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martes, 2 de diciembre de 2025

Ana Belén Jiménez Armiñana, Desaparecida Por Tomar Un Café

En este caso, en su momento se pudo haber investigado con quién o con quiénes se queria citar la joven, los que propusieron e incluso obligaron a la joven Ana Belén Jiménez Armiñana, natural de Villarrobledo, citarse con esa persona o esas personas para tomar un café, beber, quedar en el lugar, cuál cafetería era? se sabe algo sobre quiénes eran los que Ana Belén Jiménez Armiñana se iba a citar? , está claro que el suceso de trata de una acción forzada, y necesitaron los datos personales de Ana Belén Jiménez Armiñana para sacar una documentación personal, es por eso que llamaron un tiempo después al registro solicitando sus datos, quién llamó a esas oficinas de registro? . Se llevaron a la joven Ana Belén Jiménez Armiñana para efectuar algo y que seguramente ella estaba en contra. En aquellos tiempos se podian efectuar registros de llamadas, los numeros de quienes llamaban se podia comprobar a traves de las facturas, entonces podemos analizar dos detalles para comprender que paso con Ana Belen Jimenez, con quienes se cita en la cafeteria,cual era? y quienes llamaron al registro solicitando sus datos? claro esta que necesitaban tramitar alguna documentacion porque Ana Belen iba sin documento nacional de identidad,sin tarjeta sanitaria,sin pasaporte. La cabina telefónica no es la clásica que había entonces, se mantiene en el mismo lugar, en la esquina frente al cuartel de la Guardia Civil de Villarrobledo (Albacete). Ahí se registró la última señal de vida de Ana Belén Jiménez Armiñana, desaparecida a los 18 años de edad en la madrugada del 7 de julio de 1994, eran tiempos donde tuvieron lugar desapariciones de mujeres jóvenes en muchas zonas de España, la mediática noticia de las niñas de Alcasser, no muy lejos de Villarrobledo, el caso de Macastre, Gloria Martínez, etc. Su hermana Mari Carmen, siete años mayor, recuerda así la conversación que mantuvieron. - A las 5 de la mañana me llamó al fijo de mi casa desde la cabina. Se oían las monedas caer. "No te preocupes, que me voy unos días, díselo a papá y a mamá", me dijo. Yo me puse nerviosa. "¿Pero dónde vas? Voy a llamar ahora mismo a papá y salgo a buscarte". "Me quedan nueve pesetas...". Y se cortó.
Todos los familiares de desaparecidos arrastran cierto grado de culpa: si hubiera hecho esto, si le hubiera dicho aquello. A Mari Carmen, aquella llamada parece pesarle como una losa. "He estado oyendo el teléfono sonar toda la vida, me he sentido fatal de no decirle otra cosa. Mi madre me decía: ¿Y por qué no le dijiste que se fuera a tu casa, que no se enfadara?", contaba durante la entrevista, a la que asistía acompañando a su madre, Antonia Armiñana. Quería decirte si es posible que en el artículo sobre mi hermana añadieras estas palabras: 'Quiero pedirte perdón por no decirte las palabras que necesitabas escuchar aquella madrugada, por no estar a la altura de lo que esperabas en ese momento. Llevo 27 años sintiéndome culpable, esperando otra llamada tuya para decirte que vuelvas. Que si puedes y quieres estamos aquí esperando tu regreso para abrazarte de nuevo, sin preguntas, sin cuestionarte, sin por qué, sólo esperando ver tus preciosos ojos y tu sonrisa cariñosa. Decirte que para mí sigues siendo mi hermana pequeña, frágil y sensible, que te sigo soñando como la última vez que te vi, que sólo me dejaste conocerte hasta los 18 y quiero seguir aprendiendo contigo, que llevamos demasiado tiempo sin ti... imaginándote, sufriendo, rezando para que estés bien y siempre, siempre, siempre, esperando saber de ti para devolverte los abrazos y los besos que tenemos aún pendientes. Te seguimos buscando, te seguimos esperando y te seguimos amando'". La cabina se tragó las monedas y Mari Carmen, como había dicho a su hermana, llamó al padre, Cayetano. Los dos salieron a buscarla antes del alba. Fueron primero a la estación de trenes y luego a la de autobuses, y ni en una ni en la otra habían visto a nadie con las características de Ana Belén. Ni siquiera habían dispensado billetes.
