vacaciones junto a su mujer y, buscando lugares cerca de su nueva casa, dio con el Hotel Stanley. Tal como se cuenta en su biografía –'Stephen King: America's Best-Loved Boogeyman'–, el escritor se registró en el hotel un 30 de octubre. Justamente en la habitación 217. “Cuando llegamos, estaban a punto de cerrar por fin de temporada, y así nos encontramos como los únicos huéspedes del hotel, con todos esos largos y vacíos pasillos...”, explicó el novelista.

La noche de su llegada, el matrimonio King pidió el único plato disponible a estas alturas en el restaurante del hotel. “Con excepción de nuestra mesa, todas las sillas estaban encima de las mesas”, relató el escritor. “Mientras, la música hacia eco en el pasillo, y fue como si Dios me hubiese puesto allí para escuchar y ver esas cosas. Y cuando me fui a la cama esa noche, tuve el libro en mi mente”.

Tras la cena, Tabitha se marchó a la cama, pero su marido, suponemos que en busca de inspiración para su libro, decidió dar un paseo por el hotel vació. Y, como no podría ser de otra forma, acabó en el bar, donde empezó a barruntar el personaje de Jack Torrance, el protagonista de 'El resplandor', que tiene mucho de autobiográfico (entre otras cosas, el alcoholismo).

El libro se publicó tres años después de la visita de King al hotel, en 1977, y fue su primer superventas, que le consagró como el gran autor de terror del momento. En 1980, Stanley Kubrick estrenó su famosa adaptación de la novela. Y, aunque ninguno hace referencia al hotel real en el que se ambienta la historia, pronto el Stanley empezó a recibir cientos de visitantes que buscan ver a sus famosos fantasmas.

Un imán de lo paranormal

En cuanto los dueños del Hotel Stanley percibieron que su fama de fantasmagórico podía atraer más turistas de los que ahuyentaba, empezaron a promocionar esta faceta del establecimiento. “Después de un siglo de recopilar espíritus”, puede leerse en su página web, “el hotel ha sido reconocido por los especialistas y expertos en el campo de la investigación paranormal como uno de los sitios más activos de la nación”.



Y, claro está, desde que el hotel atrae a todo tipo de cazafantasmas, no dejan de sucederse los avistamientos. La semana pasada, el hotel volvió a ser noticia cuando uno de sus huéspedes, Henry Yau, compartió una foto en Instagram en la que puede verse a una extraña mujer subiendo por las escaleras.

Como saben todos los psicólogos, la sugestión es poderosa, y nuestras expectativas pueden influir, e influyen, en nuestras interpretaciones. De alguna forma, vemos lo que esperamos ver, y esto incluye, claro, a los fantasmas. La foto que ha circulado estos días es, claramente, una foto panorámica, que empezó a tomarse cuando no había nadie en la escalera, pero registró a una mujer cuando bajaba por ella. Y como fue tomada en un hotel encantado, tenía que ser un fantasma.

Probablemente, no haya nada de mágico en el Stanley, pero el lugar da miedo de verdad y tiene tanto encanto que merece la pena hacer una visita y pensar, aunque sea durante un día, que existen los espíritus.


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