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martes, 4 de abril de 2017

Los 3 de West Memphis, Paraíso Perdido

Los hechos se remontan al 5 de mayo de 1993, en la ciudad de West Memphis, Arkansas. Los cadáveres de tres niños de tan sólo ocho años con brutales signos de violencia son encontrados en las colinas de Robin Hood.
La imagen es dantesca. Los cuerpos de Christopher Byers, Michael Moore y Stevie Branch están desnudos y atados de pies y manos con los cordones de sus propios zapatos.
Los tres pequeños fueron salvajemente golpeados y torturados; con uno de ellos, Christopher Byers, la crueldad fue extrema.
Sufría laceraciones por todo el cuerpo y la mutilación de su miembro.

La conmoción y el desconcierto se apoderaron del pequeño pueblo de la América profunda que jamás había vivido un suceso de tal magnitud. La opinión pública clamaba justicia y la policía estaba desbordada. Había que encontrar un culpable pronto. Los agentes no fueron lo que se diría "cuidadosos" con el lugar del crimen ni con las pruebas: los cuerpos fueron retirados del arroyo en el que fueron encontrados antes de que el médico forense los examinara y muchos vecinos recuerdan al jefe de la investigación fumando en el perímetro del área. Una de las víctimas presentaba marcas de mordedura que no fueron inspeccionadas hasta cuatro años después de los asesinatos.
La chapucería fue una constante en la labor de la policía que, presionada, se lanzó a formular especulaciones sobre quién había cometido tal horror. Fue entonces cuando un oficial de la libertad condicional juvenil pensó en aquel chico "siniestro" de la zona al que llevaba siguiendo hacía un tiempo. Tenía fama de inadaptado, provenía de una familia pobre que recibía frecuentes visitas de los servicios sociales, llevaba el pelo largo, vestía ropa oscura y era amante del heavy metal. Así fue como Damien Echols se convirtió en el primer sospechoso de aquella atrocidad. A pesar de que no se encontraron pruebas ni evidencias que conectaran a Echols con los asesinatos, la rumorología, las ansías de la policía de hallar un culpable y el juicio paralelo que los medios de comunicación hicieron del chaval, lo condenaron sin contemplación.

Pero aquella atrocidad, que finalmente se atribuyó a un ritual satánico, no podía ser obra de una sola persona, así que había que hallar a más culpables. Fue entonces cuando entró en escena Vicki Hutcheson, una recién llegada al pueblo. Hutcheson accedió a colaborar con la policía a cambio de una suculenta recompensa de 30.000 dólares; años más tarde, se retractó y confesó que todo había sido una invención porque la policía la amenazó con quitarle su hijo si no les ayudaba. Así pues, la mujer obligó a su hijo Aaron, compañero de juegos de los tres pequeños asesinados, a decirle a la policía que había visto cosas extrañas aquella noche en el bosque pero la declaración fue desestimada por carecer de solidez. No obstante, Hutchenson siguió intentando incriminar a Echols en los crímenes. Invitó al joven a su casa, donde escondió micrófonos, con la intención de conseguir alguna confesión. Sin embargo, no consiguió nada y la policía optó por decir que la cinta era "inaudible". Por último, pensó en un chico de 17 años, Jessie Misskelley, que sufría retraso mental para que éste dijera que había sido testigo de los asesinatos y que Echols había participado. Misskelley no sólo corroboró la historia sino que, tras ser interrogado durante unas doce horas y sin la presencia de sus padres, acabó incriminándose a él mismo y a un amigo de Echols, Jason Baldwin.

