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lunes, 23 de octubre de 2017

Los Crímenes del Hotel Reyes Católicos

Fernando Alberto Rivero Vélez, alias El Loco, depositó una caja de cartón en el mostrador del hotel Reyes Católicos en Alcalá el 3 de julio de 1998. Era su único equipaje y no esperó para abrirlo porque cuando el recepcionista fue a darle la llave de la habitación 106 que había reservado dos horas antes, Fernando abrió la caja, sacó una escopeta y muy educado dijo: «Tú ya estás muerto». Eran las cuatro de la madrugada y en menos de una hora El Loco convirtió su intento de robo en un doble crimen. Ciego de cocaína, amordazó, maniató, degolló y tiroteó al recepcionista y a un visitante. La tercera víctima también fue acuchillada, pero se salvó cuando Fernando, ya sin cartuchos, la dio por muerta. Quería asaltar la caja del hotel y cometió los crímenes al verse descubierto por la pareja de visitantes. Cuando iba a ser amordazada con cinta aislante, Margarita Vázquez, la única superviviente de la matanza, le pidió con tranquilidad: «Por favor, tenga cuidado que tengo asma». «Tranquila, dentro de poco ya no tendrás que preocuparte del asma», le contestó Fernando Alberto.
Acto seguido, Fernando Alberto, un ex celador de hospital, la amordazó, sacó un cútter y la degolló. La mujer perdió el conocimiento, yacía en la escalera de la entreplanta del hotel Reyes Católicos. A su lado, también tirado en el suelo se encontraba su amigo Juan Ignacio Arranz, separado, con quien había acudido al establecimiento a pasar la noche. Les quedaba ya poco tiempo para seguir juntos.


Con la escopeta encañonó a la pareja y la llevó junto al recepcionista. Allí les obligó a tumbarse, ató y amordazó a Juan Ignacio y tapó la boca a Margarita con cinta adhesiva. Luego apretó el gatillo y con las víctimas reducidas en el suelo, Fernando Alberto sacó un cútter y empezó a degollarlas. Primero a la mujer, luego a José Ignacio y finalmente a Rubén Darío, el recepcionista. Después disparó con la escopeta por detrás y en la cabeza a José Ignacio un tiro y a Rubén Darío dos. Sin más cartuchos, se acercó a Margarita y agitó su cabeza cogiéndola por el pelo,pero la dio por muerta.
Terminada la matanza, el criminal prosiguió la búsqueda del dinero en las dependencias del hotel. En ese momento, Margarita recobró el conocimiento y al ver que Fernado Alberto no estaba en el descansillo, subió a la primera planta a pedir ayuda en las habitaciones. No la encontró y fue cuando llamó entonces por teléfono a un servicio de urgencias, pero tampoco le respondieron.

 Mientras, el asesino había vuelto al lugar del crimen y al ver que Margarita había desaparecido (seguía escondida), se asustó y bajó corriendo a la recepción. Preso del nerviosismo revolvió los cajones y papeles de la entrada y empezó a golpear el ordenador del vestíbulo en un intento de borrar de la memoria su reserva en el hotel. Sólo consiguió destrozar el arma y cuando huyó del lugar, ni siquiera había robado las 19.000 pesetas que se guardaban en un cajón. Margarita salió poco después y cogió un taxi en la calle , pidió que la ingresasen en un hospital. Esa misma noche, Fernando Alberto llegó a su piso de Alcalá y su novia, Olivia, le vio intranquilo. El hombre le dijo que al día siguiente tenían que marcharse. Cogieron un coche y corrieron hacia Castilblanco (Badajoz), donde los padres de la novia tenían un piso desocupado. Allí fueron detenidos al dia siguiente por la mañana por los agentes del grupo de homicidios de la Brigada de Policía Judicial y de la comisaría de Alcalá. La intención del criminal era escapar a Portugal.

El inspector jefe de la Policía Judicial de Alcalá, Vicente Camanzano, no iba solo. Le acompañaban una pistola Star y otros seis agentes. Pero sólo a él le reconocieron.
-¿Qué haces tú por aquí?
-¿Tú qué crees? Pues detenerte.
Eran las nueve y media de la mañana y Camanzano acababa de arrestar en Castilblanco, un pueblo de 1.460 habitantes de Badajoz a Fernando Alberto Rivero Vélez, alias El Loco, el autor del doble crimen del hotel Reyes Católicos. El inspector y el detenido eran viejos conocidos de Alcalá.

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