Vivir en el hogar de los Vila Soldevila era como estar en el mismísimo infierno. El patriarca, Juan Vila era un esposo y padre cruel, agresivo, violento y despótico, es decir, la antítesis de lo que se supone debe ser un padre de familia. Así, no era de extrañar que su esposa Neus y sus hijos llevaran ya un tiempo urdiendo un plan que se materializó el 28 de junio de 1981.
Juan Vila dormía plácidamente la siesta en el dormitorio de la segunda residencia que poseía la familia en Esplús (Huesca) cuando su hija Marisol de 14 años le disparó con una pistola en la nuca acabando con su vida. Seguidamente su madre ordena a ella y a todos sus hermanos y hermanas que suban al coche y marchan del lugar. Cuando vuelven a la finca, la Guardia Civil interroga a la familia durante tres horas. El relato de la matriarca es inverosímil: unos encapuchados han llamado al timbre de la puerta (que estaba abierta) y preguntan por su marido; ella contesta que está descansando; ellos le ordenan que se marchen.
Juan Vila dormía plácidamente la siesta en el dormitorio de la segunda residencia que poseía la familia en Esplús (Huesca) cuando su hija Marisol de 14 años le disparó con una pistola en la nuca acabando con su vida. Seguidamente su madre ordena a ella y a todos sus hermanos y hermanas que suban al coche y marchan del lugar. Cuando vuelven a la finca, la Guardia Civil interroga a la familia durante tres horas. El relato de la matriarca es inverosímil: unos encapuchados han llamado al timbre de la puerta (que estaba abierta) y preguntan por su marido; ella contesta que está descansando; ellos le ordenan que se marchen.
Pese a las sospechas que recaían sobre Neus Soldevila, la Guardia Civil no tenía indicios suficientes para poder acusarla, ya que los hijos mantenían la versión materna. Se investigó al entorno de la víctima, pero no parecía tener enemigos. Tampoco cuajó la idea del atentado terrorista, ya que pertenecía al partido Fuerza Nueva, pero no era un militante de primera fila.
Tres meses y medio después, los investigadores estrecharon el círculo dieron con la clave que les aclararía el crimen: la criada. Ella estaba presente en el hogar familiar el día de los hechos y confesó lo ocurrido. Después lo hicieron los hijos. Declararon sobre el carácter de su padre, del miedo que le tenían y de los intentos frustrados de asesinato. También cuando su madre se hizo con el arma homicida, que pertenecía a la víctima y de como ella estuvo inculcándoles desde hacía tiempo la idea de matar a su padre.
Una semana antes, uno de los hijos de Neus intentó disparar a su padre, pero no tuvo agallas. Entonces, Marisol asumió la responsabilidad.
Mediodía del 28 de junio de 1981. La familia Vila Soldevila veranea en su segunda residencia en Esplús, Huesca. Los seis hijos, María Nieves (18 años), los gemelos Juan y Luis (17), Marisol, (14), María Dolores (11) y Ana María (9) están sentados frente al televisor viendo la idílica serie ‘La casa de la pradera’, todo un canto a la unidad familiar. Sus padres, Neus y Juan, se encuentran en su dormitorio del piso superior manteniendo relaciones maritales. Tras el acto, Juan se queda dormido. Neus aprovecha para bajar al comedor llevando una pistola, ordena a la sirvienta que se lleve a las dos niñas pequeñas y se dirige a los mayores: ’Este es el momento’. Marisol coge el arma y sale al campo a probarla con sus dos hermanos. El retroceso de la pistola durante el ensayo le preocupa, teme fallar. Sus hermanos le alientan aconsejándole que la coja como en las películas, con las dos manos.
Minutos después, Marisol, seguida por sus hermanos, entra en la casa y sube al cuarto de sus padres. Allí Juan duerme plácidamente en posición fetal destapado, vistiendo tan solo un slip. La joven se arrodilla, empuña el arma con ambas manos y descarga un tiro a quemarropa en la nuca de su padre.
‘Todos al coche’, grita Neus.
Horas después, de vuelta en la finca, declaran durante tres horas ante la Guardia Civil. Neus desmenuza su versión de los hechos, mientras en la habitación contigua los investigadores fotografían el cadáver de su esposo, buscando pistas. Su relato es inverosímil. Afirmó: ‘…Me levanté y como mi marido estaba profundamente dormido….me senté a ver la televisión junto a mis hijos….sonó el timbre de la puerta, que en realidad estaba abierta. Salí y me encontré con dos encapuchados que me preguntaron dónde estaba mi esposo. Les dije que se encontraba descansando, y ellos me ordenaron que me marchara…..’
