Antonio Alcaraz, ex policía municipal de Girona y vecino de Vilablareix (Gironès) que el 28 de mayo del 2013 degolló a su cuñada y lo intentó sin éxito con su mujer en Caldes de Malavella (la Selva), “
pidió perdón a las víctimas” y se acogió al derecho a no
declarar. El expolicía fue encarcelado en Girona desde los hechos
acusado del delito de asesinato y otro en grado de tentativa y a la larga, se le imputó también los delitos de lesiones
psíquicas a las dos hijas de la víctima de 6 y 11 años, que estaban
presentes cuando su tío paterno mató a su madre.
“La máxima intención que tuvo fue la de pedir perdón a las víctimas, ante la imposibilidad de volver atrás”, dijo su abogado, Francesc Xavier López. El letrado solicitó la evaluación psicológica dentro de la cárcel para evaluar la posibilidad que su cliente, que tras el crimen dijo estar en estado de “shock”, tuviera alguna alteración y “para mirar el lugar idóneo donde tendría que pagar la pena que se le pueda imponer”. López visitó a su cliente en prisión y la última cosa que le dijo fue: “es que no se ni lo que hice”, según el letrado, “hizo alguna manifestación entrecortada diciendo, “si me hubiera contestado al teléfono…”. “Parece ser que al final esta situación de aislamiento y de arrinconamiento que pasó por su mente fue la causa que se le distorsionara completamente la voluntad y cometiera los desagradables actos”.
La Audiencia de Girona condenó a 35 años de prisión a Antonio Alcaraz, que el 28 de mayo de 2013 asesinó a la cuñada a cuchilladas e intentó degollar a su mujer en Caldes de Malavella (la Selva). Alcaraz perpetró el ataque frente a las dos hijas menores de edad de la víctima mortal.
“En pocas ocasiones este tribunal ha tenido la oportunidad de ver delitos tan crueles y reprochables como los que se han juzgado, no sólo por el hecho de matar a una persona, si no también por las circunstancias que han rodeado el crimen”, concluyó la sentencia de la Audiencia de Girona que impone a Antonio Alcaraz la pena máxima posible por los delitos que cometió el 28 de mayo de 2013.
“Se trata de la muerte por degollamiento de la madre de dos niñas de 6 y 10 años de edad realizado en presencia de ellas y abandonando el acusado el lugar dejando a las niñas con el cadáver de su madre desplomado en el suelo y envuelta de un charco de sangre”, recoge la sentencia que además, durante el juicio Alcaraz ni siquiera mostró “arrepentimiento”. “Aparte de no arrepentirse, parece justificar su acción y culpa a otras personas”.
Por eso impusieron a Alcaraz a 35 años de prisión, la pena máxima, y la que solicitaron tanto el fiscal como las acusaciones particulares al final del juicio: 20 por el asesinato de su cuñada, 5 por las lesiones a su mujer cuando la intentó degollar y 10 por las secuelas que ha provocado a las dos hijas de la víctima mortal -que además eran sobrinas del procesado- por haberlas obligado a ver como mataba a su madre.
Son 14 años más de prisión que los que el expolicía aceptó en el primer juicio. Entonces, siguiendo un acuerdo entre fiscalía, acusaciones y defensa, Alcaraz aceptó 21 años de condena. Después, sin embargo, se desdijo de la conformidad y recurrió la sentencia asegurando que había recibido presiones. El Tribunal Supremo le dio la razón y obligó a repetir el juicio.
La sentencia concluyó que el crimen fue premeditado. No sólo por las amenazas que días antes había proferido contra su mujer, que le había dicho que se quería divorciar, si no también porque cogió dos cuchillos, un hacha y una piedra de afilar y los cargó en el coche. De hecho, una vecina le vio afilando las armas poco rato antes del ataque. Además, estuvo esperando el momento adecuado para llevar a cabo la agresión, cuando sabía que su hermano no estaba en casa y que las víctimas se irían en coche a primera hora de la mañana para llevar a las niñas al colegio e ir a trabajar.
La sentencia probó el relato que sostenían el fiscal Enrique Barata y las acusaciones particulares, encabezadas por los letrados Samuel Garcia-Quintas y Anna Tomàs. Hacia las nueve menos cuarto del 28 de mayo del 2013, las víctimas se preparaban para salir de casa en coche. Hacía unos días que la mujer del acusado se había refugiado en casa de su cuñada porque Alcaraz no asumía que se quisiera divorciar.
Ya en el garaje, la cuñada volvió a entrar en la casa a buscar ropa de abrigo mientras que una de sus hijas abría la puerta con un mando a distancia. “En cuanto se abrió la puerta de la calle, Alcaraz arrancó su coche y entró conduciendo de forma brusca y súbita, impidiendo la maniobra de salida del otro vehículo”.
