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jueves, 26 de octubre de 2017

La Tumba de Antonio Serrano se Lleva el Misterio Sobre Margalida Bestard y Ángeles Arroyo

Ángeles Arroyo tenía 61 años cuando desapareció en 1996 . Regentaba una hamburguesería y vivía sola, su familia más próxima ,una hija, estaba en Ibiza, y la relación con ella no era muy intensa. Ángeles se tenía únicamente a sí misma, y sólo podía contar con la ayuda ocasional que pudiera precisar de alguno de sus vecinos.
Margalida Bestard era una mujer viuda que disfrutaba plenamente del cariño y afectos de sus hijos y otros familiares. Tenía 73 años y al igual que Ángeles, tampoco era una persona que se quedara tranquilamente en su casa, sino que gustaba de cobrar personalmente los alquileres de sus inmuebles y de gestionar que los pisos estuvieran listos para los nuevos inquilinos. Había momentos que llevaba consigo entre mil y dos mil euros cobrados por los alquileres.


Margalida era propietaria de un edificio en el barrio de El Arenal de Palma de Mallorca, tenía alquiladas 12 viviendas y tres locales comerciales a pie de calle. El bloque de la calle Marineta no era su único patrimonio y podía costearse que otra persona gestionara sus negocios.
El día de su desaparición se la veía emocionada, conduciendo su  Peugeot 309 azul.
A las 8:30 de la mañana, las cámaras del Club Náutico grabaron a la anciana aparcando el coche y a las 9:00 las de un banco reflejaron cómo andaba sola hacia el edificio de su propiedad.
En el portal se juntó con unos trabajadores, subieron juntos al 10º A, les explicó lo que quería de ellos, les echó una mano y sobre las 11:00 comenzó la ruta por el bloque.
Margalida empezó su ruta a las 11.00 de la mañana en el 10º C, donde cobró 94 euros. A las 11.30 las dos inquilinas del 5º B le pagaron en metálico 485 euros más. En ese momento, la anciana se tomó un descanso y como siempre bajó a la cafetería San Cristóbal. El 
testimonio del camarero de la cafetería dijo: «Pasadas las doce, como siempre, vino y se tomó un café. Estuvo unos 15 minutos, bajó un inquilino a pagarla y ella se subió, se supone que a cobrar los alquileres. Luego la vi bajar y a la altura del hotel Mediodía ya no la vi más. Estamos hablando de las dos menos cuarto aproximadamente.»
Margalida volvió al edificio a las 12.40 para seguir cobrando. Veinte minutos después el vecino del 10º B le pagó 550 euros, a las 13.15 el del 5º A, 401 euros, a las 13.30 cobró 135 euros del 4º A. Aún le quedaba por recibir el alquiler de los tres locales comerciales situados en los bajos del edificio. Uno de ellos le pagó con un cheque al portador de 500 euros. En total, la Guardia Civil comprobó que la anciana recaudó ese día 1.665 euros en efectivo.
Alrededor de las 13.40 de la tarde, el vecino panadero escuchó que su casera discutía con alguien con voz masculina en la puerta. Asimismo, en el 2º , una testigo escuchó también la disputa. Se trata de una vecina que desde el balcón vio a Margalida, pero no consiguió identificar a su interlocutor. En ese momento, se perdió el rastro de la anciana.


