Se entregó. De “manera voluntaria”. Patrick Nogueira, el supuesto asesino de la familia brasileña de Pioz (Guadalajara), se lo debió pensar mejor en Brasil. “Sin decir nada a nadie salvo a sus padres y su abogado”, según su tío Walfran Campos, tomó un avión de regreso a Madrid, adonde llegó la tarde del miércoles 19 de octubre para dejar que la Guardia Civil le pusiera las esposas y lo metiera en el calabozo de la comandancia de Guadalajara hasta pasar a disposición judicial.
Había dejado demasiados rastros que le delataban en lugares y a horas comprometidas. “Se ha visto acorralado y se viene para ser juzgado en España porque en una cárcel de Brasil sabe que no sobreviviría”, asegura su tío Walfran Campos, hermano del padre de la familia asesinada y que se encuentra en Madrid desde hace dos semanas tratando de conseguir el dinero necesario para repatriar los cuerpos de sus familiares hasta Joao Pessoa, su ciudad en Brasil. “Le han asesorado su abogado y sus padres, que han negociado con la Guardia Civil, lo más probable es que alegue enfermedad mental o psicopatía”, añade.
Según relataron los investigadores, Patrick, de 20 años, limpió concienzudamente la escena del crimen después de utilizar las peores artes de un “sicario profesional”. Su huella oculta entre la cinta aislante con la que precintó una de las seis bolsas en las que se hallaron los cuerpos degollados y descuartizados de sus tíos y los dos hijos pequeños de estos, de cuatro y un año. La gota de sudor sobre el suelo que reveló su secuencia de ADN. Los registros de su abono de transporte y de las cámaras de seguridad en su trayecto hacia ese pueblo alcarreño el 17 de agosto, el día que supuestamente se cometió el brutal crimen, el último día que vieron a su tío, Marcos Campos, en su trabajo. Y una ristra de mensajes recogidos en su móvil desde el repetidor más próximo al chalé recién alquilado por su familia en esa urbanización llamada La Arboleda. Eran pruebas muy difíciles de explicar, pese a que él se declaró inocente ante la policía brasileña cuando fue interrogado.
Primero dijo que nunca había estado en esa casa. Algo que coincide con lo que le contaba Marcos en un mensaje de voz enviado por WhatsApp a su hermano Walfran: “No ha venido aún a casa”, le decía. Después, cuando se supo que se habían encontrado restos orgánicos suyos, argumentó que era “normal, puesto que había convivido con ellos durante meses”. Lo anormal, eran los sitios en los que se encontraron sus huellas, en una de las bolsas con los cuerpos.
Él siempre dijo que adelantó (cambió un billete de avión previsto para noviembre) su viaje de regreso a Brasil a los dos días de que hallaran los cadáveres de sus familiares “por miedo a ser el siguiente”, asesorado por su abogado y su familia, y no porque estuviera huyendo de la policía.
A su llegada al aeropuerto Adolfo Suárez-Madrid Barajas el miércoles 19 de octubre del 2016 hacia las 13.30, Gouveia fue detenido y custodiado por agentes de la Guardia Civil, que le condujeron hasta la comandancia de Guadalajara hasta que pase a disposición judicial. Según fuentes del Tribunal Superior de Justicia Castilla-La Mancha, será trasladado al Juzgado de Instrucción 1 de Guadalajara, que lleva el caso, para prestar declaración.
Hay un capítulo en la biografía de Patrick Nogueira que debió hacer saltar todas las alarmas... pero no lo hizo. Tres años antes de la matanza de Pioz apuñaló a un profesor en plena clase. Todo quedó grabado por las cámaras de seguridad y el vídeo recorrió la geografía brasileña de teléfono en teléfono. La explosión violenta sólo le supuso 45 días de trabajos comunitarios y una evaluación psicológica a la que nunca nadie, excepto sus padres, tuvo acceso. Todos sabían que había un problema, todos conocían la verdadera naturaleza del monstruo, todos asistieron al nacimiento del psicópata. Y todos callaron.
El asesino confeso de Pioz, que el 17 de agosto del 2016 mató a sus tíos —Marcos Campos y Janaína Santos y a sus primos Carolina y David, de apenas cuatro y un año. Su defensa fue ejercida por la letrada Bárbara Royo, había dicho con rotundidad que el acusado no es una persona normal. "Patrick no es como ustedes ni como nosotros", dijo la abogada al principio de la vista mientras se dirigía al jurado popular, que será el encargado de decidir sobre el futuro del joven brasileño.