En ese momento, la cuñada acababa de volver al garaje. “El bajó del coche, llevando un cuchillo de cocina de 25 centímetros de hoja que momentos antes, y mientras esperaba en la calle, había afilado, esgrimiéndolo se dirigió hacia la víctima, que le increpó gritando. “Antonio, ve con cuidado que están las niñas”. El asesino hizo caso omiso. Le dijo a su cuñada “tú calla que tienes la culpa de todo” y le clavó una cuchillada en el cuello.
Después de ese primer ataque, su mujer y las dos niñas bajaron del coche, Alcaraz se dirigió “rápidamente” hacia la mujer y la intentó degollar clavándole el cuchillo dos veces mientras decía: “Ves, ya te lo había dicho, no me has hecho caso”.
La agresión no acabó ahí. Alcaraz vio a su cuñada con el móvil en la mano, para intentar pedir ayuda, se giró hacia ella y la remató con dos cuchilladas más en el cuello. Todo eso, en presencia de las dos niñas que gritaban “tío, déjalas que les haces daño”.
La mujer, con las cuchilladas en el cuello, reaccionó instintivamente taponándose las heridas para contener la hemédica inmediata y de forma urgente, también habría muerto, según concluyeron los peritos. También suorragia y le “suplicó” que la llevara a un hospital. “El asesino accedió, dejando dentro del garaje a las dos niñas frente al cadáver de su madre mientras que le suplicaban “tío, llévate también a mamá para que la curen”.
Como consecuencia de la agresión, la víctima mortal sufrió una sección total del cuello. La entonces mujer del acusado -habían estado 28 años casados- sufrió dos heridas de arma blanca en el cuello que le seccionaron parcialmente la yugular. Si no hubiera recibido atención médica inmediata y de forma urgente, también habría muerto, según concluyeron los peritos. También sufre secuelas psíquicas por estrés postraumático.
“El fue plenamente consciente de la presencia y la proximidad en el espacio reducido del garaje de las menores, que le vieron degollar a su madre con un cuchillo de grandes dimensiones y apuñalar también a su tía”. Por eso Antonio Alcaraz era “consciente” de que esta visión traumática y violenta afectaría gravemente la integridad psíquica de las pequeñas, provocando “secuelas importantes”.
La sentencia determinó que el hecho de haber presenciado el crimen, las niñas necesiten tratamiento médico y psicoterapéutico. “Las dos sufren un trastorno por estrés postraumático”, estas secuelas “tienen carácter definitivo y las acompañarán durante toda su vida”.
“La máxima intención que tuvo fue la de pedir perdón a las víctimas, ante la imposibilidad de volver atrás”, dijo su abogado, Francesc Xavier López. El letrado solicitó la evaluación psicológica dentro de la cárcel para evaluar la posibilidad que su cliente, que tras el crimen dijo estar en estado de “shock”, tuviera alguna alteración y “para mirar el lugar idóneo donde tendría que pagar la pena que se le pueda imponer”. López visitó a su cliente en prisión y la última cosa que le dijo fue: “es que no se ni lo que hice”, según el letrado, “hizo alguna manifestación entrecortada diciendo, “si me hubiera contestado al teléfono…”. “Parece ser que al final esta situación de aislamiento y de arrinconamiento que pasó por su mente fue la causa que se le distorsionara completamente la voluntad y cometiera los desagradables actos”.
La Audiencia de Girona condenó a 35 años de prisión a Antonio Alcaraz, que el 28 de mayo de 2013 asesinó a la cuñada a cuchilladas e intentó degollar a su mujer en Caldes de Malavella (la Selva). Alcaraz perpetró el ataque frente a las dos hijas menores de edad de la víctima mortal.
“En pocas ocasiones este tribunal ha tenido la oportunidad de ver delitos tan crueles y reprochables como los que se han juzgado, no sólo por el hecho de matar a una persona, si no también por las circunstancias que han rodeado el crimen”, concluyó la sentencia de la Audiencia de Girona que impone a Antonio Alcaraz la pena máxima posible por los delitos que cometió el 28 de mayo de 2013.
“Se trata de la muerte por degollamiento de la madre de dos niñas de 6 y 10 años de edad realizado en presencia de ellas y abandonando el acusado el lugar dejando a las niñas con el cadáver de su madre desplomado en el suelo y envuelta de un charco de sangre”, recoge la sentencia que además, durante el juicio Alcaraz ni siquiera mostró “arrepentimiento”. “Aparte de no arrepentirse, parece justificar su acción y culpa a otras personas”.
