En la fecha de hoy, cuando se está editando éste número de Crímen Scientia, el caso de la joven Deborah Fernández Cervera, puede prescribir el 1 de mayo del 2022, pero durante el año 2021 se está cotejando unas pruebas encontradas durante la exhumación del cadáver efectuada hace un par de años. El Instituto Nacional de Toxicología pudo extraer de las uñas unas fibras minúsculas que pueden pertenecer a la persona que desde el inicio de la investigación ha estado bajo el punto de mira como principal sospechoso, el exnovio,Pablo Pérez Suárez Llanos,empresario de productos congelados y mariscos.
Todo comenzó cuando Deborah Fernández el día 30 de abril del 2002 , como todas las mañanas acudió a la escuela donde estudiaba Diseño Gráfico. Creativa y apasionada de la fotografía y las artes plásticas, estaba en su último curso. Ese día, sin embargo, se fue antes de clase. Dijo que se encontraba mal. Estuvo en su domicilio en la Avenida Atlántida de Alcabre (Vigo) y a mediodía, acudió a la peluquería porque tenía cita para depilarse.
Por su mente pasaba citarse con el que había sido su pareja, de ahí que ella quería estar preparada lo más que se podía. Pero avanzada la tarde de ese 30 de abril del 2002 salió a correr. Se enfundó en ropa deportiva y fue a hacer footing por el entorno de la playa de Samil. Una parte del recorrido lo compartió con una prima, una de las últimas personas que la sitúa esa jornada. Era víspera de festivo,al día siguiente era 1 de mayo, pero la joven, al despedirse de su prima a la altura del puente de Lagares, le dijo que aquella noche no iba a salir. Que iría al videoclub y cogería una película para ver 'Amelie'. Pero nunca llegó a alquilar esa comedia romántica francesa. Ni fue al videoclub ni llegó a casa.
Tras dejar a su prima, emprendió el camino de vuelta. Un conocido se cruzó con ella en la curva del matadero, en la zona de Alcabre, cuando solo le faltaban unos cientos de metros para llegar a la vivienda. Eran las 20:45 horas. Y en esa zona se le perdió la pista. Nadie vio nada. Ningún movimiento raro en una carretera de playas y habitualmente transitada que permitiese en los días posteriores aventurar quién se había cruzado en su camino y qué le había ocurrido.
Las investigaciones pudieron más adelante descubrir que Deborah Fernández estaba en la zona de Alcabre a las 21:04 horas de ese día 30 de abril, y que su exnovio casualmente estaba en el mismo punto apenas tres minutos antes, a las 21:01 horas, evidenciando la hipótesis de que estarían juntos en ese momento, pero hay un descuadre de tres minutos. Deborah no apareció y se inició el plan de búsqueda cuando la familia alertó su ausencia durante las horas siguientes.
Diez días después,el 10 de mayo del 2002, cuando la joven ya tendría que haber cumplido los 23 años, su cuerpo desnudo apareció en una cuneta de O Rosal (Pontevedra), a 10 kilómetros de su casa, cubierto por hojas de acacias en medio de pistas falsas (un preservativo usado junto a una funda, un pañuelo de papel y un cordón verde bajo el cuerpo), una escena ficticia creada para simular un móvil sexual. La sospecha es que el autor incluso introdujo "postmorten" el semen en la vagina de la chica, "de forma artificial".
El cadáver estaba visiblemente colocado con mimo, con hojas cubriendo el pubis y los pechos, con un preservativo usado introducido en la vagina, la funda al lado, papel clinex y un cordón verde bajo el cuerpo. Y es que las incógnitas que rodean a este caso suman tantas como los años que el caso lleva en investigación, eso sí, no siempre abierto. La causa estuvo archivada durante casi diez años al no dirigirse la investigación judicial hacia ninguna persona. Aunque policialmente, sí tenían a una persona en mente: su exnovio. Las múltiples contradicciones en sus declaraciones sobre la noche de la desaparición de la joven en sede policial lo situaron como el principal sospechoso, si bien, el juzgado no lo consideró suficiente motivo para citarlo en calidad de investigado.
El no poder concretar la causa de la muerte de Déborah tampoco ayudó en esta investigación. Y es que el cuerpo no tenía signos de violencia ni de agresión sexual. Los forenses aventuraron dos hipótesis. Una, la muerte súbita. Los allegados de Déborah rechazaron esta posibilidad.
El propio informe de la necropsia parece identificarla como opción remota. "No se aprecian alteraciones morfológicas miocárdicas en el origen de las coronarias, válvulas o sistema de conducción que puedan ser causa de muerte súbita", detallan. Más allá de los tecnicismos de la técnica forense, la hermana de la joven recurre a la lógica: "Si estás con alguien y esa persona se muere no tienes nada que ocultar; lo lógico es que llames a una ambulancia", reconocía entonces Rosa Fernández-Cervera.
La otra hipótesis fue la muerte violenta por sofocación. Los especialistas que examinaron el cuerpo no encontraron fracturas ni señales típicas de estrangulación en lengua, laringe o tráquea. Aunque eso sí, no descartan la "sofocación por oclusión de orificios respiratorios" con un objeto blando. Y esto, piensa la familia, se aproxima mucho más a la realidad. Porque todos estaban y siguen convencidos de que Déborah fue víctima de un homicidio, solamente pudo subirse al vehículo de alguien conocido.
Tras una ardua lucha y varias movilizaciones, la familia logró a finales de 2019 la reapertura del caso: desde entonces el Juzgado nº 2 de Tui tomó declaración a más de una veintena de testigos (entre ellos los padres de su exnovio) y efectuó otras diligencias, entre ellas la más que dolorosa exhumación del cuerpo.
Fue la familia de Déborah quien la pidió tras entregar al tribunal un informe pericial realizado por un prestigioso criminólogo y forense, Aitor Curiel, que concluye que Déborah no murió por causas naturales, sino que la causa de su fallecimiento fue violenta, concretamente por asfixia por sofocación con un objeto blando. Entre sus hallazgos también destacó lesiones de carácter vital que podrían ser indicativas de un intento de defensa por parte de la joven.
Precisamente, el gran objetivo actual del caso es acreditar esa etiología homicida, algo en lo que la exhumación tendrá un papel clave. Y es que tras 19 años el cuerpo estaba "deteriorado", de las uñas pudieron extraerse restos biológicos válidos para ser comparados con algunos objetos como pelos, cuerdas y fibras recogidos en el lugar del crimen y en un arcón congelador (se sospecha que la joven estuvo oculta durante días en un lugar frío y oscuro, sobre un objeto que le dejó marcas en forma de gancho en una de sus piernas ). El equipo legal de la familia también propuso al juzgado cotejar estos restos con más de 30 personas para tratar de cercar a la persona que intervino en la muerte de la joven viguesa, entre ellas por supuesto el exnovio.
El Instituto Toxicológico de Madrid todavía se encuentra analizando estos vestigios hallados en el cadáver de Déborah en busca de ADN pero con la vista puesta en mayo de 2022; una fecha marcada en el calendario de la familia: se cumplirían 20 años del crimen y por lo tanto el caso prescribiría sin encontrar al asesino u homicida de la joven.
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