Más tarde, Misskelley se retractó de su confesión y aludió a la intimidación, coerción y amenazas de la policía, pero para entonces aquellas irregularidades ya no importaron. La policía ya tenía sus culpables y el pueblo clamaba venganza.
Misskelley fue juzgado por separado. Durante el juicio el joven cayó en contradicciones y sus declaraciones no coincidían con los hechos y los detalles de los crímenes. Además, un experto en confesiones falsas, el Dr. Richard Ofshe, estuvo presente en el juicio y concluyó que se trataba de un "ejemplo clásico" de coerción policial. Sin embargo, nada de eso fue considerado y Miskelley fue condenado a cadena perpetua.
El juicio de Echols y Baldwin no fue mucho más ortodoxo. Durante el proceso se rozó el esperpento en muchos momentos como cuando se utilizaron como evidencias el hallazgo de libros de Stephen King, sábanas negras de bandas de rock y letras de canciones de grupos como Blue Oyster Cult y Pink Floyd en las habitaciones de los acusados. Los veredictos del juicio fueron contundentes y se vieron claramente influenciados por el clima de paranoia y miedo que tanto la policía, a través de filtraciones, como los medios de comunicación, con la publicación de todo tipo de conjeturas, se encargaron de difundir. Echols fue condenado a la pena de muerte por inyección letal al ser considerado el cerebro de los crímenes, mientras que Baldwin fue sentenciado a cadena perpetua.
Con el paso del tiempo y los nervios más calmados, los vecinos del pueblo empezaron a preguntarse si aquellos chicos habían sido realmente los culpables. El caso tuvo una gran repercusión por todo Estados Unidos y dos cineastas, Joe Berlinger y Bruce Sinofsky se hicieron eco de la historia de los tres chicos de West Memphis y decidieron hacer un seguimiento documental del caso. La emisión del primer capítulo, Lost Paradise: Los crímenes de los niños en Robin Hood Hills, removió las conciencias de los norteamericanos, que empezaron a preguntarse si realmente aquellos tres chavales eran los culpables. Incluso algunos familiares de las víctimas expresaron sus dudas sobre la culpabilidad de los tres muchachos.
Berlinger y Sinofsky documentaron la acumulación de pruebas contra un nuevo sospechoso, ni más ni menos que el padrastro de uno de los niños asesinados. Mark Byers, que ya contaba con antecedentes y había sido relacionado con la muerte misteriosa de una mujer, levantó sospechas por un cuchillo suyo que contenía restos de sangre. Al ser preguntado por ello, el hombre cambió hasta tres veces de versión. Las dudas planean por encima de la figura de Mark Byers pero la policía no ha emprendido ninguna acción contra él.
Unas pruebas de ADN y nuevas pistas forenses casi veinte años después dió un giro radical al caso. La tecnología, dieciocho años más tarde, no tenía nada que ver con la que había en 1993 y las nuevas pruebas de ADN demostraron la injusticia que se había cometido. Sin embargo, a pesar de que las pruebas de ADN de los tres acusados dieron negativo, el caso no pudo reabrirse de manera que los chicos de West Memphis tuvieron que acogerse a una maniobra legal conocida como la declaración Alford, en la que el acusado mantiene su declaración de inocencia pero al mismo tiempo admite que el Estado cuenta con suficiente evidencia para condenarlo. Así, el veredicto de culpabilidad no se elimina pero, al reajustarse su condena a 18 años de cárcel, se les libera en virtud del tiempo que ya han pasado en prisión.