De camino al cuartel de la Guardia Civil, pasaron por el taller mecánico del padre, ubicado en la misma avenida, no muy lejos de la cabina. En la puerta encontraron pegadas una esclava de plata que Cayetano le había regalado a su hija y una nota. Ésta fue entregada a la Policía, por lo que no se puede reproducir exactamente su contenido, pero decía más o menos así: "Me voy unos días, que necesito pensar. He cogido 1.800 pesetas [unos 11 euros] del monedero de mamá y llevo pastillas de la epilepsia para tres días. No os preocupéis". Se marchó literalmente con lo puesto, sin el DNI y sin siquiera un bolso. Nunca antes se había escapado de casa. Llegados a este punto, para contextualizar la desaparición, hay que rebobinar unas horas atrás, hasta el mediodía del día anterior, el 6 de julio de 1994. Esta vez es la madre, Antonia, quien narra lo sucedido. - Terminabamos de comer, eran las tres, y veo que va al baño a arreglarse. "¿Dónde vas?". "A tomar café con unas amigas". "Ana, con el calor que hace... Llámalas y quedas más tarde y tú te echas, que ya sabes que el medico te dice que descanses". Ella tenía epilepsia y le daban ataques, tenía que estar muy relajada. No podía beber, ni fumar ni ir a la discoteca porque las luces y todo eso le sentaban fatal. "Mamá, es tomar un café y vuelvo". Pregunto personalmente, con quién o quienes iba a tomar ese café? Las cuatro, las cinco, las seis, las siete, las ocho, las nueve, las 10... Ana regresó a casa a las 11 de la noche. Su padre la recibió enfadado. - Mi marido se puso a dar voces porque estaba enfadado, pero ni tocarle un pelo, que nos dijeron que la podíamos haber matado nosotros. Lo que empezó siendo una acalorada bronca, asegura Antonia Armiñana, acabó con tono relajado y con los tres yéndose a la cama bien tranquilos. Así cerraron la conversación sobre la 01.30 horas de la noche.
La preocupación nuestra es que como cuando te da un ataque te caes al suelo, te des un mal golpe y no nos enteremos. No te cuesta nada llamar si vas a llegar tarde. - Sí, no os preocupéis, no lo volveré a hacer. ¿Qué pasó entre el beso de buenas noches y la llamada desde la cabina a las cinco de la madrugada? ¿Contactó con ella alguien y la incitó a marcharse? ¿Lo tenía planeado? ¿Cómo salió del pueblo? ¿Con quién se fue?¿A dónde? A ninguna de estas preguntas tiene la familia ni la Guardia Civil respuestas.
Con la misma lentitud que corrió el reloj aquella tarde en la que Ana Belén salió a tomar café pasaron las jornadas siguientes en espera de un regreso que nunca se produjo. Los tres días que anunció que estaría fuera, han acabado convirtiéndose en más de 10.000.
Siempre he dicho que lo peor para unos padres es que se te muera un hijo, pero, después de lo que he vivido yo, creo que es peor lo de mi hija, que no sé si está viva o si está muerta. Me dice mucha gente: "No hay cuerpo, tu hija está viva". Por eso dije que sí [a la entrevista] por si está viva y ahora tiene más conocimiento. Según como esté, porque como esté sin tratamiento... No lo podía dejar y no sé si se lo habrán dado. Si alguien supiera o estuviera con alguien, que me diga "tu hija está viva". Y yo me iría a verla, me da igual dónde, aunque esté en un prostíbulo, iría a verla y le daría un montón de besos. Y si se quiere venir, bien; y si no, nada, pero verla. En la conversación está presente, como ya se ha dicho, Mari Carmen, la hija mayor -la mediana, María José, vive en Granada- y también Angelines, cuñada de Antonia. Es ésta quien introduce en la charla cómo Antonia abusó de los somníferos tras la desaparición. - Le tuvieron que hacer lavados de estómago varias veces por las pastillas, dice Angelines.