La Guardia Civil inspeccionó el edificio en busca de algún rastro que pudiera indicar un accidente, algún resto de sangre, su bolso... pero no encontró nada físico, aunque sí certezas. A la hora en que se produce la desaparición el tráfico en la calle Marineta era cargado, por lo que los agentes llegaron a la conclusión de que resultaba imposible que alguien parara a Margalida, la metiera en un coche y la secuestrara sin que nadie se diera cuenta.
Tras descartar la hipótesis del secuestro, todas las miradas se volvieron hacia Miguel, el hijo de la víctima, ya que el patrimonio familiar podía ser un móvil perfecto.
Los agentes de Homicidios interrogaron a Miguel en varias ocasiones hasta que pudieron confirmar que el hijo de Margalida Bestard estaba en casa con su mujer en el momento en que se produjo la desaparición de su madre, un lugar situado a 20 kilómetros del edificio de la calle Marineta.
Se acabó descubriendo que el problema más destacable que tuvo la anciana fue con uno de los inquilinos del edificio de la calle Marineta, uno de los pocos propietarios a quien Margalida le había vendido el 7º C.
A finales del año 2006 se recibió el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) y la tasa de las basuras. En ese momento Margalida descubrió que el nuevo propietario todavía no lo había puesto a su nombre, por lo que discutió con él y finalmente tuvo que abonarlo ella. La anciana tenía la sospecha que el año 2007 le iba a suceder lo mismo, porque dos días antes de su desaparición le comentó a su hija Catalina que junto con los impuestos de la zona de El Arenal le había vuelto a llegar el del 7º C y pensaba que el propietario «la quería torear».
El día de la desaparición, Margalida se encontró con ese hombre en el ascensor y se lo reprochó, reclamándole una deuda de 200 euros delante de otras personas.

 Durante los primeros días de la desaparición y aunque nadie sospechaba del vecino del 7º C, una conversación se le quedó grabada a Catalina, la hija de Margalida. En una de las ocasiones en que estaba en el edificio y la Guardia Civil pidió a los familiares que entraran en el portal para hablar con ellos, este señor que se encontraba ahí y era un completo desconocido, se metió en la conversación, «empezó a decir que había unos búlgaros, unos rumanos, cosas raras que a nosotros nos parecían chiste porque ya habíamos hablado con la señora de la limpieza, el señor del seguro y nadie había visto a esta gente que él decía que había visto. Él fue introduciendo personajes en la película que se había montado para su propio interés. No sospechamos de él, pero la Guardia Civil sí comenzó a hacerlo».

El 15 de octubre del 2007, la Policía Nacional envió a la Guardia Civil el siguiente comunicado: «El grupo de Homicidios comunica que en el edificio donde ocurrieron los hechos, concretamente en el 7º C, reside una persona investigada por la desaparición inquietante de otra mujer: ÁNGELES ARROYO, nacida en 1935, denunciada por su hija GREGORIA el 23.01.1997».
La investigación se centró en que Ángeles Arroyo pudo haber sido víctima de un homicidio a manos del que era su vecino de local comercial, Antonio Serrano, con el que tenía una conocida relación de enemistad por disputas vecinales, que finalizó dentro del local comercial propiedad de éste, en la calle de la Gaviota, en la Galería comercial número 6 del edificio Plaza Mayor. Aquella fue la última vez que se la vio con vida.
El 6 de febrero de 1997, la Policía entró en el local y encontró restos de sangre, cuyo ADN se demostró que correspondía a Ángeles Arroyo. El 22 de junio de 1998 se  le detuvo, que pasó a disposición judicial e incluso fue ingresado en prisión, hallándose contradicciones en su declaración. Posteriormente fue puesto en libertad debido a que el cuerpo no fue hallado.
La Policía Nacional añadió en el comunicado que el sospechoso «es una persona irascible y violenta con antecedentes por malos tratos en el ámbito familiar». Asimismo, relacionó en el escrito las coincidencias entre las dos desapariciones «que apuntan a la posible autoría de Antonio»: las dos desaparecidas eran sus vecinas, unas mujeres de avanzada edad y sin pareja, con las que pudiera tener discusiones de vecindad, pues ambas dejaron de ser vistas tras una discusión con él.
A partir del 23 de octubre de 2007, el juez instructor del caso de Margalida Bestard autorizó a que se pinchasen los teléfonos de Antonio Serrano y su esposa Josefa como pidieron tanto la Guardia Civil como la Policía Nacional.