Damien Echols, Jason Baldwin y Jessie Misskelley obtuvieron la libertad el 19 de agosto de 2011. "Estoy cansado. Han sido 18 años. Ha sido un infierno absoluto", dijo Misskelley en la rueda de prensa que dieron, ya libres, ese mismo día. "Esto no fue justicia. Éramos inocentes y nos mandaron a la cárcel para el resto de nuestras vidas", dijo Baldwin. "Todavía podemos tratar de limpiar nuestro nombre. La única diferencia es que ahora podemos hacerlo desde el exterior", dijo un demacrado pero feliz Echols.
Quiénes fueron los verdaderos asesinos? Según tres jóvenes que afirmaron que un sobrino de Terry Hobbs les dijo que, el hecho de que Terry matara a los tres chicos, era un «secreto familiar» muy bien guardado . En declaraciones bajo juramento, los tres testigos dijeron que Michael Hobbs les dijo: «Mi tío mató a tres chicos en West Memphis» . John Mark Byers, padrastro de Chris Byers y en un principio objeto de considerables sospechas, apareció llamando a Terry Hobbs «asesino de bebés» a la salida de un tribunal de Arkansas. Sin embargo, a Terry Hobbs no le faltaron defensores. Todd Moore, padre de la víctima Michael Moore, pensó que las pruebas contra Hobbs no eran convincentes. Señaló que su hijo pasó mucho tiempo en casa de Terry Hobbs y que podría haber recogido fácilmente el pelo (con ADN que coincide con el de Terry Hobbs) encontrado en sus cordones en una de esas ocasiones. Todd Moore afirmó: «Terry Hobbs no asesinó a mi hijo. Ningún agente de la ley lo cree» . [Editorial del Jonesboro Sun, 13/06/2012]. Otros críticos de la teoría de Hobbs como asesino señalan que las declaraciones de los tres jóvenes, dos décadas después del crimen, sobre el «secreto familiar» de Hobbs están tres o cuatro veces alejadas de cualquier fuente original. Hamish McKenzie, escribiendo en The Atlantic, criticó la decisión de los realizadores de la película West of Memphis de culpar de los asesinatos a Terry Hobbs, calificando a Peter Jackson de «productor-fiscal autoproclamado», y de «imprudentes» las acusaciones formuladas en la película. Por supuesto, imprudente no significa equivocado. En 2013, lo que parece estar cerca de la verdadera historia de los asesinatos de West Memphis finalmente surgió en declaraciones juradas separadas firmadas por Billy Wayne Stewart y Bennie Guy . El nivel de detalles y la verosimilitud general de las historias contadas en las declaraciones juradas hacen que parezcan muy creíbles, aunque provengan de un traficante de drogas confeso y un delincuente convicto.
El 5 de mayo de 1993, según Stewart y Guy, Terry Hobbs, David Jacoby y dos adolescentes de un parque de caravanas local, LG Hollingsworth y Buddy Lucas , se presentaron en su casa de West Memphis para comprar hierba. Mientras Stewart vendía la hierba a los dos chicos, se dio cuenta de que Hobbs y Jacoby se besaban en una camioneta al otro lado de la calle. Según Stewart, Terry Hobbs era bisexual y tenía preferencia por el sexo con chicos jóvenes. Billy Stewart también declaró, que Hobbs había invitado a su hijo de diez años, «Bill Bill», a fiestas en la piscina, invitaciones que Stewart insistió en que su hijo rechazó. Lo que ocurrió después de que Billy Stewart les vendiera la marihuana aquel 5 de mayo, se lo contó Buddy Lucas a Stewart en abril de 1995. Al volver a la camioneta, Hobbs, Jacoby y los dos chicos condujeron por la ciudad, fumando marihuana y bebiendo whisky, antes de llegar al camino de tierra junto al bosque Blue Beacon. En ese momento, según Lucas, Terry Hobbs pidió a los dos adolescentes que se bajaran y «lucharan» mientras él y Jacoby observaban. Aunque Lucas no dice específicamente que la lucha se convirtió pronto en una actividad sexual en la que estaban implicados él, LG Hollingworth y los dos hombres, Stewart no tiene ninguna duda de que eso fue lo que ocurrió, afirmando que la cabeza baja y la vergüenza evidentes en la cara del chico mientras contaba la historia dejaban claro que había «algo más entre los chicos y los hombres que lo que Buddy me acababa de contar». Fue durante esta probable actividad sexual cuando Chris Byers, Michael Moore y Steven Branch aparecieron con sus bicicletas, en el lugar y en el momento equivocado.
Billy Stewart dice que Lucas le contó que Terry Hobbs gritó: «¡Atrapad a esos pequeños cabrones!». Mientras Jacoby golpeaba a uno de los chicos, Hobbs seguramente dijo a Buddy y a LG que se quitaran los pantalones.
Según Stewart, «el Sr. Hobbs se acercó al chico al que el Sr. Jacoby había estado golpeando y mordió repetidamente el pene y el escroto del chico», y luego «cortó los genitales del chico». Terry Hobbs dijo entonces que había que matar a los otros dos chicos por lo que habían visto, y Hobbs y Jacoby procedieron a hacerlo. La ropa y los cuerpos de los chicos fueron recogidos y arrastrados hasta el agua, y sus bicicletas fueron arrojadas al pantano. Sorprendentemente, según Stewart, cuando intentó llamar al investigador de la policía de West Memphis, Bill Sanders, para contarle la historia que había escuchado de Buddy Lucas, Sanders ni siquiera se molestó en devolverle las llamadas. La declaración jurada de Bennie Guy cuenta una historia similar. Guy declaró que mientras Buddy (a quien Guy describe como « bastante lento» ) se alojaba en su casa en 1994, le confesó su participación en los asesinatos.
Guy alegó en su jurada que LG Hollingsworth también confesó su participación en los asesinatos mientras ambos estaban declarados encarcelados en la cárcel del condado de Crittenden en 1995. La confesión de Hollingsworth añade algunos detalles nuevos a las de Buddy. Según el relato de Guy de la confesión de Hollingsworth, Terry Hobbs se enfureció después de que uno de los chicos empezara a darle patadas. Hobbs golpeó al chico en la cabeza y le gritó: «Te voy a dar por tu puto culo». Hollingsworth dijo que él, Buddy y los dos hombres mayores participaron en la paliza a los tres niños de ocho años, y según el relato de Buddy dijo que Hobbs pidió a los dos adolescentes que les quitaran los pantalones a los niños, antes de cortar los genitales de uno de ellos con su cuchillo. Guy envió una carta detallada al fiscal Scott Ellington en febrero de 2012 describiendo los detalles de las dos confesiones, pero que Ellington nunca respondió.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece inexacto todo lo que se hizo con este caso. Aunque los tres de Memphis no me parecen inocentes y me es muy sospechoso dos padrastros de las tras víctimas, Byers y Hobbs, Damien también me parece muy sospechoso y criminal. Este es un caso de pacto de silencio en el cual no se pudo quebrantar la verdad de lo sucedido.

Gabinete Criminología Judicial dijo...

Todo hace inclinar que fue el señor Byers y el señor Hobbs.