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domingo, 2 de julio de 2023

Peter Sutcliffe, El Destripador de Yorkshire

Peter Sutcliffe era un hombre casado en 1976. Había conocido a Sonia Szurma el día de San Valentín de 1967, nueve años antes. Ella, una joven de ascendencia checoslovaca, apenas tenía 16 años y su padre se oponía de manera drástica a que se fugase con Sutcliffe, a pesar de que se trataba de un joven modélico, al que no se le conocían fechorías. Casi una década después, y tras un matrimonio de dos años lleno de altibajos y peleas, el joven había terminado por aficionarse al mundo de la prostitución.
Por ello, en enero de 1976, a Sutcliffe no le era ajeno pagar por sexo. Solo que, en los últimos meses, no se trataba de sexo sino de violencia y asesinato. Ya había cometido su primer asesinato cuando concertó una cita con Emily Jackson, una mujer de 42 años que había alcanzado un acuerdo con su propio esposo para utilizar la furgoneta familiar a modo de picadero y llevarse un dinero por ello. El negocio consistía en esperar a potenciales clientes en el pub Gaiety en la carretera Roundhay. Sutcliff la recogió una tarde de principios de año para llevarla un kilómetro más adelante. Pero su objetivo no era precisamente tener sexo con ella. Primero le golpeó la cabeza con un martillo antes de arrastrar su cuerpo hasta un vertedero, donde le apuñaló el cuello, el pecho y el abdomen hasta en 52 ocasiones con un destornillador que el propio Sutcliff había afilado para que hiciese las veces de cuchillo. Al terminar, y puede suponerse que en un arranque de ira, le pisoteó en repetidas ocasiones el muslo hasta dejarle una huella de la bota en el muslo. Un elemento clave en la investigación posterior. Uno de los primeros trabajos que consiguió Sutcliffe fue de enterrador en el cementerio local. A pesar de ser un hombre de fe, optó por uno de los empleos más pintorescos. Según él mismo declararía más adelante, una tarde comenzó a escuchar voces en plena tarde. Él mismo se sobresaltó y, convencido de que el sonido no estaba en su cabeza, se acercó hasta la tumba de un ciudadano polaco llamado Bronisław Zapolski donde, creía, le estaban hablando. Influido por sus creencias, Sutcliffe se convenció de se trataba del mismísimo Dios que había decidido comunicarse con él.
En un primer momento la voz solo quería darle consejos y tener conversaciones profundas con el enterrador, pero un incidente lo cambió todo. Sutcliffe, que ya se había prodigado en varias zonas de prostitución de las calles de Leeds y Bradford, un día de 1969, antes siquiera de casarse o mudarse con su mujer Sonia Szurma, una de las prostitutas optó por timarle algo de dinero. En ese momento las voces se volvieron furiosas: Sutcliffe asegura que le ordenaban que matase. Así, convenció a su amigo Trevor Birdsall para que le llevase en su furgoneta hasta localizar a la prostituta que acababa de robarle. Pero en su lugar, y tras horas de búsqueda sin resultado, Sutcliffe desapareció por la calle de San Paul, en la localidad de Bradford, mientras su acompañante esperaba en el coche. Al regresar, ordenó a Birdsall que condujese con cuidado y saliese de la zona sin armar jaleo. Sutcliffe, que reapareció sin aliento y agotado, había perseguido a una prostituta que nada tenía que ver con la que le había escamoteado unas libras. La persiguió hasta el garaje de su casa y le asestó varios golpes en la cabeza con una piedra envuelta en un calcetín. “La fuerza del impacto le hizo un agujero y la roca salió volando, entonces volví al coche”, contaba. Días después, cuando Sutcliff fue detenido por la policía e interrogado por los ataques ,negó que hubiese golpeado a la mujer con el arma, sino con la mano. La mujer, cuyo marido se encontraba en prisión, no quiso presentar denuncia alguna. Sutcliff necesitó de tres intentos más de asalto antes de que consiguiese asesinar a su primera víctima el 30 de octubre de 1975. Previamente comenzó a perfeccionar su técnica con una joven de 14 años y dos mujeres adultas, ninguna de ellas prostitutas. A todas las persiguió por la calle antes de sorprenderlas por detrás y golpearles la cabeza en repetidas ocasiones con una maza, antes de acuchillarles la espalda y el abdomen con un cuchillo o con un destornillador. Todas ellas precisaron de intervención quirúrgica en el cráneo pero sobrevivieron. En todos los casos fue descubierto por un ciudadano.
