Theodore
Kaczynski no era un tipo normal. Había nacido en 1942 en Chicago, en el
seno de una familia de emigrantes polacos, y pronto fue sometido a un
test de inteligencia que determinó que su coeficiente intelectual era de
167. Kaczynski era, académicamente, un genio. Pero no es sólo por ello
por lo que su figura sigue despertando interés. Ingresó en la
Universidad de Harvard con apenas dieciséis años, demostrando una
extraordinaria habilidad para el dominio de las matemáticas. Tras
graduarse, se doctoró en la Universidad de Michigan. En su tesis,
titulada “Boundary Functions”
conseguía resolver un teorema complejo que sus propios profesores
habían intentado solucionar, sin éxito, durante años. Ante la asombrosa
tesis de Ted, uno de los profesores de su tribunal llegó a afirmar: “Es posible que únicamente unas diez o doce personas en todo el país la entiendan o la aprecien”.
Mientras su progreso académico parecía imparable, su personalidad iba tomando forma como el hierro candente al enfriarse. Ted era un chico solitario, expuesto a la crueldad de los que en la universidad lo superaban en edad. Además de ello, hay que tener en cuenta el que fue, sin duda, el episodio más traumático durante su estancia en Harvard: su participación en una investigación llevada a cabo por el Dr. Henry Murray y subvencionada por la CIA, la famosa y controvertida Operación MK Ultra. Sometieron a una veintena de chicos a un experimento encubierto en el que se suponía que cada uno debía hacer un análisis de su propia visión del mundo y de su personalidad para luego debatir en grupo sus ideas con sus compañeros. Pero, en realidad, obligaban a los chicos a soportar, en solitario, un severo ataque psicológico monitorizando sus reacciones y respuestas emocionales. La participación en este proyecto éticamente indefendible promovido por la CIA para el estudio de formas de control mental fueron determinantes en la formación de Kaczynski, y en su aversión a cualquier intento de control psicológico.
Mientras su progreso académico parecía imparable, su personalidad iba tomando forma como el hierro candente al enfriarse. Ted era un chico solitario, expuesto a la crueldad de los que en la universidad lo superaban en edad. Además de ello, hay que tener en cuenta el que fue, sin duda, el episodio más traumático durante su estancia en Harvard: su participación en una investigación llevada a cabo por el Dr. Henry Murray y subvencionada por la CIA, la famosa y controvertida Operación MK Ultra. Sometieron a una veintena de chicos a un experimento encubierto en el que se suponía que cada uno debía hacer un análisis de su propia visión del mundo y de su personalidad para luego debatir en grupo sus ideas con sus compañeros. Pero, en realidad, obligaban a los chicos a soportar, en solitario, un severo ataque psicológico monitorizando sus reacciones y respuestas emocionales. La participación en este proyecto éticamente indefendible promovido por la CIA para el estudio de formas de control mental fueron determinantes en la formación de Kaczynski, y en su aversión a cualquier intento de control psicológico.
Se
mudó a Berkeley en 1967, donde trabajó como profesor en la Universidad,
y dimitió sin causa aparente dos años más tarde. Para la opinión
pública, a principios de los 70, poco quedaba de aquel alumno
brillante. Ted se trasladó en 1971 a una cabaña sin luz ni agua
corriente a un perdido paraje de Lincoln, Montana, tratando de ser
autosuficiente. Es durante este tiempo cuando
afloran los verdaderos sentimientos que, años después, le llevarían a
fabricar una serie de paquetes bomba artesanales que enviaría a
objetivos predeterminados, causando tres muertos y más de veinte heridos
a los largo de casi dos décadas de actividad, en las que plantó cara a
las investigaciones policiales, convirtiéndose en uno de los terroristas
más perseguidos de Estados Unidos. Su motivo era tan insólito como
cautivador para cualquier analista. Desprendía un odio manifiesto hacia
el desarrollo tecnológico y sus consecuencias sociales. Un rechazo que
plasmaría durante años en sus escritos. Su forma de pensar pronto se
asoció a una corriente antitecnológica y anarcoprimitivista, en rechazo
del proceso de civilización llevado a cabo por el ser humano, y a lo que
posteriormente vendría a la llamarse neoludismo, evocando al movimiento Luddita de comienzos del siglo XIX, que se oponía de forma violenta al desarrollo industrial que estaba teniendo lugar entonces en Inglaterra. Los rudimentarios
explosivos que comenzó a enviar a partir de 1978 iban dirigidos, al
comienzo, a universidades y aeropuertos. La policía decidió entonces
denominar al culpable como “Unabomber”. Más adelante, sus objetivos
serían también profesores, científicos, empresarios o responsables de
industrias madereras.