Por eso impusieron a Alcaraz a 35 años de prisión, la pena máxima, y la que solicitaron tanto el fiscal como las acusaciones particulares al final del juicio: 20 por el asesinato de su cuñada, 5 por las lesiones a su mujer cuando la intentó degollar y 10 por las secuelas que ha provocado a las dos hijas de la víctima mortal -que además eran sobrinas del procesado- por haberlas obligado a ver como mataba a su madre.
Son 14 años más de prisión que los que el expolicía aceptó en el primer juicio. Entonces, siguiendo un acuerdo entre fiscalía, acusaciones y defensa, Alcaraz aceptó 21 años de condena. Después, sin embargo, se desdijo de la conformidad y recurrió la sentencia asegurando que había recibido presiones. El Tribunal Supremo le dio la razón y obligó a repetir el juicio.
La sentencia concluyó que el crimen fue premeditado. No sólo por las amenazas que días antes había proferido contra su mujer, que le había dicho que se quería divorciar, si no también porque cogió dos cuchillos, un hacha y una piedra de afilar y los cargó en el coche. De hecho, una vecina le vio afilando las armas poco rato antes del ataque. Además, estuvo esperando el momento adecuado para llevar a cabo la agresión, cuando sabía que su hermano no estaba en casa y que las víctimas se irían en coche a primera hora de la mañana para llevar a las niñas al colegio e ir a trabajar.
La sentencia probó el relato que sostenían el fiscal Enrique Barata y las acusaciones particulares, encabezadas por los letrados Samuel Garcia-Quintas y Anna Tomàs. Hacia las nueve menos cuarto del 28 de mayo del 2013, las víctimas se preparaban para salir de casa en coche. Hacía unos días que la mujer del acusado se había refugiado en casa de su cuñada porque Alcaraz no asumía que se quisiera divorciar.
Ya en el garaje, la cuñada volvió a entrar en la casa a buscar ropa de abrigo mientras que una de sus hijas abría la puerta con un mando a distancia. “En cuanto se abrió la puerta de la calle, Alcaraz arrancó su coche y entró conduciendo de forma brusca y súbita, impidiendo la maniobra de salida del otro vehículo”.
En ese momento, la cuñada acababa de volver al garaje. “El bajó del coche, llevando un cuchillo de cocina de 25 centímetros de hoja que momentos antes, y mientras esperaba en la calle, había afilado, esgrimiéndolo se dirigió hacia la víctima, que le increpó gritando. “Antonio, ve con cuidado que están las niñas”. El asesino hizo caso omiso. Le dijo a su cuñada “tú calla que tienes la culpa de todo” y le clavó una cuchillada en el cuello.
Después de ese primer ataque, su mujer y las dos niñas bajaron del coche, Alcaraz se dirigió “rápidamente” hacia la mujer y la intentó degollar clavándole el cuchillo dos veces mientras decía: “Ves, ya te lo había dicho, no me has hecho caso”.
La agresión no acabó ahí. Alcaraz vio a su cuñada con el móvil en la mano, para intentar pedir ayuda, se giró hacia ella y la remató con dos cuchilladas más en el cuello. Todo eso, en presencia de las dos niñas que gritaban “tío, déjalas que les haces daño”.
La mujer, con las cuchilladas en el cuello, reaccionó instintivamente taponándose las heridas para contener la hemédica inmediata y de forma urgente, también habría muerto, según concluyeron los peritos. También suorragia y le “suplicó” que la llevara a un hospital. “El asesino accedió, dejando dentro del garaje a las dos niñas frente al cadáver de su madre mientras que le suplicaban “tío, llévate también a mamá para que la curen”.
Como consecuencia de la agresión, la víctima mortal sufrió una sección total del cuello. La entonces mujer del acusado -habían estado 28 años casados- sufrió dos heridas de arma blanca en el cuello que le seccionaron parcialmente la yugular. Si no hubiera recibido atención médica inmediata y de forma urgente, también habría muerto, según concluyeron los peritos. También sufre secuelas psíquicas por estrés postraumático.
“El fue plenamente consciente de la presencia y la proximidad en el espacio reducido del garaje de las menores, que le vieron degollar a su madre con un cuchillo de grandes dimensiones y apuñalar también a su tía”. Por eso Antonio Alcaraz era “consciente” de que esta visión traumática y violenta afectaría gravemente la integridad psíquica de las pequeñas, provocando “secuelas importantes”.
La sentencia determinó que el hecho de haber presenciado el crimen, las niñas necesiten tratamiento médico y psicoterapéutico. “Las dos sufren un trastorno por estrés postraumático”, estas secuelas “tienen carácter definitivo y las acompañarán durante toda su vida”.
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