Ángeles Arroyo tenía 61 años en 1996  y regentaba una hamburguesería. El 22 de enero de 1997, su hija Gregoria denunció ante la Policía que su madre llevaba desaparecida por lo menos desde el 8 de diciembre del año anterior.
Gregoria residía en la isla de Ibiza y mantenía contacto con su madre por teléfono, visitándola cuando viajaba a Mallorca. Relató en una de sus declaraciones: «que el 10 de diciembre de 1996 fue a casa de su madre y al no hallarla se puso en contacto con una amiga,quien le dice que hace tiempo que no la ve. También habla con Pepe, el portero de la finca donde vivía su madre, quien le informa de que no sabe nada de Ángeles. El portero le cuenta que incluso la policía local estuvo en el piso dos días antes, Ángeles no estaba, sí la perra, que tenía el agua puesta, cerraron la vivienda y se fueron».
Gregoria volvió a Ibiza el 8 de enero de 1997 sin saber de su madre. Tampoco sabían nada su padre, exmarido de Ángeles Arroyo, ni su otra hija ni sus amigos. Posteriormente el día 22 de ese mismo mes, regresó a Mallorca, preocupada por la ausencia de noticias. Entró en la vivienda de su madre con las llaves del portero y encontró todos los efectos de la señora y la perra muerta.
Esa mañana una vecina del barrio se puso en contacto con Gregoria para decirle que acudiera al bar Manolo, colindante con el de su madre, donde ella y su marido podían darle una información útil. Allí le explicaron que a finales de noviembre o principios de diciembre de 1996, Ángeles había tenido una fuerte discusión con Antonio Serrano.
 El responsable del bar Manolo también explicó a la Policía que: «Ángeles le había comentado el pasado verano que había mantenido un par de discusiones con el dueño de la tienda de suvenires, Antonio». Según su declaración, la última vez que él había visto a Ángeles «estaba en la parte trasera de otro bar que también regenta y presenció una fuerte discusión de Ángeles y Antonio, originada porque éste había cortado un seto de la desaparecida sin permiso. Se insultaron mutuamente de forma muy grave. Una vez que aparentemente finalizó la pelea, el hombre entró en su local, quedando Ángeles en el pasillo exterior junto a la entrada del bar. Un minuto más tarde, Antonio salió otra vez y le dijo algo a la desaparecida, entrando los dos al local de Antonio. Ya no se escuchó nada más. A partir de este momento no se ha vuelto a ver a Ángeles, ni se ha vuelto a abrir la hamburguesería».
 Tras ser enviado a prisión preventiva, los investigadores tuvieron constancia de que Antonio había realizado unas obras en su finca de Llucmajor que terminó en diciembre de 1996. Las esperanzas se centraron en ese lugar, pero finalmente no lograron encontrar el cuerpo de la desaparecida. Siete meses después de su ingreso en prisión, el sospechoso fue puesto en libertad.
 El 28 de abril de 2008, Antonio Serrano fue detenido. Los investigadores sospechaban que Margalida podría estar emparedada y se efectuaron levantamientos del suelo y las paredes de su cochera, así como varias batidas en las fincas del sospechoso. Sin embargo, la falta de pruebas llevó al juez a dejarlo en libertad sin cargos.En octubre del año 2020 , el principal sospechoso, Antonio Serrano, falleció a los 76 años y de esa manera se llevó a la tumba el misterio sobre qué les pasó tanto a Ángeles Arroyo como a Margalida Bestard. 

5 comentarios:

Unknown dijo...

Hoy me entere de esta publicacion ...soy la hija de angeles y es mentirq casi todo... somos 3 hermanos yo vi a mi madre el dia 1 d nobiembre puse la denuncia el dia 8 de nobiembre pero me hicieron caso cuando el portero me habrio y la perra estaba muerta y toda su documentacion.... mi madre tenia contacto con toda la familia asi que dejen d mentir

Unknown dijo...

Yo agraderia por respeto q antes de publicar nada nos llamen porque nos sigue haciendi mucho daño ... por cierto mi madre no estaba sola

Unknown dijo...

Mi madre no estaba sola y sigo esperando encontrarla....

Gabinete Criminología Judicial dijo...

Muchas gracias por contactar, todo el texto aquí mostrado es dictado como muestrario de una publicación pasada desde el diario 20 minutos.

Gabinete Criminología Judicial dijo...

En espera que haya una solución lo más pronto posible y que sea de manera positiva, comentarle que el texto aquí mostrado son parte de dictados extraídos desde el diario 20 minutos y también del portal criminaliza.es . Cordialmente y mis más sinceros apoyos. Elaborare un artículo diferente.