Un Tribunal Popular escuchó el martes 25 de abril del 2017 la declaración de Pablo Miguel Canales, el vecino de Ejea de los Caballeros al que la Guardia Civil detuvo el verano del 2016 como presunto autor del asesinato y decapitación de Eduardo Montori en 1996. El arresto se produjo cuando solo faltaban dos meses para que el macabro crimen prescribiera, lo que ha llevado al acusado a asegurar que lo están utilizando para "ponerse medallas".
El cuerpo sin vida de la víctima, que tenía 34 años, fue hallado el 15 de septiembre de 1996 tendido en la cama de su casa, con 17 cuchilladas en el pecho, decapitado y con quemaduras de segundo grado en gran parte de su cuerpo. Como era conocido que el joven se dedicaba al trapicheo de drogas en la ciudad, los investigadores han creído siempre que el móvil del asesinato pudo ser un ajuste de cuentas por una deuda.
"Yo no he sido nunca un traidor y Eduardo era para mí como un hermano mayor. Claro que no lo maté", dijo el homicida, para el que la Fiscalía pidió 18 años de prisión y la acusación particular, a cargo de Javier Notivoli, hasta 20. Canales reconoció que tanto él como el fallecido eran consumidores habituales de alcohol y drogas. "Pero yo nunca he vendido, como dicen por ahí", dijo.
Respecto a la posible deuda, el acusado recordó que, efectivamente, a finales de agosto de 1996 acompañó a Eduardo Montori a Pamplona a comprar cocaína. "Pagó con un cheque de medio millón de pesetas que creo que resultó ser falso. Por eso, lo primero que pensamos fue que habían sido los navarros", declaró el sospechoso, para el que su abogado, Javier Elía, pidió la absolución.
La reapertura del caso in extremis fue posible gracias al cotejo de una huella palmar hallada en el escenario del crimen y que resultó pertenecer al acusado. Esa misma huella fue examinada 20 años atrás, pero las técnicas forenses no estaban tan desarrolladas y aunque se podían analizar huellas digitales, no era posible hacerlo con las de una mano completa. "Esa huella no es mía, es imposible, porque yo no maté a Eduardo ni estuve en su casa. Han tenido que hacer un copia-pega",dijo el homicida cuando las acusaciones le preguntaron por esa prueba. Respecto a las amenazas que Canales hizo a varias agentes de la Policía Local de Ejea, diciéndoles que les iba a matar y a cortar la cabeza como a Montori, el encausado las reconoció como ciertas. "Pero son bravuconadas que digo siempre cuando estoy bebido. Porque estoy harto de que lleven 20 años considerándome sospechoso de un asesinato que no he cometido", aseguró.
En tiempo de descuento, la Guardia Civil logró resolver un asesinato ocurrido veinte años atrás en la localidad zaragozana de Ejea de los Caballeros. En tiempo de descuento, porque solo faltaban dos meses para que prescibiera el crimen y, por tanto, nadie pudiera ser ya juzgado por ese delito.
El celo que puso el juzgado de Ejea y por la Policía Científica de la Guardia Civil lograron identificar al autor de aquel asesinato e imputarle para llevarlo al banquillo por el crimen.
El juzgado ejeano revisó los casos que estaban a punto de prescribir y localizó las diligencias que quedaban pendientes. Lo comunicó a la Guardia Civil y ésta rescató las evidencias recogidas en su día y que, con las técnicas de laboratorio disponibles en 1996, no habían logrado ser concluyentes para resolver el caso. Pero la criminalística ha avanzado y una huella que en aquel momento no resultó útil sí que lo fue en el 2017.
Se trata de una huella ensangrentada que se localizó en el domicilio de la víctima, Eduardo Montori, de 34 años, cuyo cuerpo apareció decapitado, con heridas punzantes en el tórax y quemaduras por todo su cuerpo.
El crimen ocurrió en septiembre de 1996. Las investigaciones se centraron en el entorno de amistades de la víctima. Fueron practicadas seis detenciones en total, pero ninguna se sustanció en acusación firme. Las sospechas de los investigadores se dirigieron a personas del entorno de la víctima que estaban relacionadas con el tráfico de drogas, con la hipótesis de que el crimen fue un ajuste de cuentas relacionado con el narcotráfico.
Las últimas técnicas dieron resultado:coincide con la huella digital de un hombre que ahora tiene 43 años, Pablo Manuel Canales, que era amigo de la víctima y que estaba cumpliendo condena en la cárcel de Zuera por otros hechos delictivos.
En el 2017, el hombre conoció que va a tener que enfrentarse a un proceso judicial por un delito de asesinato. En su día, en 1996, ya fue investigado e incluso detenido como sospechoso por aquel asesinato. Sin embargo, no se pudieron aportar pruebas concluyentes y quedó libre de cargos.
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