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martes, 26 de octubre de 2021

El Exorcismo de Almansa, Crímen en la España del Oscurantismo Ignorante

 


En la década de los años 90 estaba ausente la disponibilidad de numerosos canales de televisión,  no había internet ni tanta información,  tampoco redes sociales,  pareció que en aquella época sucedían menos casos, pero la verdad es que sucedieron numerosos y muchos de una atrocidad y violencia desmesurada. En 1990 precisamente ocurrieron los hechos por citar solamente a dos de ellos, el crimen de Puerto Hurraco y el de la niña Ana María Jerez Cano. Llegaron años negros, pero en éste,  se dejó patente la falta de información y de inteligencia de muchas personas seducidas por lo oscuro y los ritos. Así mismo murió la niña Estefanía Gutiérrez en Vallecas por practicar espiritismo con una tabla de ouija.

Pero lo que pasó en el municipio de Almansa, supera el terror , la ignorancia y la mente negra que de una persona humana pueda tener. La casa de Rosa Gonzálvez Fito,la curandera como se la conocía, se convirtió en una cámara de los horrores entre el 15 y el 18 de septiembre de 1990. Mercedes Rodríguez Espinilla vertió ante el tribunal un espeluznante testimonio del asesinato en Almansa (Albacete) de Rosa Fernández Gonzálvez, de 11 años, sacrificada por su madre con la ayuda de la propia Mercedes y de su hermana María Ángeles Rodríguez Espinilla. El fiscal pidió en el juicio el internamiento en un psiquiátrico de la madre de la pequeña, Rosa Gonzálvez Fito, y de María Angeles, y el control médico de Mercedes.



El ritual de exorcismo comenzó tras la cena del sábado 15 de septiembre. Rosa Gonzálvez, la curandera de Almansa, especializada en «poner las manos», comenzó a sentirse enferma y se la llevaron a casa: «Allí Rosa comenzó a hablar como San Jerónimo y luego le cambió la voz y habló como nuestra madre fallecida», declaró Mercedes.

El viernes 14 de septiembre, un día antes, Mercedes llevó al colegio a los hijos de su hermana, Daniel y Merceditas, y a la niña de Rosa, de 11 años. Al regresar a casa de la curandera le abrió la puerta su hermana María Ángeles: «Estaba toda mojada y tenía en las manos un cuadro de la Virgen. Me dijo que pasara». En la casa estaban, además, el padre de la niña, su madre y su abuela.

«Rosa bajó desnuda la escalera y nos dijo que nos quitáramos las prendas negras». Por indicación de la curandera caminaron sobre las baldosas negras del pavimento «para ahuyentar a los espíritus malignos» y entre rezos destrozaron el mobiliario. Al volver los niños del colegio, «les estuvieron metiendo los dedos en la boca hasta que les hicieron sangre, quería que expulsaran el pato que llevaban dentro». Mercedes se llevó a sus dos sobrinos pero no a la niña Rosa Fernández.

Posteriormente, Mercedes regresó a casa de su vecina Rosa Gonzálvez, donde vio a ésta y a su hermana desnudas en una cama: «Decían que eran Jesucristo y la Virgen y que se iban a casar». Luego, acompañó a las dos mujeres al cuarto de la niña.

«Decían que la espada del mal estaba en la niña. Cerraron la puerta con candado y estuvieron una hora rompiendo cosas». Al ruido acudieron el padre y una tía de la niña, Ana María. Rosa la curandera les ordenó que orasen y cantasen tras la puerta.

«Después María Ángeles dijo que le había venido un aborto del diablo y empezó a sangrar por la vagina», siguió la testigo. Lo que era una posible menstruación fue interpretado por la curandera de forma diferente: «Como María Ángeles había abortado, Rosa dijo que su hija estaba embarazada del diablo. Sujetaron a la niña entre las dos y su madre le metió la mano entre las piernas para sacar los engendros del diablo». Mercedes se limitó, según dijo, a «tranquilizar a la niña».

La niña Rosa Fernández murió por un shock hipovolémico por pérdida de sangre causada por la ampliación traumática y manual de la cavidad intestinal, que empezó a romper por el recto, no por la vagina, con la extracción de vísceras, quedando dentro sólo el hígado, el bazo y el estómago, según los forenses.



Cuando el padre de la pequeña pudo entrar y vio la macabra escena avisó a la policía. La tía de la niña fue agredida por Rosa y María Ángeles, que intentaron sacarle los ojos para «devolverle la vida» a la pequeña.



Durante el juicio, que quedó visto para sentencia, se interrogó a Rosa Gonzálvez que dijo no recordar nada. María Ángeles Rodríguez indicó que su memoria se perdía a partir de la noche del 15. Las pruebas periciales continuaron con la presentación del informe psiquiátrico de las tres acusadas, que confirma que actuaron en un estado psicótico agudo con enajenación mental, por lo que los hechos no les pueden ser imputables. Los psiquiatras recomiendan el internamiento de Rosa Gonzálvez Fito y de María Ángeles Rodríguez Espinilla.

