El nombre de Westley Allan Dodd es sinónimo de maldad humana pura. Sus presas eran niños, a los que engatusaba con dulces y juegos antes de acabar con sus vidas,amaba a los niños, los amaba a morir. Westley Allan Dodd pasaba varias horas en su habitación, ideando formas para atraerlos, seducirlos y después torturarlos. Al principio sólo eran ensoñaciones inofensivas; más adelante los sueños de su razón se convirtieron en monstruos. Al llegar a la adolescencia ya no pudo, no quiso ocultar la atracción que sentía por los menores, convirtiéndose en la peor pesadilla de los padres.
Todo sucedió en episodios. A los 13 años descubrió la excitación sexual que le producía exhibirse desnudo cuando los colegiales pasaban frente a su casa. Al ser acusado con sus padres decidió cambiar de escenario. Montaba su bicicleta y daba vueltas por el barrio hasta que descubría algún grupo de niños (sobre todo niños, porque ellos no lo acusaban, como sí sucedía con mayor frecuencia en el caso de las niñas); en cuanto sabía que había capturado su atención, abría su bata y mostraba su desnudez.
Todo sucedió en episodios. A los 13 años descubrió la excitación sexual que le producía exhibirse desnudo cuando los colegiales pasaban frente a su casa. Al ser acusado con sus padres decidió cambiar de escenario. Montaba su bicicleta y daba vueltas por el barrio hasta que descubría algún grupo de niños (sobre todo niños, porque ellos no lo acusaban, como sí sucedía con mayor frecuencia en el caso de las niñas); en cuanto sabía que había capturado su atención, abría su bata y mostraba su desnudez.
Los padres de Dodd nunca tuvieron respuesta a por qué su hijo tenía esa conducta, si nunca sufrió abusos sexuales o físicos por algún miembro de su familia, tampoco ingería drogas o bebía.
La exposición pública era una de las tantas aficiones de Westley Allan Dodd. Tenía otras, algunas de las cuales las sufrieron sus familiares pequeños en carne propia. Su primo de ocho años, su hermano de seis e incluso los hijos de una de las novias de su padre sufrieron abusos por parte del predador doméstico. Al llegar a los 16 años descubrió que podía ganar dinero y satisfacer sus necesidades sexuales al mismo tiempo. Todo era cuestión de encontrar padres incautos que pagaran por sus servicios de cuidador de niños.
Al llegar a la mayoría de edad, Dodd apenas si podía contenerse. Vagaba de un lugar a otro en busca de sus preciados tesoros. Los desnudaba en los bosques, los introducía en moteles baratos, jugaba a la botella con algunos de ellos. Por su conducta fue detenido en varias ocasiones pero, extrañamente, siempre logró eludir la prisión. Su ingreso a la marina en 1981 parecía ser el mejor antídoto contra sus deseos envenenados. Sin embargo, nunca hubo freno para este desenfrenado. Los niños de la base naval de Bangor, Washington, también sufrieron los embates de Dodd. Su presencia en los baños de los cines de Seattle fue cotidiana. De hecho, casi diez años después, cuando el asesinato ya era parte de su vida, sería detenido en un cine después de que trató de violar a un niño.
Su pedofilia fue la causante de que lo echaran de la marina. Solo nuevamente, sin un oficio en las alforjas y con un voraz apetito sexual, estaba listo para mayores empresas.
Dodd adivinaba que tarde o temprano asesinaría. Lo intentó en 1987, mientras trabajaba como guardia de seguridad en una construcción. Atrajo la atención de un niño de ocho años, al que invitó a caminar por el bosque. Pero el menor intuyó el peligro y decidió correr a casa, donde contó a su madre el incidente. De castigo, Dodd recibió 118 días de cárcel.
Cuando su vergonzosa fama le impidió acercarse a los niños de Seattle, decidió buscar un nuevo coto de caza. Lo encontró en 1989 en el parque David Douglas de Vancouver, Canadá. Fue ahí donde conoció a los hermanos William y Cole Neer, de diez y 11 años, respectivamente.
El 4 de septiembre de 1989, Dodd vio a los niños que abandonaban el parque David Douglas rumbo a su casa. Casi brincó de gusto. Sus preparativos no habían sido en vano. Llevaba listo todo un equipo para cumplir sus fantasías: un puñal enfundado y amarrado a su muslo al estilo de los traficantes de pieles, además de bridas para amarrar las manos de sus víctimas. Dodd cortó camino y se colocó frente a las bicicletas de los hermanos Neer. Los obligó a desmontar para conducirlos hacia un paraje solitario. Los amordazó, violó y finalmente los cosió a puñaladas, uno por uno. Los gritos de los niños contribuyeron a excitarlo más. William aún vivía cuando las autoridades descubrieron los cuerpos. Pero no pudo ofrecer información sobre su agresor, falleció al llegar al hospital.
Pese a haber actuado a sus anchas, Dodd se sentía insatisfecho por la experiencia. Necesitaba aumentar la dosis de su violencia. Sus fantasías en torno a la violación y asesinato ahora eran cosa del pasado. Deseaba practicar otras formas de depravación, incluida la del canibalismo.
Para lograr sus propósitos condujo su coche hasta Portland, Oregon, en Estados Unidos. Un mes después de su primer ataque, Dodd estaba a punto de colocar otra piedra en el infierno.
Lee Iseli, de cuatro años, era la presa que Dodd había soñado para sus propósitos. Aunque jugaba en un parque acompañado por su hermano mayor,en un descuido lo perdió de vista y Lee subió por su propio pie al auto de Dodd, quien se lo llevó hasta su apartamento en Vancouver. Cuando las autoridades de Portland empezaron con las investigaciones, Dodd estaba a punto de iniciar su festín.
Tras desnudar a Lee, el agresor lo amarró y tomó decenas de fotografías. De momento no lo violó, incluso salieron juntos a comprar un juguete a un supermercado. Al caer la noche, el niño se quedó dormido. Jamás despertó: Dodd lo estranguló en ese estado, para después tomar más fotografías al cadáver desnudo. Después de violar el cuerpo se lo llevó al campo, donde lo enterró. La ropa del infante fue quemada por el asesino, excepto los calzoncillos, que Dodd conservó en una maleta.
La maleta, al ser recuperada por las autoridades, representa un testimonio irrefutable de maldad humana. Contenía ropa interior infantil, fotos pornográficas, imágenes en las que se ve a Dodd violando el cadáver de Lee, diarios del asesino, con pormenores de sus ataques y fantasías.
Westley Allan Dodd de 31 años eligió la horca para poner término a sus días, la fórmula más dolorosa, porque su última víctima Lee Iseli, murió estrangulada. El ejecutado no dudó en reconocer que había torturado, violado y apuñalado hasta la muerte a los dos hermanos de 10 y 11 años -William y Cole Neer- en Vancouver. Su tercera víctima", en Portland, Estado de Oregón, el niño de cuatro años, Lee Iseli, a quien atacó sexualmente, torturó y colgó de un armario.Desde su celda en Washington, Dodd se burló de quienes se manifestaron en contra de la aplicación de la pena de muerte.
En las cercanías de la penintenciaría del Estado en Walla Walla, manifestaciones a favor y en contra de ejecución se celebraron antes de que la soga se cerrara en torno al cuello de Westley Allan Dodd.
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