La primera víctima mortal fue Wilma McCann, una madre de cuatro niños. La sorprendió por detrás al golpearle dos veces con el martillo y la apuñaló hasta en 15 ocasiones, en espalda pecho y abdomen. Una de las hijas de McCann falleció en 2007, ya con Sutcliff en prisión, fruto de una depresión que, como ella misma confesaba, estaba derivada del brutal asesinato de su madre. Fue particularmente mediática la muerte de Jayne McDonald, asesinada en Chapletown a los 16 años. Lo peculiar de este caso es que fue el primero que la propia policía británica calificó de “víctima inocente”, al considerar que las otras eran prostitutas. Así, la tragedia de McDonald alcanzó un nivel mediático amplio en la prensa: ahora todas las mujeres eran víctimas potenciales.
A raíz de este hecho, la policía se volcó en buscar a Sutcliff y, en el siguiente asesinato en 1977 localizó un billete de 5 libras que resultó ser clave en la investigación. En cualquier caso, el Destripador de Yorkshire continuó matando hasta 1980, cuando arrojó a la joven Barbara Leach, hasta una pila de ladrillos, así como mató a otras dos jóvenes. La policía le interrogó hasta en dos ocasiones a finales de ese mismo año, después de que su ADN hubiese coincidido con el del billete. Lo llevaron a comisaría hasta en 7 ocasiones más.
Existen dos teorías principales que apuntan a una explicación más terrenal sobre por qué Sutcliffe se cebó con las prostitutas durante su carrera como delincuente, más allá de que de verdad hubiese una voz en la tumba del fallecido polaco que se lo ordenase. En lugar de un mandato divino, los analistas del caso del destripador de Yorkshire apuntan a un incidente poco después de que Peter fuese un adolescente. En uno de sus primeros acercamientos a la prostitución en las calles de Yorkshire, Sutcliffe habría tenido un duro percance con una prostituta y su chulo, que le robaron el dinero. La otra hipótesis que manejaban los investigadores era el hecho de que Sutcliffe en realidad no fuese un cliente habitual de la prostitución y toda su historia alrededor de su juventud y los incidentes con timos y meretrices fuera una exageración de la prensa. Según esta teoría se trataría más de una obsesión del joven por las trabajadoras sexuales que las consecuencias de malas experiencias.
2 de enero de 1981, un día rutinario más en la vida de Peter Sutcliff. Ha recogido a la prostituta de 24 años Olivia Reivers y la ha llevado hasta Broomhill, en Sheffield. Tiene las herramientas en el asiento de atrás, preparados para asestar el golpe. Ya ha matado a 13 mujeres, sabe cómo hacerlo. Con lo que no cuenta es con un control rutinario policial. Los agentes Robert Hides y Bob Ring se acercan hasta el vehículo y le piden a Sutcliff la documentación. Al revisar el coche se dan cuenta de que tiene una matrícula puesta sobre otra, un indicativo de que el vehículo, probablemente, era robado. En el tiempo en el que han descubierto el detalle, al sospechoso le ha dio tiempo de deshacerse de las armas arrojándolas a un lado de la carretera.
Los policías llevaron a Sutcliff hasta la comisaría detenido por un delito de robo de automóvil. Una vez llegan ven el retrato robot del Destripador de Yorkshire en la pared y se quedan asombrados con el parecido entre el dibujo y el hombre que tienen en la parte de atrás del coche. Teniendo en cuenta que ya había sido interrogado en más de una ocasión por el ADN del billete de 5 libras, no había otro camino que la sala de interrogatorios. A las 16 horas Peter Sutcliff confesó haber asesinado a 13 mujeres y haber asaltado y golpeado a otras 20.
A pesar de que trató de alegar enajenación mental, el jurado lo consideró cuerdo y lo condenó a 20 cadenas perpetuas. No obstante, solo paso un año en el centro penitenciario de Parkhurst, denominado como de alta seguridad. Allí fue atacado por otro preso de nombre James Costello, de 35 años y que se abalanzó sobre Sutcliff con una jarra de café rota. Este casi pierde un ojo y terminó con un gran corte de un lado a otro de la cara. Ese mismo año los psiquiatras de la cárcel determinaron que Sutcliff sería tratado mejor en un hospital psiquiátrico y fue enviado a Broadmoor hasta 2015.
En 2010 estaba previsto que Sutcliff abandonara el centro psiquiátrico y quedara en libertad, pero una apelación le mantuvo entre rejas y, en 2015, los médicos le consideraron oficialmente “curado” de la esquizofrenia paranoide que le habían diagnosticado previamente. Pero el Destripador de Yorkshire tuvo el final que menos esperaba. No fue un compañero de habitación, ni otro preso en la misma celda, ni un demente.
Peter Sutcliff fue operado el mes de octubre de 2020 de urgencia tras sufrir un infarto. Tras pasar por quirófano, rechazó el tratamiento contra el Covid, y terminó infectándose. El coronavirus acabó con su vida el 13 de noviembre de 2020, 30 años después de los crímenes.

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