Con alcohol y todo llegó a tomárselas, dice Mari Carmen. - Si estoy en esta vida es porque Dios ha querido. Una vez me tomé medio bote de pastillas y media botella de whisky y estuve dos días durmiendo. Yo sólo quería dormir porque durmiendo no me acordaba de nada, dice Antonia. De lo leído hasta aquí se desprende que en la balanza en la que la familia calibra si Ana Belén está viva o muerta pesa más lo primero. Se aferran al "no hay cuerpo, tu hija está viva" y a un par de indicios. - Durante los primeros meses, antes de quitar el fijo [tuvieron que hacerlo hartos de llamadas de bromistas y desalmados], llamaba muchas veces un señor diciendo que la dejáramos de buscar. Mi marido le dijo que sí, pero que se lo dijera ella. "Ella no se puede poner". "Pues hasta que mi hija no me lo pida no la dejamos de buscar", cuenta Antonia. - Y alguien en su nombre llamó al registro del Ayuntamiento pidiendo documentación de Ana Belén. El del registro le dijo que no se la podía dar, que tenía que venir en persona. El funcionario conocía a mi padre y cuando se lo contó... "¿Cómo?, ¿sabiendo la situación no le pediste un teléfono, una dirección..?", añade Mari Carmen. Un error de bulto fundamental.
Cayetano Jiménez, quien dejó de trabajar para volcarse en la búsqueda de su hija y fundar AFADECAM -Asociación de Familiares y Amigos de Desaparecidos de Castilla-La Mancha-, ya había fallecido cuando aparecieron unos huesos. Un cáncer se lo llevó en 2006. Hicieron una obra a la vuelta y encontraron unos huesos. Me llamó una periodista: "Antonia, enhorabuena, que ha salido tu hija". "¿Cómo que ha salido mi hija?". "Si lo sabe todo el pueblo...". Salgo a la calle y voy a la tienda de ropa de vestidos, Maribel se llama la chica. "No te preocupes". Yo iba llorando. "Son mentiras. Vete a tu casa y no hagas caso a la gente, que somos todos muy malos". A la vuelta, paro en otra tienda. "¿Qué ha pasado?", pregunté. "¿Que qué ha pasado? Si hasta en el instituto lo han dicho, que habéis matado a tu hija y la enterrasteis en la tapia". Me puse a llorar. ¿Cómo pueden decir que he matado a mi hija? Y luego eran de un bar, huesos de pollo y carne. El mayor riesgo lo corrieron cuando ofrecieron una recompensa de tres millones de pesetas -unos 18.000 euros-, cebo que atrajo a todo tipo de alimañas. - Dábamos tres millones, pero cuando quedábamos con alguien llevábamos sólo uno encima. Una vez citaron a mi marido en un descampado a las afueras y cuando llegó había tres encapuchados. Menos mal que iba con él uno de los guardias civiles de paisano y con una pistola. - Mari Carmen: ¿Y cuando fuimos a Tomelloso [Ciudad Real], te acuerdas, mamá? - Ah sí. Un hombre que vino y me dio una tarjeta, que sabía donde estaba enterrada. Fuimos con el guardia civil de paisano haciéndose pasar por mi primo. Quedamos en Tomelloso, lo recogimos y nos llevó a un bosque . Nos hizo andar, andar, andar... No sabíamos ni donde estábamos. Iba con una medalla como un péndulo. Y nada, no encontró nada. - Mari Carmen: Lo que quería era la recompensa como tantos. - Otra vez mi marido y yo nos fuimos a Cartagena [Murcia] a un barrio de drogas con el millón pensando que podía estar allí . La quiero con locura, que no se me va de mi corazón y que si no puede contarme lo que ha pasado que no me lo cuente, pero que venga o que por lo menos me dé dos besos. La esperanza siempre es lo último que debe perderse,en éste caso, las circunstancias extrañas, los indicios comentados y la ausencia de aparición del cuerpo de Ana Belén Jiménez Armiñana, hace que no todo está perdido.

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