A partir de
1993, tras seis años de inactividad, los sucesos se precipitaron. Los
EEUU, aun conmocionados por el incidente de los Davidianos en Waco, se
exponían a los nuevos atentados del Unabomber que sumarían dos nuevas
víctimas mortales. Fue en 1995 cuando Kaczynski ofreció un acercamiento a
las autoridades, enviando al New York Times y al Washington Post un
manifiesto en el que exponía su pensamiento bajo el pseudónimo de “Freedom Club”, prometiendo el cese de los ataques si ambos lo publicaban. El manifiesto, que pasó a llamarse entonces “Manifiesto Unabomber”,
se puso en conocimiento de la policía, que decidió sacarlo a la luz con
la esperanza de que alguien pudiese ofrecer alguna pista acerca de su
autor. El texto, que enlazamos más abajo, lleva por título “La sociedad industrial y su futuro”.
Una
vez hecho público, la opinión mediática consideró que aquello solo
podía ser obra de un genio. Aunque poco duraría aquella percepción,
cuando dos años más tarde, Kaczynski fuera detenido gracias a la
colaboración de su propio hermano con la policía, que descubrió la gran
similitud entre las ideas de Ted y las expresadas en el manifiesto. El
aspecto de hombre primitivo que presentaba el Unabomber en el momento de
su detención y el de su cabaña, donde los investigadores encontraron
documentos y material para fabricar explosivos, pronto hicieron creer a
los medios que Ted era, simplemente, un loco, y no un genio con un
cerebro privilegiado. Pero nada más lejos de la realidad. Su texto era, y
es, un certero análisis de la sociedad actual. En él hace un
pormenorizado estudio del proceso de alienación y del acceso al poder al
que se ha visto sometido el ser humano. Analiza diferentes perspectivas
ideológicas, centrándose en el izquierdismo moderno, y prevé un colapso
social y ecológico con dos únicas salidas: un giro radical que acabe
con el sistema actual recuperando el equilibrio con el planeta o un
proceso sin retorno de extinción de la raza humana. Así comienza:
La
Revolución Industrial y sus consecuencias han sido un desastre para la
raza humana. Ha aumentado enormemente la expectativa de vida de aquellos
de nosotros que vivimos en países avanzados, pero ha desestabilizado la
sociedad, ha hecho la vida imposible, ha sometido a los seres humanos a
indignidades, ha conducido a extender el sufrimiento psicológico (en el
tercer mundo también el sufrimiento físico) y ha infligido un daño
severo en el mundo natural. El continuo desarrollo de la tecnología
empeorará la situación. Ciertamente someterá a los seres humanos a
grandes indignidades e infligirá gran daño en el mundo natural,
probablemente conducirá a un gran colapso social y al sufrimiento
psicológico, y puede que conduzca al incremento del sufrimiento físico
incluso en países avanzados.
Seguramente, el
caso Unabomber y su manifiesto pueda parecer un despropósito, una
americanada, la historia de perturbado que consiguió erigirse como digno
rival del FBI durante diecisiete años. Pero conviene, si es que se
tiene algún interés por analizar la situación global del planeta y del
hombre que lo habita, no dejar de lado algunas evidencias. El desastre
ecológico al que se refiere Kaczynski se viene produciendo desde el
mismo comienzo de la Revolución Industrial y es cada vez más marcado a
lo largo de los últimos decenios. Y todavía más temprano es el
sometimiento del hombre por el hombre que ha conducido a una situación
actual insostenible para millones de personas. La gran evidencia del
manifiesto, contrastable con la realidad, es que el capitalismo
occidental es un callejón sin salida.
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