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jueves, 7 de marzo de 2024

Examen de Conciencia, Abusos Sexuales y Pederastia en la Iglesia

La excusa para abordar el largo y desconocido historial de abusos sexuales en la iglesia desde todos los ángulos de vista posibles cuando Miguel Ángel Hurtado, un niño procedente de una familia católica y muy creyente llegó a pensar en entrar en el sacerdocio, vio cómo todo su sistema de creencias se desmoronaba cuando con 16 años, fue abusado sexualmente por uno de los responsables de los scouts de la Abadía de Montserrat durante todo un año. Tras el enorme palo, consiguió rearmarse y ahora trabaja como psiquiatra infantil en un centro de salud mental en Londres, una ciudad a la que emigró, entre otras cosas, para poner tierra de por medio. «Más de 20 años permaneciendo en silencio; he sentido verguenza y miedo. Ha llegado el momento de contar la verdad sobre los abusos sexuales en la iglesia».
Hurtado, convertido en un activista, no solo habla de lo que a él le sucedió -«Sientes mucha angustia, sufrimiento y soledad», llega a decir-, sino que en una suerte de viaje interior y viaje exterior regresa a España para denunciar públicamente su caso, conoce a otras víctimas de abusos y lanza preguntas y reflexiones que llegan a incomodar al espectador, incapaz de entender por qué durante décadas la impunidad y la protección de quienes llevaban a cabo tales monstruosidades han sido la tónica habitual.
En todos ellos el miedo ante unos violadores que actúan como colegas y modelos a seguir, la vergüenza de cara a la familia y los compañeros y las amenazas son una constante. Lo fueron en los distintos centros de los Maristas donde comienza el recorrido de Miguel Ángel Hurtado, también en el colegio del Opus Dei Gazteluate, en Leioa (Vizcaya), cuyo profesor fue condenado a 11 años de cárcel pese a que las autoridades eclesiásticas consideraron que no era culpable, y en el seminario de la Bañeza, en León. También son una constante las vidas deshechas, el aislamiento social y el abuso de drogas y alcohol al que quedan condenados muchas de las víctimas, así como la protección y el desplazamiento de quienes cometían la violación.
También Joaquín Benítez, un exprofesor de gimnasia del colegio de Maristas de Sants-Les Corts, que se aprovechaba de su situación y de sus conocimientos de fisioterapia para abusar de alumnos. «Yo nunca me he considerado pederasta sino una persona que ha tenido una debilidad en algunos momentos».
Dado que la ventana de tiempo para denunciar es muy breve en España, los delitos leves prescriben cuando uno cumple 23 años y los graves, cuando uno cumple 32, muchos de los delitos que se muestra han prescrito ya. Sin embargo, algunas de las víctimas tienen el valor de enfrentarse a sus violadores, varias décadas después, y sacar confesiones que hielan la sangre. Y mientras tanto, preguntada por la ausencia de cifras, la Conferencia Episcopal Española reconoce que no hay un listado de casos «porque no se tiene la percepción de que esto sea una cosa mayoritaria».

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