Los hechos que fueron dictados en la sentencia, relatan con extrema crudeza los acontecimientos que se sucedieron en el domicilio de la calle Valencia número 4 de Almansa, en la madrugada del 17 al 18 de septiembre de 1.990.



«… en la madrugada del día 18, martes, el esposo de Rosa (Jesús) entró en el dormitorio, siendo agredido por María Angeles y Rosa, obligándole a que limpiara los orines que ellas habían hecho al tiempo que le decían que llevaba dentro el espíritu de Martín, el marido de María Ángeles; ordenándole que se fuera y que subiera a Rosi, y él que se acostara en la cama, cosa que así hizo tras dejar a la niña con las tres mujeres; una vez la niña en la habitación la acostaron en la cama junto a María Mercedes»; «… como Mercedes se encontraba mal, la tumbaron en el suelo y les dijo, si quitáis el mal hacedlo», por lo que fue agarrada por los pelos por Rosa diciéndole «que el mal estaba en ella», «que era Martín», siendo golpeada en sus partes genitales por Rosa y María Angeles y metiéndole los dedos en la boca hasta hacerla sangrar; una vez conseguido esto dijeron que el mal ya había salido; ante ello se dirigieron a la niña, Rosi, dándole bofetadas, mandando le cambiara los ojos al tiempo que le decían que «ella no era Rosi sino Martín».

Llegado un momento, y tras hacerle sangrar Rosa a María Angeles (tenía el periodo), Rosa dijo que «el mal estaba en la niña, que estaba embarazada del demonio», por lo que mientras María Angeles sujetaba a la niña por los brazos, Rosa, su madre, empezó a meterle la mano por el ano, ante la lógica reacción de la víctima que se defendió a patadas, comenzando a arrancarle, por vía perineal, las vísceras e intestinos, mientras decía, «he sacado uno», «he sacado otro», y como llegó un momento en que estaba cansada, cambió la posición con María Angeles, que continuó sacando los intestinos de la menor diciendo, «aquí hay como un nido».



«En un determinado momento que no ha podido precisarse, Rosa indicó a la atónita, asombrada y paralizada Mercedes, que tomara de la mano a la niña y juntara su cara a la de ella notando, Mercedes, que la niña se estaba quedando pálida, circunstancia que advirtió a las otras dos procesadas, ante lo que Rosa contestó que «Rosi no iba a morir» ordenando a María Angeles que «continuara sacándole todo el mal que tenía dentro», cosa que así hizo.

«Mientras esto ocurría, Jesús y Ana María continuaban detrás de la puerta del dormitorio, rezando, siguiendo las indicaciones que les dirigía Rosa, sufriendo un estado de estupor e ideación paranoide, que no les permitía ni prever la situación de peligro en que la niña se encontraba. Ni recabar ayuda ajena, persistiendo en dicha situación hasta las nueve de la mañana, en que pudieron entrar al dormitorio».

«Una vez dentro del dormitorio, María Angeles y Rosa, agredieron a Ana María, con la colaboración de Mercedes, al tiempo que le decían que «ella tenía la clave de todo, que la clave para que la niña volviera a vivir estaba en sus ojos»; ante tal circunstancia, Jesús salió corriendo de la habitación, hacia la casa de otra vecina desde donde llamó a la policía, que inmediatamente se presentó».

Rosa Gonzálvez Fito inició bruscamente a mediados de septiembre de 1990, un cuadro clínico caracterizado por: alteraciones seuroperceptivas (alucinaciones auditivas de contenidos amenazadores); ideación delirante e inquietud psicomotriz.



Del 17 al 20 estos síntomas pasaron a una fase aguda conviertiéndose en un trastorno esquizofreniforme.

María Angeles Rodríguez, debido a la estrecha relación afectiva con Rosa, al observar su perturbación mental, sufrió una alteración emocional que desembocó en una «psicosis reactiva breve» que alcanzó su grado máximo en la noche de autos.

María Mercedes, por la sintomatología de Rosa y María Angeles, desembocó en un «estupor psicógenoreactivo» que alcanza su grado máximo cuando se producen las manipulaciones en el cuerpo de la niña.



Resumiendo lo que plasmaron en dicha sentencia,  es a vista científica y de conocimiento,  una imposibilidad que las tres mujeres absueltas pudieran presentar tales circunstancias y que estaban en sus plenas condiciones mentales. El crimen a Rosi lo ideó su madre para aprovechar que la niña le estorbaba de cara a iniciar una vida con otro hombre y vió la oportunidad para llevar a cabo toda la serie de barbaridades que en aquella noche se cometieron,  con los preámbulos de días anteriores y utilizando la ignorancia de personas huérfanas de información al respecto. 

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