Todo parecía indicar que se trataba de un atentado terrorista, una llamada anónima alertó de que el Grapo se hallaba tras el crimen. Pero durante semanas, los inspectores asignados al caso se hallaron obsesionados por un detalle inaudito: los encapuchados no llaman al timbre de una puerta abierta. Pese a la incongruencia del dato, era respaldado por todos los miembros de la familia unánimemente.
Se descartaron los motivos personales: la víctima no tenía enemigos y pese a ser militante de Fuerza Nueva, su posición en el partido no justificaba en modo alguno un atentado. Pronto la investigación tomó un claro derrotero y las sospechas se centraron en la familia.
Se investigó al matrimonio y a su entorno, se tomaron decenas de declaraciones y se intervino el teléfono del domicilio familiar en Montmeló. Los datos descubiertos fueron esclarecedores: Juan, de humilde origen, había conseguido hacerse con una fortuna como constructor, su patrimonio se hallaba valorado en unos 300 millones de pesetas. Se había hecho a sí mismo y pretendía que sus hijos le emulasen. Era un padre despótico, tiránico y cruel, de temperamento agresivo, que imponía una desmesurada autoridad sobre su esposa e hijos, quienes le profesaban una mezcla de respeto y temor. Obligó a trabajar a sus hijos en la empresa desde los ocho años y no dudaba en imponerles castigos físicos. El ambiente familiar era irrespirable: según los testimonios ni siquiera comían juntos, el padre lo hacía solo, en el salón.
Tras tres meses de investigación, la policía dio con un dato clave: la criada.Neus le debía cuantiosas sumas y en una oficina bancaria había afirmado: ‘Cobraré, seguro que cobraré, porque si digo lo que sé, les va a pesar a todos’.
El 9 de octubre la criada confesaba y, poco después, lo hacían los chicos. Declararon sobre la reacción del padre, que se negaba al divorcio amenazándoles con la muerte en caso de abandono, del temor que este les generaba, y de cómo poco a poco habían decidido asesinarle. Tras varios inútiles intentos, que incluían ideas tan peregrinas como suministrarle fósforo de las cerillas en el café, Neus dio con una pistola que Juan tenía desde hacía años y, decidida, indujo a sus hijos a hacerlo, sembrando en sus mentes la semilla del mal.
El 21 de junio, uno de los hermanos intentó dispararle pero le faltó valor. Fue entonces cuando Marisol, se comprometió a hacerlo tras afirmar: ‘por cojones lo tengo que hacer’.
El caso quedaba resuelto.
De nada sirvieron los informes médicos que dictaminaban la existencia de anormalidades psíquicas en toda la familia víctima y procesados.
Poco menos de un año después del asesinato, el 2 de junio de 1982, la dulce Neus era condenada por parricidio con alevosía y premeditación a 28 años de cárcel ; Nieves, a 12, y los gemelos (Juan y Luis), a 10 años y un día cada uno. Marisol pasó a disposición del Tutelar de Menores. Inés Carazo, la criada, fue absuelta del delito de cómplice, pero condenada por omisión del deber de denuncia a un arresto de seis meses y una multa de 100.000 pesetas.
Cuatro años, tres meses, tres semanas y cuatro días después, Neus salía en régimen abierto luciendo un elegante modelo de Rodier. El 1 de octubre de 1986 ya no regresó a Wad Ras. Huyó de España con un pasaporte falso. Ahora era Montserrat Ferrer. En Portugal ofreció, previo pago, varias entrevistas en las que jusficaba su acción: 'No tengo esperanza ni futuro en España, donde no funciona la justicia y solo hay paro y delincuencia’. Dos años después, fue extraditada a España desde Ecuador, donde traficaba junto a su hija menor Dolores con esmeraldas falsas. Allí había recibido una puñalada en la espalda. Tras esta extradición, la Audiencia anuló los beneficios del régimen abierto por quebrantamiento de condena.
En noviembre de 1997, ya en libertad provisional, anunciaba su boda con el empresario Tomás Busquets. Este murió de cáncer en 2003. La última noticia que se tuvo de ella fue en 2005, cuando se dedicaba a escribir libros que vendía directamente a particulares y librerías de Sabadell y el Vallès.
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