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lunes, 13 de enero de 2025

Diciembre de 1954 , Tragedia en la Cripta

Por más que el suceso fuese grotesco y aterrador, lo mas sobrecogedor de ésta tragedia es que todas las víctimas fueron niñas pequeñas de entre 6 y 12 años, fue una multitud las que quedaron heridas, también niños. La imagen es aterradora,donde una procesión de diez ataúdes blancos y oscuros por las calles de Miranda del Ebro quedó grabada para la historia negra. El entierro más multitudinario de la ciudad. Más de 15.000 personas en la calle y el templo. Los oficiales de Renfe en Miranda tomaron a hombros los féretros y los condujeron al cementerio.
En la provincia de Burgos ha habido crímenes horribles y multitudinarios. Tragedias y accidentes que han dejado una huella imborrable en el espacio y en el tiempo. Hoy recordamos uno de esos horribles sucesos. La ciudad del Ebro guarda tragedias tremendas. Miranda tiene muchas historias guardadas en la memoria de los tiempos. Una desgracia que 70 años después de haber ocurrido nos recordaba una mirandesa que, si bien no vivió aquel acontecimiento, en su cabeza aún resuenan los ecos de lo ocurrido. Este suceso tan horrible fue el de la muerte de diez niñas el 12 de diciembre de 1954, es la historia más trágica vivida nunca en la ciudad. Se han cumplido 70 años de este horrible acontecimiento; aún hay gente de Miranda que recuerda con lágrimas en los ojos lo ocurrido aquella fatídica tarde. Los periódicos de la época recogieron con crudeza el suceso. Ocurrió en la cripta de San Nicolás. Era una tarde plácida de invierno. Los niños y niñas del barrio más céntrico de Miranda esperaban en la puerta de la cripta del templo. Trece peldaños de la escalera separaban la superficie de la cueva. Eran las 16.00 horas. Un tropel de chavales iba a acudir al cine que proyectaba la Juventud Femenina de Acción Católica.
Doscientos niños y niñas esperaban en el atrio de San Nicolás. Las puertas de la cripta donde se proyectaba el cine estaban abiertas para que bajaran los niños. La prensa de la época relata que una de las puertas se destinaba comúnmente para la entrada de los niños y la otra, directamente iba al local, donde se celebra la catequesis, por donde también se entra al salón, para las niñas. Las niñas en su afán por entrar y ocupar puestos preferentes, hicieron tal presión sobre la segunda de las puertas aludidas que obligaron fuertemente a la cerradura haciendola saltar. Al ver que la puerta se abría, todos los niños se abalanzaron sobre ella y más de 50 cayeron precipitados por una escalera de 13 peldaños que comienza en el mismo umbral. Amontonados sobre el rellano, tras haber rodado escaleras abajo, un enorme grupo de niños había aplastado a las primeras pequeñas que estaban esperando en la parte más baja de las escaleras junto a la cripta. Gritos, llantos, horror, confusión, miedo. Nadie daba crédito a lo que ocurría. Se cernía la tragedia. No había pasado mucho tiempo y ya se sabía que debajo en el suelo, había al menos diez niñas que podían estar en mal estado. Poco se tardó en certificar que las diez menores estaban muertas por efecto de la avalancha. Sobre las niñas cayeron los demás. Nadie pudo evitarlo y nunca nadie pensó que una tragedia así de este calibre podría pasar. El lugar recuerda con una placa lo ocurrido aquel fatídico 12 de diciembre a las 16.30. La pregunta que nadie responde, quizá porque no tenga respuesta, es por qué se produjo el accidente. Una sencilla oración cierra la entrada a la cripta con los nombres de las niñas: «¡Dadles Señor el descanso eterno!».
Eran María Aranzazu Bermejo, de doce años; María del Carmen Mesa Arriola, de once; Yolanda San Jose Ruiz, once años; María Yolanda Ladrero Cieza, nueve; María Rufina Maruri Grijalba, ocho; Milagros Rodríguez Díaz, siete; Elia de Rosse Plágaro, de siete; Felisa Miranda Guerrero, de siete años; Altamira Estivalez Revuelta, también de 7 y Rosa María Tolosana García que contaba con seis años de edad. En el recordatorio, publicado por el semanario El Caso, aparecen todas excepto la niña María del Carmen Mesa Arriola porque sus padres no tenían una foto de ella.
Los médicos lo intentaron todo para evitar más muertes. Las víctimas mortales fueron trasladadas, como también la de los niños malheridos a una clínica de Miranda del Ebro, la del doctor Calzada. No pudieron salvar la vida de las niñas. Los casos más graves en los heridos se resolvieron con éxito. Como es habitual, las crónicas de la época ensalzan más la presencia de los políticos del Régimen y de la Iglesia de Estado que de los médicos y facultativos que salvaron a los niños más graves. También ensalzaron «la ejemplar, conducta de las jóvenes de Acción Católica, organizadoras de la velada y de numerosísimas personas que resulta imposible detallar».
Cuando este suceso estaba ocurriendo, en Anduva empataban el Deportivo Mirandés y el Basconia. Al término del partido de fútbol, los servicios médicos que tuvieron en ese momento conocimiento de lo ocurrido, se desplazaron al lugar para atender a los heridos.

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