Fue maltratado durante su infancia por compañeros de colegio, que empezó a beber alcohol asiduamente a los diez años y que su tío, Marcos Campos, al que asesinó, le robó dinero de la cartera y le chantajeó con denunciarle a extranjería si no le daba dinero.
Los detalles de las declaraciones de los psiquiatras y los análisis médicos concretos, sobre la mente de Patrick, quien en su declaración también dejó entrever algunas claves. El asesino confeso, por ejemplo, contó que durante el inicio de su adolescencia sufrió un fuerte traumatismo craneoencefálico. "Me di un golpe en la cabeza", recordó el asesino, quien también reconoció su adicción descontrolada al alcohol desde los 10 años. "Al principio me bebía una botella a la semana, luego una cada día", especificó antes de apuntar que a los 18 años le diagnosticaron una úlcera y que en ocasiones ha dormido en la
calle por la elevada ingesta de alcohol.
Patrick también contó que fue expulsado de varios colegios por los episodios violentos que protagonizaba y justificó que eran reacciones a los insultos y vejaciones a los que le sometían los niños mayores. "Yo he sido como un muñeco, me han pegado, me han llamado maricón, me han arrastrado, me han tirado a un contenedor de basura... Solo me quedaba la violencia, era el único modo de evitar la frustración y el miedo", relató el asesino confeso, quien añadió que siempre que salía de una pelea aumentaba el rechazo social. "Estaba solo", resumió. "Gracias al alcohol, empecé a ver sombras, aunque no fue nada que alterara mi visión sobre la realidad", expresó el asesino de Pioz, que sí aseguró haber experimentado cosas similares cuando apuñaló a un profesor en Brasil,en su ciudad Altamira,3 años atrás que cuando asesinó a sus tíos y a sus primos en agosto del 2016 en Pioz. "Sentí el mismo agobio, que la cosa se iba acumulando, que no aguantaría, que iba a explotar y que algo iba a pasar, mis tios me estaban chantajeando", expuso durante su declaración en la Audiencia Provincial de Guadalajara, donde contó detalles que hasta el momento nunca había confesado.
"Cuando suprimo la rabia, me desequilibro, tengo ansiedad, no duermo, pierdo la paciencia, vuelvo a beber", contó Patrick Nogueira, quien explicó también que en ocasiones le vienen emociones que no sabe encauzar. "No sé cómo gestionarlas y pasan", describió antes de explicar que el día anterior a los hechos bebió y luego se levantó con resaca. "Cuando pasa el tiempo, me doy cuenta de que mis reacciones no son iguales que las de los demás, son siempre agravadas; si pudiera controlarlas, sería maravilloso para mí y para los demás; mi vida fue un sendero de mierda, la he tirado a la basura", señaló. "Yo aceptaría cualquier método que me controle, que me cambie, no solo por mí, sino también por mi familia".
La Fiscalía, sin embargo, se mostró en contra de esta tesis esgrimida por la defensa y expresó sus dudas sobre el testimonio de Patrick Nogueira. Afirmó que se trata de una persona "fría" y "calculadora", que preparó detalladamente y con antelación los cuatro asesinatos y que los ejecutó por tiempos y en un orden lógico. Primero, mató a su tía Janaina cuando aún no había llegado su tío porque los niños pequeños no podrían defenderla ni defenderse, luego abordó a los menores y posteriormente esperó "pacientemente" a que llegara Marcos.
Además "se preparó friamente para cometer los hechos". En concreto, se hizo con "unas bolsas de basura, con cinta americana y con un cuchillo", porque sabía ya con antelación qué iba a hacer y cómo iba a meter posteriormente los cuerpos en las bolsas y a precintarlos porque era verano y sabía que olerían. También explicó la representante del ministerio público, para mostrar la frialdad del asesino, que tras cometer los tres primeros crímenes limpió todo y esperó, porque sabía que sobre las 22:00 llegaría Marcos y que tenía tiempo. "Estuvo muy atento para no dejar rastro, limpió los botes de leche donde había bebido, se puso guantes para fregar, quitó los pelos, limpió el ADN y las huellas". Tras matar a su tío, se duchó, durmió en la casa con los cuatro cadáveres y al día siguiente se marchó. "Se llevó la navaja, las toallas que había utilizado para limpiar y las sábanas que usó para dormir y se deshizo de todas ellas en sitios desconocidos; de hecho aún no se han encontrado". "Es tan calculador que se llevó hasta el teléfono de su tío porque pensó que alguien podía sospechar y así él podría usarlo para dar señales de vida, como hizo cuando escribió al propietario de la vivienda para decirle que ya le pagaría", que también aseguró que el asesino conocía bien la zona, los horarios de los de seguridad, quiénes eran. Estuvo las jornadas posteriores como si no hubiera pasado nada y mirando las noticias constantemente por si la Guardia Civil descubría finalmente los cuerpos. Cuando lo hizo, de hecho, pidió a su padre que adelantara el viaje de vuelta a Brasil que tenía cerrado.
