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viernes, 1 de marzo de 2024

En Memoria del Pequeño Grègory, Arrojado al Río Vologne

Me desquitaré con tu hijo”. Estas fueron las escalofriantes palabras que Jean Marie Villemin escuchó en el teléfono en 1983. Un año y medio después, el 16 de octubre de 1984, el pequeño Grégory fue encontrado muerto en las aguas heladas del río Vologne. Tenía cuatro años y su cuerpo estaba atado de pies y manos con un gorro de lana tapándole la cabeza. Desde que Francia descubrió el rostro de querubín de Grégory, su cara regordeta, su sonrisa inocente... y toda una trama de celos, rivalidades y pesados secretos familiares que aún permanece sin resolver. Aprendieron a tener paciencia, perseverancia y resiliencia, no se dan por vencidos. Realmente creo que tendrán paz una vez que sepan lo que pasó, cuáles fueron los últimos momentos de Grégory. Quieren saber lo que sufrió, cómo sucedió y quién pudo haberlo hecho”, declaró una de las abogadas de la familia, Marie Christine Chastand Morrand, a la radio RTL. El infanticidio de Grégory fue precedido de tres años de cartas y llamados anónimos llenos de insultos, calumnias e incitaciones al suicidio que sembraron la discordia en la familia Villemin. La campaña de odio del “corbeau” (cuervo, como se llama en Francia a los autores de correos anónimos) duró de 1981 a 1984.
Todo comenzó con un llamado una noche de invierno a los abuelos de Grégory, Albert Villemin y Monique Jacob, en su casa de Aumontzey, un pueblo rural de la región montañosa de los Vosgos, en el este de Francia. Del otro lado del tubo, nada, o casi. Una respiración profunda antes de colgar. Los llamados se repitieron en los días siguientes hasta que una voz ronca se hizo escuchar y comenzó a hablar de los secretos de los Villemin: el hijo primogénito e “ilégitimo” de la pareja, Jacky, el suicidio del padre de Albert. Pronto, el tercer hijo de los Villemin, Jean Marie, se convirtió en otro blanco de los ataques anónimos. Con apenas 26 años fue ascendido a capataz en la fábrica de autopartes donde trabajaba y mejoró su situación económica, lo que provoco envidia en su entorno. En el primero de los cientos de llamados que Jean Marie Villemin recibió solo se escuchó de fondo una canción popular que hablaba del “jefe”. Esta palabra luego se repitió en las cartas anónimas que llenaron el buzón familiar entre insultos, amenazas de muerte y alusiones a “su dinero”. Los llamados se interrumpieron de manera brusca cuando en 1982 Albert Villemin denunció el acoso a la policía, después de que mandaran una empresa de funeraria a su casa en una broma macabra. El 24 de abril de 1983 Jean Marie Villemin recibió un último llamado anónimo en la fábrica. Del otro lado del teléfono “la voz ronca” amenazaba con matar a su esposa. Villemin le retrucó que “tenía dinero y podía conseguirse otra mina”. Entonces el “cuervo” soltó una amenaza directa contra Grégory antes de colgar: “Me desquitaré con tu hijo, te va a doler más”. Durante más de un año las cosas parecían haber vuelto a la normalidad. Hasta que el 16 de octubre de 1984 por la tarde, Grégory desapareció cuando jugaba en el jardín de su casa del pueblo de Lépanges-sur-Vologne. Mientras Christine denunciaba la desaparición de su hijo a la policía, un tío del nene, Michel Villemin recibía un llamado tan cruel como preocupante: “Secuestré al hijo del jefe, mi venganza está hecha. Lo tiré al río Vologne. Su madre debe estar buscándolo por todas partes, no lo encontrará”.
Al día siguiente, los Villemin recibieron una carta que había sido enviada el día del crimen a las 17.25 horas. “Espero que te mueras del dolor, jefe. Tu dinero no podrá devolverte a tu hijo. Aquí está mi venganza, pirado”.
Dos días después, los Villemin enterraban a su hijo con la dolorosa sensación que el asesino quizás estaba en medio del cortejo fúnebre. El crimen fue reivindicado rápidamente y entendimos que el padre de la víctima, Jean Marie Villemin era el verdadero ‘objetivo’ de este asesinato. Nos dimos cuenta de la naturaleza casi sacrificial de este asesinato, Grégory fue ‘sacrificado’ por el odio hacia su padre. Fue la forma más cruel de hacerle daño a Jean Marie Villemin. Entre las primeras medidas que ordenaron las autoridades tras el hallazgo del cuerpo de Grégory, fue llevar adelante una pericia caligráfica entre allegados y familiares de los Villemin.
El 30 de octubre de 1984 los resultados preliminares de la pericia sorprendieron a todos: un experto aseguró que el autor de las cartas podía ser de un primo del padre de Grégory, Bernard Laroche. El hombre terminó detenido. Además un testimonio reforzó la hipótesis: Murielle Bolle, la cuñada adolescente de Laroche, contó que había visto cómo el hombre se había llevado en su auto al niño.
Enmedio el hipermediático juez a cargo de la investigación, Jean Michel Lambert, causa estupor con una sorprendente acusación: la autora del crimen sería la propia madre de Grégory, Christine Villemin. Algunas compañeras de trabajo afirmaron que la vieron dirigirse a la oficina de correos de Lépanges, donde fue enviada la última carta. Ante la falta de mayores elementos incriminatorios en febrero del año 1985 el juez Lambert dejó en libertad a Laroche, que seguía siendo investigado.
No obstante Jean Marie Villemin quedó convencido de que su primo fue el autor del crimen y el hombre que acosó a su familia durante años y decidió hacer justicia por su mano propia. Agarró un rifle y asesinó a su primo de un tiro en el pecho. Por ese crimen, el padre de Grégory fue condenado a cinco años de prisión. El 5 de julio de 1985, Christine Villemin quedó formalmente acusada y fue detenida por la muerte de su hijo, sobre la base de pericias caligráficas. Los investigadores aseguraban que la letra de los mensajes anónimos se parecía a la suya y que se había encontrado en su casa una cuerda similar a la usada para atar de pies y manos a Grégory. Como Christine estaba embarazada de su segundo hijo y había iniciado una huelga de hambre a modo de protesta, las autoridades decidieron su excarcelación. Ocho años más tarde fue finalmente absuelta de culpa y cargo. Voces expertas que analizaron los correos anónimos, sostienen que las primeras pericias realizadas sobre las cartas a principios de los 80 son poco confiables. “Digamos que en ese momento, la ciencia forense no era lo que es. Algunos expertos tenían poca o ninguna experiencia en cartas anónimas, y para otros una formación insuficiente sobre el problema particular de las cartas anónimas, cuya escritura está muy disimulada”.
La investigación se reabrió en 1999 y luego en 2008, pero siguió sin mayores avances hasta 2017, cuando Marcel Jacob y su esposa Jacqueline, tíos abuelos del pequeño Grégory, fueron acusados de “secuestro seguido de muerte”, aunque finalmente fueron exonerados por errores procesales. En julio del año 2017 otra noticia sacudió a la opinión pública: después de estar casi tres años retirado, el juez Lambert se quitó la vida en su oficina, pero no sin antes criticar la inculpación de los Jacob en una carta. Actualmente la justicia investiga unos 9 perfiles sospechosos de ADN, encontrados sobre las cartas anónimas y la ropa de Grégory que fueron aislados gracias a nuevas tecnologías.

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