Los hechos fueron preparados "de forma consciente y deliberada" por Patrick y hay pruebas de ello. Además de las mencionadas bolsas de basura, el cuchillo y la cinta americana, los mensajes de WhatsApp que envió a su amigo brasileño Marvin Henrriques , a quien narró en directo y con imágenes tremendas de lo sucedido, demuestran que "lo tenía todo preparado desde hacía tiempo" y que primero quiso deshacerse de los cadáveres enterrándolos, extremo que rechazó porque el suelo era muy duro y le costaría mucho trabajo cavar tierra, y luego se llevó las llaves de la casa con intención de regresar para volver a por ellos.
Patrick contó cómo los niños se abrazaron antes de que les matara, cómo tenía ganas de que llegara su tío Marcos o que tenía hambre. Además, en las fotos que remitía a su colega Marvin, se hacía selfies con los cadáveres. "La maldad no es una enfermedad", sentenció Martín parafraseando una expresión similar previa de la fiscal. "Si se le ingresara en un psiquiátrico, sería como Hannibal Lecter, que espera salir para matar", zanjó el letrado, que tiene claro que Patrick preparó todo punto por punto, como si fuera un libro. "Es el orden de un criminal".
Había dejado demasiados rastros que le delataban en lugares y a horas comprometidas. “Se ha visto acorralado y se viene para ser juzgado en España porque en una cárcel de Brasil sabe que no sobreviviría”, asegura su tío Walfran Campos, hermano del padre de la familia asesinada y que se encuentra en Madrid desde hace dos semanas tratando de conseguir el dinero necesario para repatriar los cuerpos de sus familiares hasta Joao Pessoa, su ciudad en Brasil. “Le han asesorado su abogado y sus padres, que han negociado con la Guardia Civil, lo más probable es que alegue enfermedad mental o psicopatía”, añade.
Según relataron los investigadores, Patrick, de 20 años, limpió concienzudamente la escena del crimen después de utilizar las peores artes de un “sicario profesional”. Su huella oculta entre la cinta aislante con la que precintó una de las seis bolsas en las que se hallaron los cuerpos degollados y descuartizados de sus tíos y los dos hijos pequeños de estos, de cuatro y un año. La gota de sudor sobre el suelo que reveló su secuencia de ADN. Los registros de su abono de transporte y de las cámaras de seguridad en su trayecto hacia ese pueblo alcarreño el 17 de agosto, el día que supuestamente se cometió el brutal crimen, el último día que vieron a su tío, Marcos Campos, en su trabajo. Y una ristra de mensajes recogidos en su móvil desde el repetidor más próximo al chalé recién alquilado por su familia en esa urbanización llamada La Arboleda. Eran pruebas muy difíciles de explicar, pese a que él se declaró inocente ante la policía brasileña cuando fue interrogado.
Primero dijo que nunca había estado en esa casa. Algo que coincide con lo que le contaba Marcos en un mensaje de voz enviado por WhatsApp a su hermano Walfran: “No ha venido aún a casa”, le decía. Después, cuando se supo que se habían encontrado restos orgánicos suyos, argumentó que era “normal, puesto que había convivido con ellos durante meses”. Lo anormal, eran los sitios en los que se encontraron sus huellas, en una de las bolsas con los cuerpos.
Él siempre dijo que adelantó (cambió un billete de avión previsto para noviembre) su viaje de regreso a Brasil a los dos días de que hallaran los cadáveres de sus familiares “por miedo a ser el siguiente”, asesorado por su abogado y su familia, y no porque estuviera huyendo de la policía.
A su llegada al aeropuerto Adolfo Suárez-Madrid Barajas el miércoles 19 de octubre del 2016 hacia las 13.30, Gouveia fue detenido y custodiado por agentes de la Guardia Civil, que le condujeron hasta la comandancia de Guadalajara hasta que pase a disposición judicial. Según fuentes del Tribunal Superior de Justicia Castilla-La Mancha, será trasladado al Juzgado de Instrucción 1 de Guadalajara, que lleva el caso, para prestar declaración.
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